"El pánico me atenazaba como la constante sorpresa del desencadenamiento de una inimaginable e inhabitual catástrofe. Sin embargo, no podemos admitir lo esperpéntico y lo horrendo como algo usual, ni nuestra experiencia vital puede desarrollarse a través de vivencias inusuales. Pero esas experiencias atestiguan la certeza de que los límites de lo posible no son aquellos que resulten probables o esperados y todo ello redunda en el hecho de que la vida misma es, o puede ser, a cada instante, un huracán que arrastre en el fulgor de su torbellino a las criaturas inocentes y desprevenidas, que, indiferentes, asumen la condición de cadáveres y detritos que se sorprenden a sí mismos de verse juntos."

Jorge de Sena
Señales de fuego


Epitafio

Por eso fui amado con lágrimas y llantos
del mucho amor que a la nada se dedica.
Nada fui, de mí no queda nada.
Y lo que no merezco es lo que me queda.
Si en mis lugares, no obstante, me buscáseis
la nada que encontraréis
soy yo y mi vida.

Jorge de Sena



Esto

No quieras, no preguntes, no esperes.
Esto que pasa como vida y tú
mides en días, horas y minutos,
o como tiempo que pasa y vas midiendo
en arrugas y recuerdos y en sombrías
y plácidas visiones sólo tuyas,
a veces sonrientes, siempre sombrías;
sí: esto a lo que das nombres, que separas
de la nada en que surgió, de la que surgió;
esto que ya no quieres ni interrogas,
de lo que ya nada esperas, pero que quieres,
por lo que preguntas siempre, por lo que esperas;
esto, que no eres tú ni va contigo
ni se queda cuando marchas; en lo que no piensas
porque al medirlo mides tan sólo y
no haces otra cosa que medir  -sólo esto,
apenas esto, esto únicamente:
no quieras, no preguntes, no esperes:
poco o mucho, es todo lo que te queda".

Jorge de Sena


Glosa a la llegada del otoño

El cuerpo no espera. No. Ni por nosotros
ni por el amor. Este posarse la mano,
tan reticente e interrogando a solas
la tibia sequedad satinada,
la que palpita adivinada
en solitarios movimientos vanos;
esta caricia en la que no estamos nosotros,
sino una sed, un recuerdo, todo
lo que sabemos de tocar desnudo
el cuerpo que no espera: esta caricia
que nada conoce, nada ve, ni nada
osa temer en su temor agudo...

¡Tiene tanta prisa el cuerpo! Y ya se le ha pasado
cuando uno de nosotros o el amor llega.

Jorge de Sena




Los paraísos artificiales

En mi tierra, no hay tierra, hay calles;
incluso las colinas son de edificios altos
con renta mucho más alta.
En mi tierra, no hay árboles ni flores.
Las flores, tan escasas, se mudan de los jardines cada mes,
y el municipio dispone de máquinas especiales
para desenraizar los árboles.
El cántico de las aves -no hay cánticos,
sólo cantan los canarios del tercer y quinto piso.
Y la música del viento es gélida en las vetustas casas.
En mi tierra, sin embargo, no hay casas viejas
ya que todas se hallan en Persia o en China,
o en inefables países.
Mi tierra no es inefable.
La vida en mi tierra es la que resulta inefable.
Inefable es lo que no puede ser dicho. 

Jorge de Sena




Oda a los libros que no puedo comprar

Hoy, hice una lista de libros,
y no tengo dinero para poder comprarlos.

Es ridículo llorar por falta de dinero
para comprar libros, cuando a tantos le falta para no morir de hambre.

Pero también es cierto que yo vivo aún peor que mi vida difícil, para comprar algunos libros -sin ellos, también me moriría de hambre-, porque el exceso de dificultades en la vida, la cuenta, al final cierta, de traiciones
y puertas que se cierran,
los lamentos que oigo, los diarios que leo,
todo eso lo tengo que ligar a mí profundamente,
a través de cuanto sintieron, o solos, o mal acompañados,
algunos otros que, si les hablase,
destruirían sin piedad, a veces sólo con el rostro,
cuanta humanidad yo voy pacientemente juntando,
para que no se pierda en las curvas de la vida,
donde es tan fácil perderla de vista,
si la curva es más rápida.

No puedo ni sé olvidarme de que se muere de hambre,
ni de que, en breve, se morirá de otra hambre mayor,
del tamaño de las esperanzas que ofrezco al apagarme,
al atribuirme un sentido, una ausencia de mí,
capaz de permitir la unidad que una presencia destruye.

Por eso, necesito comprar algunos libros, unos que nadie lee, otros que yo mismo mal leeré, para, cuando una puerta se me cierre, abrir uno de ellos, hojearlo pensativo, abandonarlo por inútil, y salir de casa, contando las monedas que me quedan, a ver si alcanzan para el tranvía
hasta otra puerta.

Jorge de Sena



Oda a al futuro

Hablaréis de nosotros como de un sueño.
Crepúsculo dorado. Frases calmas.
Gestos pausados. Suave música.
Agudo pensamiento. Sonreir sutil.
Paisajes deslizándose a lo lejos.
Eramos libres. Hablábamos, sabíamos,
y amábamos serena y dulcemente.

Una angustia deshecha, melancólica,
sobre ella soñaréis.

Y tempestades, desórdenes, gritos,
violencia, escarnio, confusión odiosa,
ignoradas primaveras muriendo
en las cuestas vecinas, las prisiones,
las muertes, el amor vendido,
las lágrimas y luchas,
la desesperación de la vida que nos roban
-apenas una angustia melancólica,
sobre la cual soñaréis la edad de oro.

Y, en secreto, tristones, extasiados,
hablaréis de nosotros -¡de nosotros!- como de un sueño.

Jorge Cândido Alves Rodrigues Telles Grilo Raposo de Abreu de Sena



Ser un gran poeta 

Ser un gran poeta
muerto y nacional
es atraer a las moscas
como idiotas y
a los idiotas como
moscas. 

Ser un poeta mediocre
vivo y universal
es atraer a los catedráticos
de literatura como
idiotas y moscas. 

Ser apenas un poeta
ni vivo ni muerto
o nacional o universal
es apenas atraer a los poetas
como moscas idiotas. 

Moraleja: no hay salida.

Jorge de Sena




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