"A Albert tampoco le gustaba aquel pelo negro tan ensortijado por todas partes, incluso con mechones que le brotaban del cuello bajo la manzana de Adán. Seguramente, en tiempos de paz se debería afeitar varias veces al día para no despertar sospechas. Aunque es cierto que existían mujeres de aspecto viril, feroz, masculino, vagamente español. Incluso sin mencionar a la propia Cécile, Albert no era capaz de soportar al teniente Pradelle. Desconfiaba. Porque amaba el peligro. Le encantaba todo lo relacionado con el ataque, el asalto y la conquista. Desde hacía algún tiempo, de hecho, parecía menos atractivo de lo habitual. Era evidente que la posibilidad de un armisticio ofendía su fervor patriótico. La idea del fin de la guerra arruinaría al teniente Pradelle.
Manifestaba con impaciencia sus inquietudes. La falta de entusiasmo de los soldados lo exasperaba. Cuando caminaba entre las trincheras y se dirigía a los hombres, dotaba a su discurso de tanto entusiasmo como era capaz, evocando la necesidad de un último golpe de gracia al enemigo, la respuesta de su soldada, apenas un leve gruñido, mientras sentían el peso su nariz punzante sobre sus botas. No se trataba sólo del miedo a la muerte, sino de la idea de morir ahora. Morir el último, se dijo Albert, no es como morir el primero."

Pierre Lemaitre
Nos vemos allá arriba



"Con qué facilidad una vida normal puede desequilibrarse, en un segundo hacia la locura, hacia la muerte."

Pierre Lemaitre



"Durante bastante tiempo, muchos habían visto a Désiré como una paradoja. Costaba creer que aquel joven que recorría con paso rápido y nervioso los pasillos del Continental pegado a las paredes, y que parpadeaba inquieto cuando le dirigías la palabra, fuera la misma persona que, con una claridad meridiana, explicaba todos los días la situación a quienes no la entendían con voz tranquila y pausada y mostrándose tan extraordinariamente informado.
En el Continental, sin embargo, la evolución del contexto militar había desplazado los centros de interés. Désiré Migault, considerado por unanimidad un pilar de la información, ya no intrigaba a nadie, salvo al señor De Varambon, que seguía su pista con la tozuda determinación de un fox terrier de pelo duro. Aun así, aquello no sorprendía a nadie, de modo que nadie le hacía caso. El señor De Varambon era la Casandra del Continental.
Todas las miradas estaban puestas en el norte del país, donde las tropas francesas y aliadas retrocedían ante la presión de la ofensiva de los alemanes, que, espoleados por su éxito en las Ardenas y por la rapidez con que sus tropas avanzaban, habían barrido a su paso a todo un ejército valeroso y esforzado, pero dramáticamente mal preparado para una situación que ningún jefe de Estado Mayor había sido capaz de prever. Cada vez era más difícil comentar con serenidad la situación ante la prensa. Los corresponsales del frente entraban en el juego y cantaban las alabanzas del ejército francés, pero no podían disimular el desastre de Sedán, la derrota más reciente en Flandes y, ahora, el «movimiento hacia atrás» (Désiré dixit) en dirección a Dunquerque, donde las tropas francesas protegían con valentía la retirada de los Aliados para evitar que todo aquel pequeño mundo fuera arrojado al mar. Désiré, impertérrito, seguía asegurando que «los Aliados luchan admirablemente», «contienen el avance alemán» o que «nuestras divisiones desafían los esfuerzos del enemigo». Aun así, se sabía con certeza que había más de trescientos mil soldados en peligro de ser exterminados por el ejército enemigo o de acabar en el fondo del Canal de la Mancha.
Désiré tuvo una nueva ocasión de mostrar su lucidez extraordinaria y la eficacia de su mente el 28 de mayo, cuando se supo que el rey Leopoldo III de Bélgica renunciaba a la lucha y optaba por rendirse al ejército alemán."

Pierre Lemaitre
El espejo de nuestras penas


"El médico tenía una voz muy suave. No se había movido un milímetro.
Él no tuvo fuerzas para responder. La muerte de Rémi era algo muy presente y a la vez muy lejano, en su cabeza se mezclaban demasiadas cosas diferentes. ¿Adónde habrían llevado el cadáver? Se imaginó a Bernadette sentada junto al cuerpo tendido, intentando calentar la manita helada entre las suyas...
¿Estaban esperando a que el doctor Dieulafoy les diera luz verde como médico para venir a detenerlo? ¿Retenían los gendarmes a su madre, abajo? Puede que, como era menor, fuera un médico quien debiera oír su confesión... Ya no sabía a qué pregunta tenía que responder.
La penumbra de la habitación lo acercó a Rémi. El sitio del que lo habían sacado también estaba muy oscuro.
Se imaginó a los hombres agachados junto a la gran haya. El señor Desmedt no había dejado que nadie más que él fuera a buscar a su hijo al agujero negro, hasta los bomberos permanecían a respetuosa distancia. Sólo habían acercado una camilla y una manta grande para cubrir el cuerpo. El momento en que el señor Desmedt tiraba del niño hacia él era desgarrador. Lo había cogido de un brazo, lo primero que aparecía de Rémi era la cabeza, su pelo castaño se reconocía enseguida, luego surgían sus hombros. Su cuerpo estaba tan flácido que parecía salir a la superficie en desorden.
Antoine se echó a llorar.
Las lágrimas le hicieron sentir un alivio inesperado. No eran las de otros tiempos, de la época en que era libre, sino un torrente profundo y apaciguador. Lágrimas que limpiaban.
El doctor Dieulafoy asintió sobriamente, aprobando algo que no había sido dicho, pero que él parecía haber oído.
El torrente de las lágrimas de Antoine era inagotable. De manera inexplicable, en ese instante había felicidad. La felicidad de un alivio que ya no esperaba. Todo había acabado y aquel llanto era el de su infancia, le brindaba una protección, le proporcionaba una paz que lo acompañaría dondequiera que lo llevaran.
El médico permaneció largo rato oyéndolo llorar; luego se levantó, cerró el maletín y cogió el abrigo sin mirar a Antoine."

Pierre Lemaitre
Tres días y una vida


"El olvido es inevitable. Pero recuerde, no es sanar."

Pierre Lemaitre


"Es mejor leer a Proust que ir al psicólogo."

Pierre Lemaitre


"Es un modelo de cuerda antiguo, no uno de esos cabos sintéticos y lisos que se ven en los barcos, sino cáñamo muy grueso capaz de sostener una jaula como aquella.
Las ratas son una decena. Están las que Alex conoce, las que llevan allí desde el principio, y las nuevas, que no sabe de dónde vienen ni cómo las han avisado. Han adoptado una estrategia de grupo. La han rodeado.
Tres o cuatro ratas toman posiciones sobre la caja, a la altura de sus pies; dos o tres más campan por el extremo opuesto. Según ella, cuando lo juzguen oportuno, le saltarán encima todas a la vez, pero de momento algo se lo impide: la energía de Alex. No deja de lanzarles juramentos, de provocarlas, de gritar, y las ratas sienten que dentro de esa caja hay vida, resistencia, que tendrán que pelear. Ya hay dos ratas muertas en el suelo, y eso les da que pensar.
Olisquean la sangre permanentemente, erguidas, con el hocico alzado hacia la cuerda. Excitadas, febriles, se han acercado por turnos para roerla. Alex no sabe cómo se organizan para decidir cuál de ellas irá a comer.
Qué más le da. Se ha abierto una nueva herida, esta vez en la parte inferior de la pantorrilla, cerca del tobillo. Ha encontrado una vena limpia, abundante. Lo más difícil es mantenerlas alejadas mientras impregna la cuerda.
La cuerda que, por otra parte, se ha reducido a la mitad. Es una carrera contrarreloj entre la cuerda y Alex. Solo falta ver cuál de las dos cederá primero.
Alex no deja de balancearse y la jaula oscila de un lado a otro. Eso les complicará la tarea a las ratas en caso de que se decidan a ir a por ella, y espera que ayude a hacer que la cuerda ceda.
Si su estrategia funciona, además, es necesario que la jaula caiga en ángulo y no plana para que se rompan algunas tablas. Así que Alex se da el máximo impulso posible, aleja a las ratas e impregna la cuerda. Cuando una de ellas se acerca a roerla, mantiene a las demás a distancia. Alex está extremadamente cansada y se muere de sed. Tras la tormenta, que ha durado más de un día, ya no siente algunas partes de su cuerpo, que parecen anestesiadas.
La rata gorda y gris se impacienta.
Desde hace una hora, cede su turno y deja que las otras vayan a la cuerda a atiborrarse.
Eso ya no le interesa.
Mira fijamente a Alex y lanza chillidos estridentes.
Y, por primera vez, introduce su cabeza entre las tablas y silba.
Como una serpiente, arrugando el hocico.
Lo que funciona con las otras no funciona con ella. Por más que Alex grite y jure, ella no se mueve. La rata permanece con las garras clavadas en la madera para no resbalar debido al vaivén de la jaula.
Se agarra y la mira fijamente.
Alex también la mira.
Son como una pareja de enamorados que dieran juntos una vuelta en tiovivo mirándose a lo más profundo de los ojos."

Pierre Lemaitre
Alex



"Es una lástima que hasta algunos de mis editores digan que hay un Lemaitre literario y otro policial. Soy un único novelista. Utilizo diversos géneros, pero no estoy escindido ni soy esquizofrénico.¡No estoy loco!, se lo juro."

Pierre Lemaitre


"La suma de coincidencias necesarias para que ocurra un desastre es verdaderamente desconcertante."

Pierre Lemaitre




"(...) La verdad, la verdad... ¿Quién puede decir qué es verdad y qué no lo es, comandante? Para nosotros, lo esencial no es la verdad, sino la justicia, ¿No es así?"

Pierre Lemaitre



"Lo que me mueve es una necesidad de contar una historia."

Pierre Lemaitre



"Mi compromiso es social, más que político. He aceptado ser embajador de Secours Populaire, una gran asociación en la que milito, que combate la pobreza y ayuda a los más desvalidos. Si me pregunta por la política, me sitúo en un ámbito de izquierdas y me siento a la vez inquieto, triste y aburrido. El quinquenato de François Hollande ha sido, intelectualmente, humillante. Le diría al mundo: perdónennos, a los franceses, por ser tan mediocres. Ese tipo ha pasado cinco años en su puesto de trabajo y no va a quedar ninguna huella. Sólo un vacío anonadante. No ha tenido ninguna ambición, ningún proyecto, ninguna idea, ninguna medida, ha dejado las cosas pasar. Pasemos esa página cuanto antes. Hemos perdido cinco años, viendo subir a la extrema derecha, aumentando la brecha entre los más ricos y los más pobres. Hollande ha hecho que más de medio millón de niños sean mucho más pobres. Ese es su balance. Con un gobierno de derechas lo vería normal. Pero a la izquierda lo mínimo que puedes pedirle es que corrija las cosas un poco. No creo que las presidenciales sirvan de gran cosa. Los que servimos somos nosotros, lo que sirve es ponerse de pie, las protestas callejeras, el 15-M en España, Occupy Wall Street en Estados Unidos, esos movimientos sociales creativos, imaginativos y frescos. Hay una juventud inteligente, que piensa en su futuro y en el del planeta. En eso creo."

Pierre Lemaitre


"Mi voluntad es conducir al lector a una ¬situación ambivalente, que comprenda lo que le sucede a Antoine, pero a la vez que no se sienta contento de su conducta. Que al mismo tiempo lo disculpe y lo condene. Y que, al final, decida si la decisión de Antoine es buena o no. Eso indica que es más una novela negra que una novela policiaca, porque conocemos desde el principio al autor del crimen, que en realidad es más bien un accidente porque no hay preme¬ditación. No hay ningún misterio, así que para mantener al lector en vilo tuve que buscar un misterio secundario: ¿será detenido o no?"

Pierre Lemaitre


“No creo en las heroínas naturales.”

Pierre Lemaitre


“No hay nada más difícil que vivir con un depresivo. Aparte de ser depresivo uno mismo, claro.”

Pierre Lemaitre




"Se mueve sin memoria, maquinalmente, con la mente vacía, sin ser consciente de nada. Así es como ocurrió todo. Por eso salió huyendo."

Pierre Lemaitre


"Si 20 millones de lectores me reclaman por escrito un quinto libro, haré el sacrificio de revivir a Verhoeven. Un personaje tiene un potencial narrativo, y el de Camille ha hecho su trabajo."

Pierre Lemaitre


"Tengo fama de ser duro con mis personajes y me pone contento que alguien advierta que no lo soy. Quizá la razón es que mi visión de la provincia es política. Ese pueblo está marcado por el desempleo, la recesión, la crisis de las pequeñas empresas. Son los excluidos del neocapitalismo. No creo que Flaubert, cuando describía a los habitantes de Yonville, tuviese en mente otra cosa que la mezquindad espiritual de la vida de provincia; no le interesaban los mecanismos sociales que determinaban esa mezquindad. No digo, por supuesto, que yo lo haga mejor; digo que la comparación termina cuando se advierte que mi cámara no está ubicada en el mismo lugar."

Pierre Lemaitre


"Yo como Obelix me caí en la marmita de esa literatura, la de Balzac, Dumas, Sue, Stendhal, Maupaussant. Crecí en ella de una forma natural. Soy el último escritor vivo del siglo XIX."

Pierre Lemaitre


"Yo soy un único novelista. Utilizo diversos géneros, pero no estoy escindido, ni soy esquizofrénico. ¡No estoy loco!, se lo juro."

Pierre Lemaitre













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