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Soy alguien que camina. Es la única definición
que puedo dar de mí. Caminar es avanzar un paso
después de otro. Eso es lo único que hay. Por un
barrio, por unas calles, por unas afueras: un paso
arriba de un pedazo de tierra y algunas piedras, un
paso saltando una raya que separa dos baldosas.
Y otro paso. Al final a veces llego a casa. Casa no
es el lugar adonde vivo.
Veo unos postes de luz con sus filas tan bellas de
cables. Detrás está el cielo azul del final de la tarde.
Detrás de ese cielo no hay una Mirada. Nadie que
diga: "Estás ahí".
Necesito un método.
Voy a tomar vino en el bar. Ahí hay varios que
darían esta definición de sí mismos: soy un vaso
después de otro vaso.

Ariel Williams


9

miro a los hombres;
los veo moverse a la música de los días,
gritan, ríen, suspiran como si tuvieran viento
adentro:
los veo inflarse, ponerse rojos ser gallos,
los veo querer quererse, quisieran;
veo sus ojos enfermos, sus patas flacas blancas
con los pelos desparejos;
veo también sus miembros suaves, sus pies
delicados, romos,
entrando en los zapatos puntiagudos,
en las botitas de seda;
los veo entrar en la sombra
y desparramarse adentro de la tierra
como si de sus cuerpos salieran dedos urgentes,
especialistas en tocar violines mudos.

Ariel Williams


Cuerpo de “nosotros”

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como subiendo en corrientes profundas
de peces del cielo
por tajos azules o violetas, y en el aire
como subiendo con peces de bocas
gangrenadas
aunque no fuera hacia la aurora
y aunque
sus luces cayeran contra plásticos
deformes
como subiendo en el dios
que no vimos
subir
y como queriendo ser y no ser
brazos manos piernas y axilas
de muchachas muertas
en accidentes
que suben con sus carteras y sus labios
todavía pintados
de rojo
y con sus ojos inocentes de pestañas largas
cerrados

las muchachas que suben
meditando

Ariel Williams
















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