Aprendiendo a ver

Al principio
No sabía que frente a mí siempre había paisaje
(el lugar donde nacemos no es sólo un punto de partida)
No sabía por qué
     en tardes ardientes de verano eterno
                                        vine a florecer
El cielo siempre azul
(si no contamos los días embarrados de gris)

El aire insinuante en la lozana piel de los caballos
Y yo galopando sobre la arena blanca
hacia el turquesa ondulado de la mar

Sin nombrar el adiós comencé a
vestirme de despedidas
Las gentes caminando como momias

Por esa manía de no acostumbrarme a los lugares
comencé a soñarme lejos
Sólo fue salir y todo se convirtió en paisaje

La cama embarrada de verde y azul
brilla en la noche oscura del exilio
Otro paisaje
llora el ocre dorado de los atardeceres
el sepia del recuerdo

Abro los brazos al cielo
cuando las olas se congelan en la nieve
La piel se ha vuelto grietas en los inviernos
Los días también en la aridez del alma
Grama seca y desnudez de árboles en cuerpo humano
Intento abrir las piernas para
soplar la humedad convincente de los montes
y me descubro tiesa muñeca rota

¿Será que todo paisaje comienza en soledad?
¿Que toda pertenencia viene después del destaje?

Ahora puedo ver el paisaje
Entiendo finalmente para qué sirven los ojos
Los oídos    la magia de escuchar
En cada paisaje brotan gentes como fantasmas coloridos
En cada imagen se acomodan nuevos cuerpos
Como si supieran que el lugar donde nacemos
no es sólo un punto de partida
que siempre estamos regresando al
ombligo misterioso del origen.

Marianela Medrano



El Corte

La Masacre de Perejil también se conoce como El Corte entre los dominicanos y como Kouto-a (el cuchillo) entre los haitianos. La Masacre de Perejil se refiere a un genocidio patrocinado por el gobierno en octubre de 1937, por orden directa del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo quien ordenó la ejecución de la población haitiana que vivía en la zona fronteriza con Haití. 20.000 civiles haitianos fueron asesinados durante aproximadamente cinco días.

Veinte mil lenguas doblegadas
despiertan en el fondo del Masacre
en filas imperfectas marchan hacia el
Palacio Presidencial de Santo Domingo.
El Generalísimo, temeroso de su propia sombra
ruega a la luna por luz blanca
se empolva la cara en agonía.
¿Su mayor miedo?
la fermentación de pieles y huesos
el levantamiento repentino de sus ancestros.

Veinte mil lenguas doblegadas
dentro de su uniforme de estilo francés
derriban el palacio ladrillo a ladrillo.

¿Cómo romper la maldición—impedir que su sombra dibuje maniquies?
Ataviado de blanco sus garras salen a violar vírgenes
su bastón caña de azúcar hace hoyos
infestados de venenos en el cuerpo débil de la isla.

Él tira basura sobre la tierra
tira basura sobre la tierra
tira basura sobre la tierra
¿O es que el crimen insondable
fertiliza la conciencia de aquellos que tienen una?

¿Deberiamos hacer figuras rígidas de cera en miniatures del General?
menos su pene triste, por supuesto
¿Y qué haríamos, quemarlas a orillas del Masacre?

Cada mujer que violó
cada hombre que hirió para filtrarle su odio
surge de la muerte.
¿Ven las figuras hermosas que emergen
desde el fondo de los tiempos?
cada una queda enyesada con fuerza
en el corazón de la otra.

Vengan, vengan, vengan a ver la isla de la fantasía
donde la historia zumba como un dragón domesticado.
Tenemos la costumbre
de llevar a nuestros muertos con nosotros
se adhieren a la parte inferior de la lengua.
Cantamos con ellos desde la aurora
hasta la puesta del sol.
Se levantan desde el fondo del Masacre.
No enterramos a nuestros muertos. No, nunca.

Marianela Medrano



La esclavitud sigue viva

El hirió a mi madre.
Con la misma cuchilla
me corta nítido ahora.
Mis hermanas sangran también.

Marianela Medrano




La palabra

La cama se mece en movimiento rítmico
liberada en los consejos del tambor
¡Baila la muerte en el cuero
baila no le temas!
El vientre comienza a hincharse
—Las piernas dobladas en un ángulo de fuerza—
En la hendidura
—la misma que mandaron a cuidar como tesoro—
una mano

Como bola de algodón crece el vientre
se aplasta contra la cara
pega la nariz a las mejillas
Los ojos se cierran
—semejando una muñeca de esas que
al inclinarse se duermen—
Amorfo el cuerpo
sin divisiones entre los senos el pubis la cabeza
las estructuras de los brazos y pies —parece descansar—

Un dedo ha de venir a penetrar la suavidad
¡Oh pronto vendrá un dedo a penetrar la suavidad!
Dará vueltas como caja de bola en los ejes
embestirá con golpes húmedos que llegarán a la garganta
Saldrán como flechas extraños jeroglíficos

El cuerpo es una cueva
a la que se entra con la llave de la locura
y la magia de lo imposible
—combinación secreta que sólo algunos conocen—
Los libros juntan la policromía de sus letras
Freud viene a fundirse entre las piernas
—se siente culpable de sus sueños—
Atrapado en un ángulo de olores
indica las posiciones
despierta al Eureka del júbilo
Sopla caricias sobre el punto clave
Acostado encima —dominando lo indomable—
sabe que se le está haciendo tarde
y no recuerda para qué

Desde la esquina veo crecer la bola
Me nazco en la noche
Comienzo a llamar por turno a los amantes
poetas
     jardineros
  excavadores    en fin
Todos levantan la bandera torturada del aliento
los ojos desorbitados en las cuencas

¿A esta mujer quién le despierta?
Le gustan las lanzas porque le llenan de
sonidos el cuerpo
El vientre se describe
el espíritu habla con las lanzas
—palpa el peso y la forma—
persigue el murmullo de las ganas
el parpadeo coqueto de los cuerpos

Acabado el sueño se levanta
La cama aún tiembla con ritmo —lo juro—
Una serpiente cae a sus pies
viene limpiecita —lavada de placer—
Se describe en el espejo
la madre
la hermana
la mujer de al lado
—las estructuras del pensamiento ya tienen formas—
Los barrotes rotos no sujetan más
suelta el pelo o los gritos... yo no sé
Encendida fluorescente
reina en su propio trono.

Marianela Medrano



La vestimenta compartida del destino

“La injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes, estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, atada en una sola vestidura de destino, todo lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente”.
—Martin Luther King hijo.
Carta de la cárcel de Birmingham, Alabama, 16 de abril de 1963

Hemos llegado al final de todos los viajes
nuestras vestiduras hecha jirones
teñidas por la tinta del destino.  
El golpe que ha cerrados los ojos de mi hermano
está cerrando los míos también.

Cuando mi dolor camina en una dirección
el de mi hermano me encuentra justo en el medio.
Hay un bulto en la encrucijada
sospechosamente desatendido
nos cruzamos sin notarlo
tan ocupados limpiando la suciedad de nuestros ombligos.

Nos paramos en el cruce, agotados
agitando un trapo sucio
como hacíamos en el desfile de los domingos.
Ahora lloramos
por el algodón dulce que se disuelve en el viento
lamemos las esquinas pegajosas de nuestras bocas.
Un olor a sangre fresca nos sube
desde la vestidura que compartimos.

Marianela Medrano


Voy a tender puentes

Voy a tender puentes orgánicos
disueltos entre cuerpos
Puentes sin nombres
porque todos los nombres
se le han acostado en sus lomos
Indecibles voces
me tenderán a cielo abierto
Voces mías al irse mías al regresar

Voy a tender puentes que desemboquen
en otros
y en otros
y en otros
orgánicos de quejidos hondos

Puentes que me despertarán
de un sueño no dormido
al final del viaje —que no es viaje
porque no me he movido
porque al moverme me quedo quieta

Orgánica voy a extenderme larga   lejos
Al final estaré yo —la bella muerta
muchacha espantada
Yo la reencarnada en fibras y metales
que vuelve a la carne de donde nunca se fue
para unificar —con el lomo henchido de nombres—

Me naceré aliento ancestral
aliento de niñas dormidas en el maní
¡Un puente de niñas de maní!
suaves como la mambá
mezcladas en la pasión arrolladora del Caribe

Voy a construir puentes que me lleven a las otras
en las que planeo perderme para encontrarme
Encontrarme puente reencarnada en
las carnes vivas de las que se han muerto
Puentes de cañas que abren
la envoltura de las almas
Puentes orgánicos que respiran
tiznados por el arrebatado gesto de las niñas
—no tan niñas en la vejez—

Un puente que se abre y se cierra
por el que viajamos sorprendidas de nuestra tinta
tiznadas mujeres de pulso ágil
escribiéndonos y reescribiéndonos en el puente
donde se han acostado todos los nombres

¡Que entre la vida a puro aliento
de la vida a la muerte en un puente de dos vías!

Tiznadas de la tinta imborrable
(la que baja por la lengua de las sabias)
Tinta que nos viste   nos desviste
Tiznadas al desnudo
mujeres puentes vestidas de palabras
fibras orgánicas estas que nos hacen humanas
respirando en el maní
       en la mambá
            en la caña
o en el amarillo tímido del cazabe
Una insinuación de gloria
           lo que se creía perdido
         lo que nunca se había ido
                 pendiendo del puente
                      este que tiendo —desde ahora y
              para siempre el poema—

Un puente que nos mire
y al mirarnos nos cobije
Defina que hay más allá
Si hay más allá hay que seguir tendiendo puentes
              de caña
                    de mambá
                         y cazabe
                            puentes de agua
                               puentes de tinta
                                 puentes de lenguas.

Marianela Medrano













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