Acción de gracias

Me ha costado mis años
llegar a escribir
soy
siento.
Estoy aquí y percibo
la grandeza del día,
su dimensión azul,
mi transparencia.
Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron.
Se lo debo a la infancia
y a su fosforescencia.
Se lo debo a los árboles
que crecieron conmigo.
Y a los versos que un hombre,
pastor en Orihuela,
dejó sobre la vida,
llegaron a mis manos,
giraron en mis ojos,
filtraron en mi voz.
Y, corazón arriba,
reconocimos juntos
la belleza.

 Aurelio González Ovies


Área de prioridades

De nada vale decir aquí estoy yo,
gobierno y mando,
si al pasar por Castilla
y ver el sol crujiendo tras
los olmos,
uno no sabe dar gracias a Machado.

De nada sirve
montar revoluciones, modernizar las leyes,
si al entrar en Moguer y abrir sus muros
blancos,
uno no escucha, como un geranio púrpura,
la voz en los balcones de Juan Ramón
Jiménez.

Muy poco importa
marcharse tan de prisa a tantas partes
a todas a ninguna,
sin pararse una vez, y al coger nuevo
aliento y mirar el camino,
sentir sobre la piel: Palabras
para Julia.

Sin duda alguna,
España no va bien, como el resto
del mundo y el fondo de la vida.
Necesitamos agua, pan, un poco
de esperanza. Y poesía.

Aurelio González Ovies


Argos

Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.
Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.
Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta...

Aurelio González Ovies



El veneno agridulce de la vida

Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.

Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.

Aurelio González Ovies


Los panes y los peces

Algo tenían sus manos
como de brote o pozo:
y aunque faltara el agua,
nos mojaban la sed.

Y aunque el sol no saliera,
tocarla, iluminaba.

Y aunque hubiera muy poco
y los días muy duros
y los meses muy largos
y nuestras bocas todas...,
se restaba a sí misma
-tuvo que ser así-,
con tal de que a nosotros
-ilusiones y fruta, sueños y ropa nueva-
se nos multiplicaran.

Aurelio González Ovies



Ruinas de Olimpia

Olimpia. Madrugada. Ya casi
primavera.

Lenta, unta la luz del día su cuerpo
con aceite muy tibio,
como una diosa joven
encaprichada
en un mortal atleta.

Es vida lo que veo, aunque es muy poco:
un olivo, rocío sobre el mármol
y la humana apariencia de la tierra.

Aurelio González Ovies







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