El pecado eterno

No, no culpéis a la mujer primera
porque sació con ansia su apetito,
ni al padre, Adán que de manjar bendito
gustó con su agradable compañera.

La culpa es del manjar, que entonces era
más incitante por estar maldito...
¡Si el gozar del amor es un delito
yo también, siendo Adán, lo cometiera!

Es eterna la sed de los placeres;
no se apaga el volcán de las pasiones,
y ayer lo mismo que hoy y hoy que mañana,

para el amor son Evas las mujeres
y Adanes entusiastas los varones...
¡Todos vamos en pos de la manzana!

Antonio Palomero Dechado





"Gwen. ¡No, de seguro! Ni usted tampoco, aunque
apenas le conoce, ¿verdad, señora?
Vid. ¿Que apenas conozco á Raines? Se ríe.)
Gwen. Pero, ¿se refería á Raffles?... ¿A Raines? ¿Se atreverá usted á sospechar de él?
Vid. ¡Que no le conozco!... ¡Hace mucho tiempo! ¡Somos antiguos amigos!
Gwen. ¿Le odia usted?
Vid. ¡Con toda mi alma!
Gwen. Eso prueba que antes fué todo lo contrario.
Vid. He sido algo suyo y quiero volver á serlo.
Gwen. ¿Y quién lo impide, señora?
Vid. Usted, en primer término.
Gwen. ¿Yo?
Vid . (Levantándose.) Sí; usted, en quien él piensa demasiado.
Gwen. ¡Señora!
Vid . Y le aconsejo á usted que no se atraviese en mi camino.
Gwen. Si él piensa en mí, ¿cómo podrá usted impedírselo?
Vid . ¿Se atreve usted? "

Antonio Palomero
Raffles



Un padre de la patria
(fragmento)

Voy, vuelvo, miro las listas
para ver si hay comisión,
me preguntan mi opinión
unos cuantos periodistas.
Se la doy... de referencias,
y poniéndome muy serio,
«me llaman con gran misterio
del salón de conferencias;»
les digo «por lo que toca
á este asunto, hay varios modos...
Adiós.. » y les dejo á todos
con la palabra en la boca.
Viene el jefe, hay que correr
en seguida á saludarle
muy cortés, y á preguntarle
lo que debemos hacer.
Escucho con gran asombro
lo que dice... «Sí, va estoy
enterado... adiós.» Le doy
una palmada en el hombro.
Detalle muy principal
que parece que no es nada...
¡ A veces una palmada
es casi una credencial!

Antonio Palomero









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