Para qué se esmeraban las golondrinas

¿Para qué se esmeraban las golondrinas?
¿En qué se afanaban los vencejos?
Qué rápido se desvanecían en el aire
bosquejos de las alas sutiles.
Con qué claridad en el aire se deslumbraban
y ahora, observa, vuélvelo a descifrar.
Tan efímero fue todo
como si nunca hubiera sucedido.

Y así nosotros para alguien
tejíamos encaje en el vuelo.
Pero la faena delicada de las alas
no permanece mucho en el aire.
¿Para qué es la pose profética
sobre la hoja manchada?
Sólo somos golondrinas sin provecho
en el aire vacío de nadie.

Alekséi Tsvetkov



Y así nosotros

¿Para qué se esmeraban las golondrinas?
¿En qué se afanaban los vencejos?
Qué rápido se desvanecían en el aire
bosquejos de las alas sutiles.
Con qué claridad en el aire deslumbraban
y ahora, observa, vuelve a descifrarlo.
Tan efímero fue todo
como si nunca hubiera sucedido.
Y así nosotros para alguien
tejíamos encaje en el vuelo.
Pero la faena delicada de las alas
no permanece mucho en el aire.
¿Para qué la pose profética
sobre la hoja manchada?
Sólo somos golondrinas sin provecho
en el aire vacío de nadie.

Alekséi Petróvich Tsvetkov


Y también fuimos a ver...

Y también fuimos a ver a una compañera de clase de mi esposa en west-chester
nos acordamos de las amigas yo pensaba que me aburriría como una ostra
pero la conversación pronto se agotó y toda la tarde
estuvimos dándonos sablazos al monopoly a centavo el billete de cien

la cajera de la farmacia traía con el ruido de sus pasos
twinkies y café en una taza de snoopy desde la cocina
dios era fea hasta tal punto
que daba escalofríos y había que desviar los ojos por compasión

después el gato entró contoneándose por la gatera
no era de raza pero sí astuto y tenía un porte arrogante
la cajera era de una confesión carismática
al cabo de medio año llamó convocando a la boda

estuvimos sentados sin bailes charlamos de esto y de aquello
cantamos himnos cogidos de las manos
ella conoció al marido después del seminario con entusiasmo
irán juntos a cursos y misiones en camerún

al principio papuchi estaba triste por la falta de alcohol
después se puso las botas a escondidas para que la envidia
no incordiase y de mí todos sabían que soy ruso
nos presentaron al reverendo sonreían cordialmente

el reverendo relató con vehemencia cómo todo el cielo y la tierra
atienden sus plegarias en los cinco continentes
y le regalamos una cortina para la ducha
con ángeles con instrumentos musicales

de camino a casa ella compró un pastel
con lágrimas de alegría alimentó a su marido con las manos
mientras yo reflexionaba acerca de este dios que
así nos lleva por todos los camerunes del mundo

Alekséi Tsvetkov
Incluido en La hora de Rusia. Poesía contemporánea (Visor Libros, Madrid, 2011, trad. de María Ignátieva)


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