A una sombra

Sólo te vi un instante ...
Ibas como los pájaros:
sin detener el vuelo,
sin mirar hacia abajo...
Cuando quise apresarte
en la red de mis manos,
sólo llevaba el viento
un perfume de nardo,
y ya lejos, dos alas,
borrábanse en ocaso...
¡Oh, visión que brillaste
como fugaz relámpago!
¡Oh, visión peregrina
que, cual ave de paso,
cruzaste por el cielo
de mis soñares vagos!
Tras de ti, cual mariposas,
mis anhelos volaron,
y aun no tornan del viaje
que soy fiel y te amo.
Te amo con la locura
porque en tu vuelo rápido,
no viste que se alzaban
hacia ti mis dos manos...
Porque ante mí pasaste
como sueño fantástico,
porque ya te extinguiste
como los fuegos fatuos.
¡Oh, aparición divina,
bella porque has volado!
¡No retornes del viaje!
Yo, con pasión te amo,
porque fuiste en el cielo
de mis soñares vagos,
solamente dos alas
y un perfume de nardo...

María Enriqueta Camarillo


Abre el libro...

Abre el libro en la página que reza:
'Donde se ve que Amor sólo es tristeza',
y con tu voz de oro
que tiene sortilegios peregrinos,
¡ahuyenta, como pájaro canoro,
la sombra de esa frase, con tus trinos!...
Porque es tu voz tan dulce y lisonjera,
que si dices que Amor tiene dolores,
el dolor se resuelve en primavera,
y todas sus espinas echan flores...
¡Deja escapar tu voz, oh, dueño mío!,
y haz de esa frase triste sólo un canto:
tú puedes, con las lágrimas y el llanto,
hacer notas y perlas de rocío.
Es tu voz el crisol en que se funde
la invencible tristeza;
tan pronto como empieza
su acento a levantarse, luz de aurora
en el viento sus ráfagas difunde,
y en los abismos el dolor se hunde...
¡Es tu palabra eterna triunfadora!
Abre ya el tomo, y con tu voz suave,
destruye ese sofisma peregrino.
Seremos, mientras hablas, tú, cual ave,
y yo, como viajero absorto y grave
¡que se para a escucharte en el camino!...

María Enriqueta Camarillo también utilizó el  seudónimo de Iván Moszkowski


Al mar

Mientras tu canto resuena,
yo pienso en la patria mía...
Por sólo enterrar mi pena
en tus orillas de arena,
vine de mi serranía.

Vine por dejar mis males
en tus hondos arenales...
Mas, a tu abierto horizonte,
prefiero mi oscuro monte,
y a tus algas, mis rosales...

No cambio mis negras frondas
por tus aguas de colores;
mas vine a oír sus rumores,
porque dicen que tus ondas
curan los males de amores...

María Enriqueta Camarillo


Así dijo el agua

En tanto que caía mansamente, .
díjome el chorro en el pilón derruido:
«Del jardín de tu dueño aquí he venido;
hoy canté mis canciones en su fuente.

El rumor celestial de mi corriente
cosas tan dulces murmuró en su oído,
que el dueño de tu amor, agradecido,
ha puesto en mí sus labios reverente...»

Dijo así en el pilón. El sol ardía,
eran de fuego sus fulgores rojos...
Y yo que en fiera sed me consumía,

al tazón me incliné y bebí, de hinojos,
ese beso que él puso en la onda fría,
y que nunca pondrá sobre mis ojos...

María Enriqueta Camarillo



“Después, palabra desalentadora... si no entraña la promesa del cielo.”

María Enriqueta Camarillo



El vendedor de manzanas

¡Manzanas llevo, dulces manzanas!
¡Manzanas llevo para vender!
¡Manzanas dulces de aroma grato,
manzanas dulces como la miel!

Tienen mejillas color de rosa,
su pulpa es blanca como el jazmín,
y son tan lindas y son tan buenas,
que el que las pruebe será feliz.

Hijas del campo fueron mecidas
por vientos suaves de la estación;
tuvieron cuna en la verde rama,
después que el árbol estuvo en flor.

¡Dulces manzanas, ricas manzanas
llevo señores para vender!
Sabrosas, lindas, de aroma grato,
¡manzanas dulces como la miel!

María Enriqueta Camarillo




“¿Investigas con empeño, al disponerte a dormir, qué es el sueño? Yo te lo voy a decir: el soñar es jugar a vivir.”

María Enriqueta Camarillo


Lejos

¡Lejos!... Ya no me miras ni te miro...
Tal se alejan las hojas en su giro
llevadas por los vientos inclementes...
Mas no se apartan los que están ausentes:
puede unir la luna con sus reflejos
a todos los que aman desde lejos.
Yo te amaré por siempre con el mismo
afán; y tú también, en tu lirismo,
evocarás mi imagen desde aquellas
regiones. Así se aman las estrellas,
y así las mariposas en su anhelo,
sueñan subir para llegar al cielo...
¡Feliz quien lo anhela nunca alcanza!
ese podrá vivir con su esperanza.

...No oiré tu voz desde esta lejanía,
ni tú tampoco escucharás la mia.
No todos los amores
tienen, como la mar, dulces rumores:
hay amores que viven ignorados,
hay amores callados...
¡Oh! ¡Salve a quien enlaza con ternura
lo que vive en silencio o que murmura;
al que lleva hacia el sol las golondrinas,
al que junta la hiedra con las ruinas!
¡Oh, tierno amor que en nuestro pecho existe
con toda la dulzura de lo triste!
¡Él ha de recoger tus juramentos
cuando lleve hacia ti mis pensamientos!

...Los que ven, dos a dos, cruzar las aves
por los abiertos horizontes suaves,
no han visto en su abandono y sus congojas
al ave entre los árboles sin hojas...
Yo estaré así, cual ave entristecida
que va, sola, cruzando por la vida.
Y allá... tu corazón, viudo y sombrío,
que llora eternamente por el mio,
vivirá, del amor en el santuario,
cual monje escondido y solitario...

María Enriqueta Camarillo



LLanto al otoño

"Al pie del árbol añoso 
que a la muerte sólo aguarda, 
grité en mi dolor al llano: 
“¡Nadie en mi mal me acompaña! 
¡No hay unos ojos que lloren 
por la angustia de mi alma!…” 
…Y el árbol soltó sus hojas… 
y me parecieron lágrimas…"

María Enriqueta Camarillo



“Ojos que leéis lo que escribo,
tenéis, cuando baja el sueño,
cita con los ojos míos.”

María Enriqueta Camarillo


Renunciación

Sacó la red el pescador, henchida,
y en tanto que, feliz, del mar se aleja,
en voz más dulce que la miel de abeja
el Señor a seguirle le convida.

-Quien por buscarme, su heredad olvida,
será en mi hatillo preferida oveja-,
dice, y el pescador las redes deja
y vase tras Jesús con alma y vida.

Yo que ni redes ni heredades tengo,
que no sé de riquezas ni de honores,
que ignoro los orgullos de abolengo,

yo dejo, por seguirte, mis amores...
Eran mi bien, Señor... A ti ya vengo
más pobre que los fieles pescadores...

María Enriqueta Camarillo



“Si quieres vencer,
vuelve a comenzar,
porque en este mundo
hay que hacerlo todo
dos veces... o más. ”

María Enriqueta Camarillo



Vana invitación

-Hallarás en el bosque mansa fuente
que al apagar tu sed, copie tu frente.

Dijo, y le respondí: -No tengo antojos
de ver más fuente que tus dulces ojos;
sacian ellos mi sed; son un espejo
donde recojo luz y el alma dejo...

-Escucharás, entonces, los latidos
del gran bosque en los troncos retorcidos;
o el rumor de la brisa vagorosa
que huye y vuela cual tarda mariposa...

-Bástame oír tu voz; tiene su acento
gritos de mar y susurrar de viento.

-Hay allí flores, como el sol, doradas,
y otras níveas cual puras alboradas.

-En tu mejilla rosa está el poniente,
y la blanca alborada está en tu frente.

-Hay allí noches profundas y tranquilas...
-Esas noches están en tus pupilas.

-Hay sombra en la maleza enmarañada...
-Hay sombra en tu cabeza alborotada...

-Lo que se siente ¡allí, no lo has sentido.
-A tu lado el amor he presentido.

-¡Ven! Ese bosque misterioso y quieto
va a decirte al oído su secreto...

-¡Es en vano el afán con que me llamas!
¡Si tú ya me dijiste que me amas!...

-Hay un árbol inmenso, majestuoso,
de altísimo follaje rumoroso;

en él, como serpiente, está enredada
una gigante yedra enamorada...

-Tú eres ese árbol majestuoso y fuerte:
¡deja que en ti me apoye hasta la muerte!

María Enriqueta Camarillo





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