"Jesús anunció el Reino y ha venido la Iglesia."

Alfred Loisy



"Reprochar a la Iglesia católica todo el desarrollo de su constitución es lo mismo que reprocharle el haber vivido, algo que no dejaba de ser indispensable al mismo Evangelio. En ningún momento, en su historia, hay una ruptura en su continuidad, una creación absoluta de un régimen nuevo; sino que cada progreso se deduce de lo que le precede y así podemos ir remontando sin encontrar revolución alguna que haya cambiado con violencia el gobierno de la sociedad cristiana -del régimen actual del papado hasta el régimen evangélico centrado en Jesús-, por muy diferentes que sean el uno del otro...
Igualmente, cada progreso se explica por una necesidad de hecho que viene acompañada de necesidades lógicas, y así el historiador no puede afirmar que el conjunto de este movimiento esté al margen del Evangelio. Procede de él y lo continua...
Es cierto, por ejemplo, que Jesús no había previsto ni reglamentado ninguna constitución de la Iglesia, como si debiera ser un gobierno establecido sobre la tierra y destinado a perpetuarse durante una larga serie de años. Pero hay algo más extraño todavía a su manera de pensar y a su enseñanza: la idea de una sociedad invisible, formada a perpetuidad por aquellos que tendrían fe en su corazón en la bondad de Dios....
Hemos visto que el Evangelio de Jesús tenía ya un principio rudimentario de organización social y que el reino también debía tener forma de sociedad. Jesús anunciaba el reino y es la Iglesia la que ha venido.. Ha venido ampliando y desarrollando la forma del Evangelio, que no podía ser conservado manteniéndose siempre igual, una vez que el ministerio de Jesús hubiera concluido por la pasión...
No hay institución alguna sobre al tierra o en la historia humana cuya legitimidad y valor no podamos cuestionar, si partimos del principio que nada tiene derecho a existir si no es en su estado original. Este principio es contrario a la ley de la vida, la cual es un movimiento y un esfuerzo continuo de adaptación a unas condiciones perpetuamente variables y nuevas. El cristianismo no ha escapado a esta ley, y no es necesario criticarlo por haberse sometido a ella. No podía hacer otra cosa...
Conservar su estado primitivo era imposible y restaurarlo también lo es, ya que las condiciones en las cuales el Evangelio ha surgido han desaparecido ya para siempre. La historia muestra la evolución de los elementos que lo constituían...
Estos elementos han sufrido -y no podía ser de ninguna otra manera- muchas transformaciones, pero son siempre reconocibles, y no es nada difícil ver qué es lo que representa hoy día, en la Iglesia católica, la idea del reino celestial, la idea del Mesías promotor del reino, la idea del apostolado o de la predicación del reino, los tres elementos esenciales del Evangelio vivo, convertidos hoy día en aquello a lo que se han visto obligados para poder seguir subsistiendo...
La perspectiva del Reino se ha desarrollado y se ha modificado, la de su venida definitiva ha reculado, pero el fin del Evangelio ha permanecido como el fin de la Iglesia.

Alfred Loisy
L'Évangile et l'Église
Pag 152ss 


"Tal es la teoría de salvación cuyos diversos aspectos se exponen en las Epístolas cuando se presenta la ocasión. Esto no es más consistente que un mito, y por otra parte lo es… De cualquier lugar que provenga la idea de los dos jefes de la humanidad, celeste y terrestre; la idea del reino universal del pecado en la humanidad por la falta de su primer antepasado; la de la muerte como consecuencia del pecado; la de la destrucción del pecado por la muerte del Cristo en la carne pecadora que tomó junto con la librea de hombre terrestre, es muy evidente que el conjunto de estas ideas, a pesar del color moral que afectan, no está mucho mejor construido desde el punto de vista lógico que los mitos de Osiris o de Atis, y casi no está mejor fundado en la razón o la experiencia. Es la interpretación moral de viejas nociones mitológicas, como el relato bíblico del diluvio universal es la interpretación moral de un viejo mito naturista. No nos detengamos pues a discutir la hipótesis de los dos prototipos de la humanidad, el que la perdió y el que la salvó, ni el modo singular —perfectamente conforme por otra parte con la vieja magia ritual que se aplica constantemente en los sacrificios de las diversas religiones— de comprender el origen de la muerte a partir del pecado de Adán, y la destrucción del pecado y de la muerte por la muerte y resurrección del Cristo.
Sería más útil poder determinar los orígenes de toda esta mitología. Como parece cierto que la tradición del judaísmo no proporcionó todos los elementos de la construcción, y sobre todo no pudo sugerir la idea que domina esta síntesis: la venida a la tierra de un ser celestial, verdaderamente divino, que se metamorfosea en hombre como los dioses de la mitología y que muere por el bien de quienes lo matan. La atribución de un valor expiatorio a los sufrimientos del justo no es extraña á la tradición judía, pero aquí se trata de una cosa muy distinta. Pablo considera tan solo el valor moral de la expiación; primero y principalmente piensa que la virtud mística es inherente a la muerte de un ser divino-humano que, por la condición de su doble naturaleza y a causa de su carácter típico —carácter puramente mitológico—, puede arrastrar consigo a la muerte el pecado de la humanidad, y elevar consigo hasta la gloria a la humanidad así redimida. La tradición propiamente judía no podía conocer ningún mito de ese tipo, y no lo conocía. Se trata del mito pagano del dios inmolado, tal como se encuentra en los misterios de Dioniso; y este mito está adaptado a una teoría de la redención que no carece de analogía con la de los misterios órficos, aunque difiera considerablemente por la concepción de la vida, de la muerte y de la inmortalidad."

Alfred Loisy
Los misterios paganos y el misterio cristiano









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