A las putas

Hace muchos años
una puta a quien amé con toda el alma
me enseñó que la lengua hay que lavarla
para que el mal aliento no haga estragos,
la saliva sea más apetecible
y los labios más sensuales al besar.
Era joven, y yo también lo era;
pero su experiencia en el amor
sobrepasaba en mucho mi pobre ingenuidad.

Hoy recuerdo, sumido en la nostalgia,
que fuimos dos amantes
con esa fuerza ciega  de los que tienen todo
aunque de nada saben.
Su cuerpo licencioso era una seda ardiente
guardiana de sus grutas húmedas y tersas,
y aquel dulzor salobre de ostra con melao.

Fue así como entendí que hay más ternura y vida
en putas declaradas que en vírgenes de loza;
que aquéllas son el nervio profundo del océano
y éstas (pobres tontas), si acaso, pueden ser
algún yerbajo estéril prendido en la ribera.

Entonces, para siempre, mi corazón pirata
soñando con las putas se enamoró del mar.

Verano Brisas Brisas


Asesinos

El arma tenía silenciador
porque los asesinos,
como todos los cobardes,
la mataron a mansalva.
A la fija, con alevosía,
sin que mediara palabra
le dispararon por la espalda,
desde lejos,
a ella, la más tierna,
la más bella,
la consentida de mis afectos,
la que a sus 14 años buscaba,
como todos los seres soñadores,
una oportunidad en la vida,
para luchar, para surgir,
para dar lo más noble
que guardaba dentro de sí.
A ella, precisamente a ella,
la asesinaron vilmente
porque no resistieron
la inconmensurable transparencia
de su corazón preadolescente.

Los asesinos que la mataron,
y todos los asesinos del mundo,
son unos hijos de puta
por siempre en la eternidad.

Verano Brisas Brisas


La humanidad

(A Raúl Gómez Jattin, en su tumba)

La Humanidad es más que puta:
A los muertos
los recuerda, los cultiva, los explota...
A los vivos
los persigue, los aplasta, los destroza.
Los hunde... los hunde...

Verano Brisas Brisas


La promesa de Josué

Pero a Rajab, la meretriz, así
como a la casa de su padre y a todos
los suyos, Josué les conservó la vida.
Biblia de Jerusalén

Derribaré las murallas al son de mis trompetas
y pasaré por las armas a todos los jericoanos
sin ningún remordimiento.
Pero a Rajab, la puta bella,
respetaré como a mi propia persona
lo mismo que a su descendencia.
Guardaré para ella la nobleza de mi estirpe
y la fuerza viril de mi potente falo.

Si me regala el fuego de sus profundidades,
como ahora deseo y ordeno,
haré parar el Sol en lo duro del combate
hasta vencer al enemigo.
Impondré mi dominio en la tierra de Canaán,
y entonces Rajab, la más puta y la más bella,
si es tierna y complaciente con mis ansias,
se verá colmada de innumerables riquezas,
producto de mi conquista y mi saqueo.

Me casaré con ella, haciendo en esa forma
que lleguen Jeremías y Ezequiel,
tras muchos otros profetas,
necesarios en la historia de este tiempo,
como testimonio de mi gloria imperecedera
en los siglos venideros.

Verano Brisas Brisas


Las tres huríes

Y las tres se presentaron en la plenitud
de su magnificencia ante el sagaz Ulises.
Luís López de Mesa

Soy Zamin,
descendiente de nobles y poderosos persas.
Tengo mi serrallo con ochocientas concubinas,
pero entre todas amo a tres
que siempre me han quitado el sueño:
Rubaiha, Salma Zaraqa y Sa’da.
Son tan bellas, delicadas... Y saben cantar.
Sus ojos azules, sus cabellos rubios
y su tez como leche con canela,
son el beso de Alá para mis noches.

Me regalan mechones de su pelo y trocitos de uñas cuando se las cortan.Me envían esquelas mojadas con sus lágrimas,
atadas primorosamente con cuerdas de su laúd.

Sa’da, la más tierna, llegó al extremo de incluirme
unos fragmentos de su cepillo de dientes,
a cambio de unas ajorcas con diamantes.

Rubaiha quiso ayer un cinturón hecho con seda de Catay,
unos zapatos de Arabia
y unas sandalias adornadas con rubíes.

Salma dice que se hará sangrar
si no luce una camisa impregnada de ámbar,
unos collares de alcanfor y siete velos de Nishapur.

No sólo estas tres tortolitas quieren arruinarme.
Las otras setecientas noventa y siete
se preparan ya para una huelga
si no les aumento sus mesadas,
antes de que el brillo rojo de la Luna nueva
se levante otra vez sobre el oriente.

Con todo el dolor que cabe en mi corazón
tendré que venderlas por un alto precio
al primer mercader que se interese en ellas.

Además de cantar, saben también danzar
y pulsan el laúd.
El movimiento de sus brazos y del talle
es un vuelo de aves sobre las palmeras.

¡Oh grande y poderosísimo Alá!
Ilumina el pensamiento de los mercaderes
para que paguen sin regateo,
por cada una de mis tres preciosas palomas,
un precio mínimo de ocho mil dinares,
aunque tampoco exijo más de diez.

Si eso no es agradable ante tus ojos,
permíteme entonces atacar con éxito
al más rico y débil de mis enemigos,
para saquearlo y llenar todas mis arcas,
aumentando así tu gloria
y la futura tranquilidad de mi serrallo.

Verano Brisas Brisas


Zorra mía

Como dice Aristóteles, y es verdad,
el mundo trabaja por dos cosas:
la primera para tener el sustento;
la otra cosa es para conseguir unión
con hembra placentera.
Libro del buen amor

Hagamos el amor, aquí y ahora,
no importa que camino prosigamos,
si a Roma o Jerusalén.
Eres mi puta preferida,
la que tiene hambre y sed de mí,
la que espera mi paga cuando da cobijo
a este falo enhiesto y enrojecido
por los efectos de una larga espera.

Ejerzamos en cualquier lugar:
bajo los carromatos de las praderas,
en tiendas abandonadas de alejados caseríos,
en suntuosas residencias,
o simplemente en la hierba,
ante la mirada cómplice del cielo.
Pero ejerzamos ahora, zorra mía,
cuando aún cae con fuerza
la lujuria del Sol sobre los pastos.

Verano Brisas Brisas


Viajes y formas de Belzebú

En los viejos barcos que cruzan los océanos
desde tiempo inmemorial,
y más precisamente,
en los sueños delirantes de los esclavos,
en las faltriqueras de algunos marineros,
en los cofres cerrados de ávidos piratas,
en las valijas repletas de los inquisidores
que viajan listos para estrenar su látigo
o el potro de tormento de las tecnologías,
viaja también
orondo como un don Juan hermoso
de pronto camuflado,
Belcebú el tolerante, señor de los infiernos,
el que cruza los mares para cazar incrédulos
como cruzan los patos su corral y su estanque,
y con su magia negra burlarse de los blancos.

Yo lo he visto en las noches, alegre como un enano,
con sus cuernos de cabro y su chivera hirsuta
montando las doncellas que acorrala en las costas
o en los claros selváticos que invitan al sabbat,
volando como un pájaro sobre los matorrales,
comiendo como un gigante,
o incendiando las tierras que horadan sus pezuñas.
A veces es un gentleman que agrada a las señoras
y un amigo sin tacha para el cornudo esposo,
lo mismo que un juguete para niños de brazos
que miran inocentes sus cachos y su cola.

En ciertas ocasiones es como un gato negro,
como un perro sin patas, como liebre sin orejas.
Y así por todas partes, desde África hasta Europa,
desde el Norte hasta el Sur, por Asia y por América,
viaja como un grumete o fino capitán,
siempre cantando y riendo, libre como un don Nadie,
ya que en todos los tiempos fue un bravo navegante
que supo inflar sus velas con pedos perfumados
en las noches de luna y en días invernales.
Así es don Belcebú, señor de los infiernos,
el grande y omnisciente caballero del mundo.

Verano Brisas Brisas






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