"Creo que somos una sociedad bastante racista. Basta ver el tratamiento que se le ha dado históricamente al pueblo mapuche para darse cuenta que la sociedad chilena rechaza las diferencias, nos es capaz de integrar en forma adecuada otras formas de pensar y otras razas. Y como de alguna manera los peruanos que llegan a Santiago se han venido a instalar en el barrio de Heredia, que es de la Catedral hacia el Mapocho, era un tema que inevitablemente llegaría a golpear su puerta."

Ramón Díaz Eterovic



"El género policial ha ocupado el espacio de la novela social."

Ramón Díaz Eterovic


"En el humo de los cigarrillos de tabaco negro que fumaba por las noches, Changa intuía que el peor enemigo del pasado son los recuerdos. Y por eso, o porque el amor es el único sentimiento que permite observar la vida, volvía una y otra vez a la tarde en que se descubrió a solas con Rendic en aquella casa donde se imponía un olor a flores secas y humedad, Las pupilas se habían marchado diciendo que era preciso orear las habitaciones y espantar el fantasma de la finada. Una orden que Changa se dispuso a cumplir antes que la nostalgia o la necesidad la obligara a regresar a la casa donde las mañanas eran lentas y las noches largas y bulliciosas.
Al iniciar el trabajo, vio salir a Rendic del cuarto que había sido de Martina y sintió un miedo similar al de aquella noche que ninguno de los dos olvidaba y que a veces, cuando el aguardiente hacía su juego de caracolas y ensueños, recordaban como un secreto que de tarde en tarde era necesario airear para contar con un motivo para seguir viviendo.
Rendic maldijo a las mujeres que habían abandonado la casa y ordenó a Changa dejar tranquilas las ventanas, porque desde ese instante, o más bien desde la muerte de Martina, todo lo que ocurriera en la casona rosada dependía de su voluntad. Envuelto en el silencio que lo caracterizaba Changa se ocupó de trozar leña, vaciar cantoras y lavar las sábanas impegnadas del semen urgente de los últimos visitantes. A la medianoche, mientras barajaba un sucio mazo de naipes españoles, escuchó los gritos que desde la calle daba un cliente y observó a Rendic abrir una ventana y exclamar a voz en cuello la verdad entristecida de esa hora. Lo oscuridad devolvió las protestas del extraño y Rendic, sin ánimo de iniciar una reyerta, retornó a la pieza de Martina para seguir hurgando en la cómoda que contenía sus corpiños, pañuelos y medias de antaño. Las telas rojas del deseo, las negras del olvido, las amarillas de la suerte. Lo vio tomar las prendas, apreciar sus perfumes, las huellas de antiguas fiestas y supo que en ese ejercicio fetichista reconstruía la historia que los unía."

Ramón Díaz Eterovic
Correr tras el viento



"... los códigos de la 'novela negra' que surgiera en los Estados Unidos a comienzos del siglo XX (...) estaban presentes y vigentes en la realidad de un país como (Chile). Una atmósfera asfixiante, miedo, violencia, falta de justicia, la corrupción del poder, inseguridad: elementos que en Chile vivimos en años recientes y que aún ahora prevalecen con sus sombras y sus 'boinazos'."

Ramón Díaz Eterovic


"Por prejuicio e ignorancia, sobretodo en Chile. Yo estoy publicado en varios países europeos en colecciones, digamos, de literatura normal. En general hay toda una prensa que acoge la literatura policial a partir de ciertos autores que le han dado estatura a nivel universal, nadie se atreve a mirarla en menos. Pero acá en Chile hay mucha ignorancia, que creo se debe a que estamos atrasados con una serie de autores que en Estados Unidos o Europa son muy leídos. Falta información y libros."

Ramón Díaz Eterovic


"Primeros meses del año 1974. Días para dejar pasar en silencio, mirando de reojo la aparente tranquilidad de las calles; la temerosa quietud de la gente que va aprendiendo a disponer sus palabras de acuerdo a la música marcial que se escucha por todas partes. Silencio que se usa como salvoconducto, entre los límites del toque de queda y los bandos que van normando la vida hacia un orden de botas y patriotismo de utilería. El miedo que se dejó caer desde los cielos seguía en el aire como un buitre insatisfecho, y al contrario de lo que pensaban los optimistas, en vez de terminar se acrecentaba, de un grito a otro, oscuro, adherido al murmullo cotidiano, mientras el carrusel del horror giraba en las sombras, implacable.
Llegué a la Facultad para vivir el primer día de clases y, desconcertado, como la mayoría de los novatos que paseaban por los pasillos, miré de un lado a otro buscando alguna señal que me orientara. Los vetustos muros contenían el eco bullicioso de los estudiantes y después de la falsa conferencia impartida por un alumno de los últimos años, salimos al patio a estirar las piernas y tomar el sol, mientras nos habituábamos un poco más a ese lugar que sería el punto habitual de encuentro.
Lo conocí en el casino de la Facultad, mientras hacía cola para comprar un café. Vestía pantalones grises y chaleco amarillo; se colocó detrás de mí y luego de sonreír me preguntó si podía convidarle a un cigarrillo.
Tomó uno de los cigarrillos que le ofrecí y lo miró un instante, antes de llevarlo a sus labios y de aguardar a que lo proveyera del fuego súbito de mi encendedor."

Ramón Díaz Eterovic
El ojo del alma










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