A los nobles muertos, mis maestros

Tibios murmullos de las épocas, no la época -
y extraviados y pocos resonantes sois-
hacedme aprender más de lo que puedo oír.
Expanded el calado de mi ancoraje.
Exaltadme cuando hurgo demasiado en las tumbas
y vituperadme cuando me tambaleo demasiado sobre los zancos.
Llamadme por todas partes: permaneced dispersos como las olas
y sin embargo únicos y sonoros como el océano

hasta que las vidas sean dulces y descalzas como la devoción
y cada muerte un arroparse con cobertores.

Peter Viereck


¿Por qué no puedo vivir para siempre?

La muerte es un flamenco ciego cazando peces.
No quiere decir engullirte a ti o a mí...
Y cuando balancea locamente su pico no desea nunca
asustarnos. ¡Si solamente pudiera ver!

Por la noche atraviesa el oleaje en busca de compañía.
Por eso apesta a sal y a caparazón de ostras.
Su ceguera es lo que lo conserva célibe:
Este chapucero cree besar cuando mata.

Desearía que no nos hiciera morir. Desearía
que una noche desplegase sus alas y volase lejos
hacia los más altos planetas en busca de muchachas y peces.
Pero está habituado a la Tierra
y se propone quedarse.

Peter Robert Edwin Viereck



¿Quién de nosotros dos?

Cuando por la ternura ambos somos fuertes, demasiado impetuosos
en nuestra unidad como para separarnos o reconciliarnos;
cuando aún el contacto de la punta de los dedos puede sacudirnos
hacia tan oscilante reciprocidad
de opuestos apretados con tanto calor como para fundir un árbol
más unido a su dríada que a su propia, apretada corteza;
cuando ninguno bromea o está desanimado o tan sólo odia
o despierta desenredado del otro;
cuando-más-tibio-que-el-alma y más profundo-que-la-carne-son uno
en matrimonio del esqueleto mismo;
cuando, luego, el suelo despelleja la mera carne de la mitad de este amor
y lo cierra la desvestida mitad de arriba,
¿Quién está seguro de qué lado del suelo se encuentra?
¿He yacido aquí, de este modo, segundos o años?
No estoy seguro de nada sino de la soledad
y la oscuridad. Hay aquí tanta tiniebla como para colmar una tumba,
o es simplemente medianoche en un cuarto no compartido.
Conteniendo mi aliento por temor de haberlo perdido,
inmóvil y temeroso de moverme,
sólo sabiendo que de algún modo te has ido de mi lado.

Aquí yazgo, preguntándome quién de nosotros dos ha muerto.

Peter Viereck






























No hay comentarios: