DE CÓMO EL SILENCIO FUE SONORO LA NOCHE DEL NACIMIENTO

Era el silencio por la noche plena
al filo del feliz alumbramiento,
como rabel que de afinado suena
al menor y sutil tacto del viento.

Velaba su Rocío la Azucena
pesando en su cogollo el firmamento;
y a su peso la nieve, ya serena,
doblaba su candor y cielo atento.

Destellando extremadamente bella,
asombrando la esfera en manso vuelo
caía al suelo la mejor estrella.

Resuelto en lenguas de alta plata el hielo,
era rabel de amor por la Doncella,
que adormecía en su regazo cielo.

Ángel Gaztelu


EL ROSTRO DEL MAGNIFICAT DE BOTICELLI

Tu frente de alumbrarnos nunca cesa,
absorta el alba en tu candor reposa:
nieve y espejo la azucena ilesa
copia tu hechizo y agua melodiosa.

Como la luz que en el trigal se espesa
granándose en la espiga rumorosa:
como el ala del día y su promesa
mansamente doblándose en la rosa.

Vuelcas la plenitud de tu rocío
al aire de tu clara primavera.
Gracias por el celeste señorío

de tu rostro invadiendo la ribera
de nuestra sombra, como el áureo río
de la luz invadiendo la vidriera.

Ángel Gaztelu




Oración y meditación de la noche

Siento ahora golpes de agua en mi frente
que aceleran mi sangre con ímpetu claro
de gracia.
Es profunda la noche, como un pozo, como
el pozo que soñara
de la eterna Palabra el diálogo del agua viva,
donde ha de hundir el alma para el fruto
la pasión de sus raíces.
Una estrella me moja los labios con los altos
rocíos de su cielo...
Es profunda la noche y grandes los golpes
del agua:
pero siento paz honda por la estrella que
gobierna mi frente,
una paz tan activa, como la llama, cuando
embiste a la arista.
Esa llama se ha lanzado por secretas y seguras
galerías en mi pecho
y se ha prendido en mi costado y como a zarza
le quema sin gastarlo.
Quisiera callar, mientras siento los secretos
estallidos de la llama.
Quisiera callar... pero es el amor quien en mí
levanta su canción altísima
su canción ardiente y perfecta y redonda como
una granada.
Quisiera callar...pero su ardor irresistible
es quien mueve mi voz
esta noche en que estoy encumbrado como
en monte de delicias,
tan cercano, ay, del cielo que podría arrancar
con las manos
al árbol de la noche tan florido, la emoción
tan clara de sus frutos.
Oh noche, monte ilustre, alto, cuajado paraíso,
recreado por la estrella, fruto que en mi mano
inventa un cielo,
que examina mi garganta y la enciende en nuevo
cántico.
Cántico de unión perfecta en esta música callada
aprendida, oh estrella, en el blanco y conmovido
manar de tus lumbres,
aguas vivas, altas, que han apagado las ansias
fáciles de los surtidores
al logrado solfeo del tresillo del pájaro
y del rabel del ángel.
Un comienzo de aurora por la luz de tu rostro
rompe el centro del alma,
y me siento invadido todo de una caudalosa
avenida de música,
toda iluminada, oh amor, por las claras vihuelas
de tus infantes de espumas.
Oh divina lumbrarada. Cómo por cantar
tu nombre, madrugan los trinos,
se incendian las fuentes de fanales y de líricos
halos las campanas
Yo sé que toda la hermosura del campo sueña
a la sombra de tu gracia
sé que por ti se ilumina el aire y se esclarece
el agua:
pero sé también que nada, sino tú, puede dar
paz a los mares,
y nada pueden llegar a decirme las claras
aleluyas de la espuma,
los ríos, las fuentes, los aires, los árboles,
los pájaros y las campanas.
¿Qué voz podrá contarme de tu nombre, si no
eres tú el que cantas?
Canta por mí, cántate, cántame la canción
de tus labios hermosos,
la canción de la viña encendida de pámpanos
y gozos maduros,
la canción que cantas cuando apacientas
las estrellas y las llamas por su nombre,
y a la sombra de tu flauta pastoril, gáname
el sueño, para tu alta vida,
eternizándome el recuerdo de esta noche toda
limpia de tinieblas,
cuando has cortado tu mejor estrella y la cuelgas
tan cerca de mi pecho
que siento me educa un cielo vibrante
en las aristas vehementes,
ésas, que han hundido sus raíces temblorosas
en mis centros
donde un vigor de aguas prepara un salto
a definidas claridades:
salto que ya el amor le ha dicho la porfía,
la distancia y la conquista...
Oh perfecto y vivo salto. Salto a gloria
de estrella, a flor de cielo,
en gracia de la sal de tu palabra, porque
es eterno el hombre.
Sal de tu gracia: la que entrega nueva vida,
que tanto enciende la esperanza,
tanto el labio sabe y pregusta la garganta
su presencia,
que si canto, tú eres la canción organizada
de mi canto,
que si amo, tú eres la función vehemente
de mi alma
con todas las presencias misteriosas, con todas
las noticias inefables
que expresa la noche en su silencio sonoro,
cuando están tus oídos siempre alerta
y tu pecho siempre abierto, patria final y florida
de la paloma.
¡Oh amor! ¡Oh estrella, que plateas y esclareces
las pasiones de esta noche,
y aderezas en su nombre de delicias esta cena
memorable
en que es el manjar más dulce la visión
de contemplarte frente a frente.
¡Oh amor! Organízame la palabra pura y limpia
que diga tu nombre.
Tu nombre que nos quema la lengua, el labio
y el suspiro,
flechadura del pecho, tallo vivo que busca
su flor
y hace de la boca, granada estación de la llama
cuando la alimenta la blanca flor de la harina,
país de gracia o nieve.
Qué bien te reconozco, oh perfil imborrable,
oh estrella, noticia iluminada,
ahora que presides, en esta clara noche, el más
hermoso día.
¡Oh noche, oh cena dulcísima, oh visión
encendida en la luz de tu rostro.
¡oh manjar, que te come el hombre
y se encumbre más que el ángel
cuando todo el cielo emigra, derramándose
en su pecho,
enciende la sangre y hace del alma, tálamo
de Dios, selectísimo.
Adhiérete a mi lengua, oh clara y viva pasión de lumbres
Adhiérete a mi pecho, tierra apurada y propicia
a la emoción de la flor del trigo, sorpresa mejor
de la espiga.
Quema mis pasiones con tu purísima sangre,
con el chorro del pecho del Cordero
que vigila mis sueños sobre el libro de los siete
sellos.
Con tus siete sellos, sella para todo lo que
no seas tú, mi sangre.
Sazónala con la sal de tu gracia, sal de tu estrella,
prenda de eternidad.
Y mi nombre, Señor, escríbelo con el fuego
de tu sangre,
de tu sangre imborrable, más rica que la plata
y el oro, en el libro de la Vida.
Es todo lo que quiero pedirte, Amor, esta noche
a la paz de tus estrellas.

Ángel Gaztelu



Paisaje

Ventana, a la luz lanzas
tus brazos, abres tus hojas,
como un pájaro sus alas
y haces la estancia sonora.

Traes las voces de la calle,
los ruidos de los pasos,
los perfumes vegetales:

ese cotidiano río
de los cabeceantes carros
y los salomónicos gritos
de los pregones frutales.

Te entregas también ventana

a las verónicas del aire,
con las familiares telas
tendidas en las solanas,
-oh polícromo oleaje-.

Allá, a lo lejos, un árbol
derrama su alzada copa
sobre los rojos tejados:
flechando su fresca fronda
llegan azorados pájaros.

Allá una aérea espadaña
fija su aguja de piedra,
donde tenue luz morada
quiebra el perfil de la tarde.

Desde la esquila lejana
llueve -sombra y sueño- el ángel.

Ángel Gaztelu


Parábola

I

Sombra de la noche
yerra por los álamos.
Su secreto a voces
recorre los ramos.

Altos son los caños
de la serranía,
donde bala el aire
y el águila anida.

Altos son los caños
donde el agua suena,
despertando el duro
sueño de la piedra.

Altos son los caños
de la noche fría,
donde gime el agua
su sueño de espiga.

Por los altos caños,
norte del balido
subía buscando
la flor del aprisco.

Por los altos caños
donde daba el agua,
batía la luna
albricias de plata.

Con la noche oscura
se alejaba el río.
Su sombra de ciervo
creaba el hechizo.

Creaba el hechizo
pecho de azucena,
isla de la nieve
que una flor gobierna.

II

Sombra de la noche
corre por los caños
altos de la sierra.
Plata de los álamos

Sus hojas preguntan;
suspiros y pasos
suspenden los aires
y tiemblan los ramos.

El agua callaba
silencio de piedra.
A golpes de alondras
brotan cinco estrellas.

Cruzando la noche
contra las corrientes,
a punta de zarzas
las huellas florecen.

Cuando la encontraba
por los altos riscos,
puro y reluciente
cuajaba el rocío.

Cuando la encontraba
y la requería,
blanca y colorada,
la rosa nacía.

Lucero hechizado
disuelve su nieve.
Raudas hieren altas
gargantas celestes.

Altos son los caños
anchos de la sierra,
donde el agua canta
ganancia de piedra.

Altos son los caños,
altos, que relumbran.
A paso de ciervo
huía la luna.

Por las blancas selvas
que el alba florecen.
A paso de ciervo
huyen las corrientes.

Agua amanecida
cítara de plata
canta el aleluya
raudo de la gracia.

Agua amanecida
rauda de la gracia,
mi secreto a voces
por las ramas canta.

Ángel Gaztelu



Soneto

Campo claro de luna gobernado
gana y extiende mi secreto empeño,
gozo de nieve ya por siempre amado,
nadando la honda agua de mi sueño.

Que dichoso así el cielo convocado,
dulce emigrando por su dócil ceño,
por donde va mi río abandonado,
de tanta claridad, seguro dueño.

Oh fuente, flor de luna, sensitiva
hija del alba y su estelar sosiego
guíame por tu cielo a la deriva,

Mientras el labio te suspira y nombra,
por tu clara provincia y flor de fuego
suéñame al amor de tu eterna sombra.

Ángel Gaztelu


Voz en el desierto

Hay un camino de luz
que guía a todo hombre que va por el mundo:
el camino hacia la casa del Padre.
Un camino real trazado por el dedo de Dios,
el dedo de Dios que rasga las tinieblas de toda noche
y abre el camino del agua hacia el Espíritu.
Tal la escala por donde asciende toda pura forma,
desde el rumor del agua batida por el ángel,
hasta el esplendor de la alígera gloria del Espíritu:
escala florida y fragante de la palabra,
desde el río en la forma bautismal de la Paloma,
hasta el arrobo pentecostal de las lenguas de fuego.

Hay un solo camino desde el principio,
es el del Espíritu flotando sobre las aguas,
hasta el fin y corona de los signos
por la fuerza y gracia de la palabra.

Y se oyó en el medio del camino
la voz de Juan a orillas del Jordán,
el río del perdón, testigo de las voces y signos
de Juan el Bautista, el hombre enviado de Dios,
heraldo de la luz y su atalaya divino.

Y su voz sonó poderosa por el desierto:
¿Qué es lo que saliste a ver en estas soledades?
¿Alguna caña batida por el viento?
Tal era Juan, como una caña
no en debilidad, sino en docilidad,
siguiendo el sesgo y forma del Espíritu,
vibranteal rumor de la Paloma.
Tal su voz, como sonar de muchas cañas secas,
batidas por el viento del desierto,
voz de muchas cañas secas
arrasadas por el fuego del espíritu.

Y desde remotas tierras acudían las gentes,
atraídas por el fuego de sus palabras.
Y era de verlas en temor y temblor
bajar al Jordán, lustral y misterioso.

Era el inicio del nuevo rito,
el estreno del rito lustral del agua
cobrando su real y gracioso sentido.
La voz de Juan sonoba sobre el rumor del río:
-Ya estáis limpios: dejad las aguas,
como ellas limpian vuestros cuerpos,
limpiad con las de la penitencia nuestras mentes y sentidos.
Levantad vuestros ojos y mirad:
que el que ha de venir, está ya en la puerta y llama,
trayendo el real bautismo de la gracia
y el triple testimonio del agua, de la sangre y el Espíritu.
Mirad clamaba Juan,
que yo para eso nací,
para dar testimonio de la luz;
yo, que vi el espíritu descender como paloma
y reposar con sus siete rayos sobre su frente.
Alzad vuestros ojos y ved al que pasa.
Ese es el Cordero de Dios,
el que quita los pecados del mundo.

Y algunos de los discípulos del Profeta
limpios ya por el agua de la penitencia,
como empujados por las palabras ardientes del Profeta,
fueron hacia el Cordero, suspirándole:
¿Dónde moras, Rabí? Desde ahora y para siempre
permite te sigamos donde vayas:
Tus caminos serán nuestros caminos,
y tu casa será nuestra casa.
-Venid y ved. Yo soy el camino
que lleva a la casa-.
Y le siguieron absortos y hechizados
como quienes avanzan por caminos de sueños.
Avanzaban con el día.
Un tropel de pájaros hacia la tarde
rompió por el sendero.

Ángel Gaztelu




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