"Estoy tan solo. No he creado hogar. Conmigo se extingue el nombre de mi familia y los amigos casi no cuentan."

Armando Chirveches



"La muerte de Artero conmovió profundamente a la reducida sociedad de la villa. Para unos sólo un impulso criminal podía haber determinado a Perpetua Moreira a oprimir el resorte que debía dar salida al proyectil. Para otros, eran el acaso, la casualidad, el destino; todas esas entidades abstractas creadas por la fantasía humana, a las cuales se atribuye una injerencia más o menos directa en la vida de las personas, las que misteriosamente, por un fatalista cúmplase de puño y letra de un autócrata invisible, habían encaminado aquel proyectil de acero a albergarse en el robusto pecho del buen mozo.
Algunos calificaban a la homicida como a una criminal sin corazón y sin entrañas, otros la conmiseraban, la creían pobre víctima de su mala estrella, o, como decía el poeta Rodríguez, inocente ejecutora de su negro sino.
El entierro tuvo proporciones extraordinarias. En la imprenta de La Voz del Pueblo se timbraron con singular esmero las esquelas fúnebres con que el vecindario de la población debía ser invitado para concurrir a la traslación de los restos mortales del malogrado Artero, y a las cuatro de la tarde, hora en que debía partir el cortejo toda la gente de valer, vestida de riguroso luto, se agrupaba junto a la casita alegre, con ventanas andaluzas de reja y enredaderas, en la cual se veía la colgadura negra balanceándose mecida por la fresca brisa de abril."

Armando Chirveches
La candidatura de Rojas


Mi abuela

Es de noche. En la sala silenciosa
flota un alma ancestral y cariñosa:
es la noble figura de mi abuela,
que benigna me ve desde su tela;
retrato al óleo en pálidos colores
que me habla de años idos y mejores.
Sobre el fondo monótono y oscuro,
en la orgullosa vetustez del muro,
destacase con garbo y gentileza...
los dedos largos, finos, inquietantes,
cuajados de sortijas de diamantes;
breve y recta nariz, labios sensuales,
grandes ojos dormidos y orientales
con ojeras; indómitas guedejas
crespas pestañas y sutiles cejas;
en la manta magnifica del pelo,
tan negra como el negro terciopelo,
que en su opulencia majestad oscura
hace mas negra la lilial blancura
alto el moño y en él bucles lucientes
cual fantástico nudo de serpientes,
y hendiendo su masa suave y prieta
la gloria de carey de una peineta.

Armando Chirveches


Primavera

Hoy pienso en el amor, siento la Vida
Bullendo en torno a mí. En cada arbusto
revelase, palpita enardecida
con lascivias y mimos de querida
y yo la miro así triste y adusto.

Las magnolias entreábrense incitantes
Con senos desnudos
En que ponen luciolas palpitantes,
Con raudos vuelos
Y fugaces nudos,
Sus collares nocturnos de diamantes.

En la mórbida tez de los jazmines
columpiase el moscón con peto con oro
y un pájaro canoro,
oculto en el verdor de los jardines,
tañe su flauta de cristal sonoro.

En un añoso tronco que supura
su látex mate como cera vieja,
labra su miel oscura
el blondo reino de una rubia abeja.

De un árbol milenario hasta a una rama,
de una pareja de bayás que se ama,
cuelga el hermoso nido,
cual canasto de bodas

Pasan volando claras mariposas,
Como fuga de rosas.
Se ve, al tiempo que el ave curruquea
un idilio rastrero de escarabajo;
se juntan los de arriba y los de abajo.

Es la vida que crece
En el amor abyecto
Y en el amor que sube;
En el rápido acoplo del insecto
Y en el alzado ensueño de la nube.

Y pienso en el amor. Cruje el follaje
y murmura mil cosas a mi oído
como la fimbria del fular de un traje;
voy cerrando los ojos, adormido,
con la modorra de un deliquio ardiente
y un rostro de mujer que se destaca
sobre fondo de gris... mientras la hamaca
oscila lentamente.

Armando Chirveches

















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