Canción de un Río Vespertino

Un rayo de sol poniente se extiende sobre el agua,
la mitad del río es esmeralda, la otra  rubí.
Me gusta la tercera noche del noveno mes—
las gotas de rocío se convierten en perlas, la luna en un arco.

Bai Juyi


El corazón en Otoño

Pocos visitantes traspasan esta puerta,
muchos pinos y bambúes crecen frente a los escalones.
El aire de otoño no entra por la pared del Este,
el viento fresco sopla en el jardín del Oeste.
Tengo un arpa, soy muy perezoso para tocarla,
tengo libros, no tengo tiempo para leer.
Todo el día en esta tierra de una pulgada cuadrada (el corazón),
sólo hay tranquilidad y no hay deseos.
¿Por qué debería hacer más grande esta casa?
No es útil decir mucho.
Una habitación de diez pies cuadrados es bastante para el cuerpo,
un Peck de arroz es suficiente para el estómago.
Además, sin capacidad para manejar los negocios,
recibo ociosamente el salario del emperador.
Ni planto un solo árbol de morera,
ni cultivo una sola hilera de arroz.
Sin embargo me alimento bien todo el día,
y estoy bien vestido todo el año.
Con una conciencia tal, y conociendo mi vergüenza,
¿por qué debería estar descontento?

Bai Juyi


El fin de la primavera


La flor del peral se comprime y se transforma en fruto.
Los pichones nacen de los huevos de la golondrina.
¿Qué consuelo ofrece la doctrina del Tao
cuando se enfrenta la mudanza de las estaciones?
Me enseñará a ver volar los días y los meses,
sin llorar en exceso por la juventud que muere.
Si el mundo transitorio no es sino un largo soñar,
poco importa si somos jóvenes o viejos.
Siempre, sin embargo, desde que mi amigo me dejó,
y viví en el exilio en la ciudad de Chiang-ling,
hubo un deseo que no he podido dominar:
y es que de cuando en cuando, por azar, vuelva a verlo.

Bai Juyi




En el estanque

Dos monjes budistas de la montaña
juegan al ajedrez, en el bosque de bambú.
Reflejan la luz los bambúes y no se ve a nadie;
de cuando en cuando se escucha el sonido de las piezas.

Bai Juyi




La cuchara de plata

Mi corazón está acostumbrado a los destinos remotos;
no me resultó difícil abandonar mi casa.
Pero sí el dejar a la señotita Kuei:
por ella las lágrimas llenaron mis ojos.
La niña debe ser alimentada con muchos cuidados:
señora Tzao, le ruego que usted se ocupe de ello.
Por mi parte, he envuelto y he mandado una cuchara de plata:
¡come sin preocuparte, y piensa en mí cuando comas!

Bai Juyi



La Liberación del Halcón

En octubre, se saca al halcón de su jaula.
Entre la hierba que comienza a secarse, engordan los faisanes y las liebres.

El cazador, su antebrazo cubierto de cuero, dirige con el dedo al halcón. 
De cien ataques, no pierde una presa.

Las alas del halcón, rápidas como el viento.
Sus garras, tan afiladas como un punzón.

En un principio, es el pájaro el que se beneficiaba de la caza. 
Ahora, son los hombres los que aprovechan la ganancia.

¿Cómo enseña estas habilidades el cazador? 
Este arte es fácil de dominar.

Hay que tomar en cuenta la naturaleza del ave:
el método es alternar los períodos cuando esté hambrienta y cuando esté saciada.

No debe enviársele a una misión dejándola con hambre por mucho tiempo.
No debe enviársele a una misión dejando satisfecho su apetito por mucho tiempo.

Si está hambriento, por regla, el halcón no tendrá mucha fuerza.
Si está saciado, por regla, volará y dará la espalda a su amo.

Cuando tenga hambre, hay que permitir que vuele y ataque a su presa.
Cuando aún no esté saciado del todo, hay que resguardarlo y encadenarlo.

Entonces, el halcón sabrá utilizar la fuerza y destreza de sus alas y sus garras.
Y los hombres tan solo deberán esperar sentados la recompensa.

Así, de la misma manera que con las aves, se utiliza este arte cuando el Emperador avasalla y domina a los héroes que están a su servicio.

Y aunque el mensaje de estas palabras es bárbaro, no lo ignores. 
Lo escuché de varios maestros en el arte de la cetrería.

Bai Juyi



La vejez

Tú y yo envejecemos juntos;
veamos un poco: ¿cómo es esta vejez?
Los turbios ojos se cierran antes de que sea de noche,
la perezosa cabeza está despeinada a mediodía.
Apoyados en bastones, damos a ratos un paseíto,
o estamos sentados todo el día con las puertas cerradas.
No osamos mirarnos el rostro en un espejo claro,
no podemos leer los libros con letras pequeñas.
Cada vez más hondo es el cariño de los viejos amigos,
cada vez más raro nuestro trato con los jóvenes.
Queda una cosa: el placer de las charlas ociosas
es mayor que nunca cuando nos encontramos los dos.

Bai Juyi



Ligeros y gordos

Con paso arrogante invaden la alameda;
Las monturas de sus caballos resplandecen entre el polvo.
Me atrevo a preguntar quiénes son esas personas;
me responden: Son eunucos del palacio imperial.

Cinturones escarlata de nobles funcionarios;
los de insignias púrpura son todos generales.
Se jactan de asistir al banquete de la Guardia de Honor;
galopan sus caballos como nubes ligeras.

De las jarras amontonadas desborda vino añejo;
Reunidos los ocho manjares de la tierra y el agua.

Sin piel las mandarinas de Dongtung;
rodajas de arenque; pescados del Estanque Celeste.

Hartos de comer, con el corazón satisfecho;
excitados por el vino, se tornan aún más altivos.

Este año la sequía ha golpeado al sur del río;
en Quzhou los hombres comen hombres.

Bai Juyi


Los crisantemos del jardín del levante

Los años juveniles me han dejado de una pieza,
y me han menguado los años maduros;
¡qué pensamientos tristes y solitarios me invaden
mientras visito de nuevo este lugar desierto y frío!
En medio del jardín me detengo, solo, largamente.
El sol está descolorido, gélidos el viento y el rocío.
La lechuga otoñal se retuerce y convierte en simiente.
Los árboles están cargados y marchitos.
Solo han quedado las flores del crisantemo,
que brotan aquí y allá bajo los setos abandonados.
Quisiera llenar un vaso con el vino que he traído.
Pero la vista de los crisantemos me detiene la mano.
En mis años jóvenes, recuerdo,
rápidamente pasaba de la tristeza a la alegría;
pero ahora, que la vejez se presenta,
los instantes de alegría son más raros.
Siempre me asusta pensar que cuando sea muy viejo
el vino más fuerte no bastará para consolarme.
¿Por qué os interrogo, tardíos crisantemos,
por qué florecéis solos en una estación tan triste?
Aunque sepa bien que no lo hacéis por mí,
quiero, a vuestra semejanza, lo poco que se pueda,
aplanar mi rostro.

Bai Juyi



Poema loco para mis sobrinos

El mundo desprecia a los iletrados;
yo, indigno, conozco de signos y pinceles.
El mundo desprecia a quienes no tienen cargos;
yo, indigno, ocupo un puesto importante.
Con la edad, el hombre enfrenta males y sinsabores;
yo, por gracia, no sufro de nada.
Al envejecer llegan fatigas y penas;
hoy acabo de casar a mis hijos.
El corazón en paz, nada me molesta;
el cuerpo tranquilo, sin compromisos.
Es así, desde hace dos lustros,
mi espíritu y mi cuerpo logran reposo.
Y, además, en mis últimos años
no necesito gran cosa.
Un traje de piel mientras pasa el invierno;
una sola comida para llenar el día.
No diré nunca que mi casa es pequeña,
sólo un cuarto necesito para dormir.
¿De qué vale tener muchos caballos?,
no se pueden montar dos a la vez.
Hombres afortunados como yo,
son sólo siete de diez.
Hombres de corazón feliz como yo,
es difícil encontrar uno entre ciento.

Para comentar las apariencias, hasta los tontos son agudos;
para mirarse a sí mismos, hasta los sabios se equivocan.
Como no me atrevo a tratar de todo esto con los demás,
dedico este loco poema a mis sobrinos.

Bai Juyi



Sobre Loazi

“Los ignorantes hablan, pero el sabio permanece en silencio”.
Escuché decir a Laozi.
Pero si Laozi conocía el Camino,
¿Por qué escribió un libro de cinco mil caracteres?

Bai Juyi



Soy un hombre del norte, hoy condenado y desterrado.
Los humanos y los pájaros: aunque diferentes, ambos estamos aquí de paso.

Y el hombre en exilio al observar el dolor del ave en exilio,
paga su rescate y la libera, para que parta rumbo a las nubes.

Bai Juyi














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