Ella está aquí, en la sala de espera

Ella está aquí, en la sala de espera.
Blanco traje ilumina su figura
que destaca su clásica cintura
y adorna su cuidada cabellera.

De pie, con la esbeltez de una palmera,
se mueve suave, paso sin premura
callada… que no advierten su hermosura,
así por ser tan bella… padeciera.

La fila de abordar se mueve aprisa.
Ella, que nuestro asombro conocía,
nos mira y nos regala una sonrisa.

Cada quien se pregunta en su cabeza:
si lo que vimos fue una fantasía
o si puede existir tanta belleza.

Rogerio Tenorio




En mi niñez repica una campana

En mi niñez repica una campana
que llamaba a los fieles cada día
las puertas de las casas se entreabrían
y en las calles clareaba la mañana.

Mi barrio Santa Bárbara ostentaba
su capilla de humilde artesanía
blanca desde la base al campanario
al sol y al cielo azul resplandecía.

Dos leones de arcilla daban paso
al parque con sus calles circulares
los árboles frondosos daban sombra
y frescura a plantíos y rosales.

He vuelto, no se sabe a dónde fueron
la floresta y su sombra y los jardines
que poblaban al parque con sus flores
y al aire con su aroma de jazmines.

La campana y su blanco campanario
los oigo en insondable lejanía
la capilla volvió en un espejismo
fugaz, en la quietud del mediodía.

Rogerio Tenorio


No he podido evadirme del pasado

No he podido evadirme del pasado
y es falsa esa ilusión que pretendía
restaurar lo que no ha cicatrizado,
que perdura y lastima todavía.

Y esta muy triste historia ha terminado.
Maestría en olvidar ayudaría
apagando carbones que han quedado
y que una ligera brisa encendería.

Todo tiene su tiempo bajo el cielo
tiempo de pena y tiempo de cantares
no agregues pesadumbres a tu duelo.

Y aprende la lección del peregrino
que aligera su fardo de pesares
poco a poco… a lo largo del camino.

Rogerio Tenorio


Por mi tierra nativa cruzó un río

Por mi tierra nativa cruzó un río
que caudaloso y raudo descendía
hacia el valle entre bosques y plantíos
que domaban la fuerza que traía.

En la llanura zigzagueaba el curso
y en plácidos remansos esperaba
que frágiles y alegres mariposas
en el cristal del agua se miraran.

Bajo el puente cruzaba nuestro río
que perdía su reposo si golpeaba
el espolón de piedra y calicanto
donde se yerguen firmes las arcadas.

Rumbo al Cauca entre sauces y guaduales
con su escolta de pájaros cantores.
Si callaban sus trinos, se escudaba
su rítmico rumor en los playones.

Por mi tierra nativa cruzó un río.
Su nombre lo olvidé, qué desconsuelo.
Solo un hilillo de agua va en camino
convertido en arroyo pordiosero.

Rogerio Tenorio














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