Alba

Por despertar cosido a tu costado,
cómo agradezco, amor, la madrugada.
Dios se nos da en la luz recién creada,
eterno Dios, oh, Dios recién creado.

Seguro y fiel estoy a tu costado,
vuelto del bronco sueño y de la nada,
y en tibia claridad sobre la almohada
pensando nazco, niño y sin cuidado.

Pues reposadamente y en secreto
me recreas en tus maternidades,
déjame perezoso en esta aurora.

Déjame, amor, bajo la manta quieto,
rehecho de sudor y de verdades
en tu naturaleza creadora.

Antonio Pereira González


Cuando  llueve...  

  Cuando llueve en el mundo
yo conformo
mi paso a la canción
        verde del agua,
puedo reír,
besar,
amar bajo las lonas,
puedo incluso olvidar
que está lloviendo...

Antonio Pereira



Emigración

Los dejamos marchar
como se escapa el agua
pura entre nuestras manos,
que luego nunca vuelve.

Antonio Pereira


"Hay quien cree que la culpa fue de los escritores. Hubo un filósofo que dijo que en este pueblo entre montañas solo se puede mirar al cielo y los poetas locales llevan muchas celebraciones y muchos opúsculos metiéndole a la gente estas ideas. Y los programas de las fiestas, que a los que viven lejos los encienden cada año con el recuerdo de la procesión, las esencias, el santo Eccehomo. Yo volví por una postal de nuestro parque, que la tuve años en mi cuarto de la Barceloneta y una mañana las mimosas de la fotografía olían como si fuesen al natural. Los que empezaron a regresar después que el vizconde y que yo, a saber por qué volvía cada cual. No era, no, el retiro de los que llegan a la edad y quieren disfrutarla al pie del último viaje, que eso siempre lo hubo. Fue un flujo incesante, casi precipitado, de oriundos que en ciudades ajenas desbarataban su negocio o anticipaban con ansia su jubilación, quedándose con casi nada. Muchas veces, absolutamente sin nada. Algunos tienen mujer; las mujeres se quedan en aquellas ciudades extinguiéndose en casas de renta antigua, indiferentes o apáticas para gestionar la incapacitación del pródigo. ¡Pero cómo llegan ávidos, hambrientos de recobrar las raíces, repartiendo abrazos y fidelidades!
[...]
Producen poco, pero es verdad que los vemos con sus carpetas, van a la gestoría de la plaza, declaraciones. El alcalde habló de las residencias. Una hora hablando de las residencias, de la tercera edad. Estaba encendida la calefacción. Todavía seguían llegando los retrasados, los que ya no gastan reloj, se arrimaban a las paredes del salón de sesiones y no era raro descubrir en sus actitudes la dignidad de quien había sido profesor, o censor jurado de cuentas; un miembro de la Rota, incluso, que había renunciado a su buen cuarto individual en la Mutual del Clero en Madrid.
Cuando el alcalde terminó de hablar se limpió el pantalón vaquero manchado de tiza. Miró el salón que seguía llenándose, y se le notaba como un miedo. Mandó que nos obsequiaran con unas manzanas, parecían de las caídas del árbol."

Antonio Pereira
La pirámide




Oración

Señor ya sabes mis cuidados con el butano y los grifos
todo lo cierro bien pero es difícil desentenderse
inspecciono la antena
las macetas con tantas criaturas que por debajo pasan
sufro mucho Señor
y aunque te agradezco no haberme hecho cirujano
ni conductor del autobús escolar
te pido que un ratito te quedes responsable
que aguantes todo esto mientras voy a un recado
y cualquier día no vuelvo.

Antonio Pereira



Poética

Ahora sé que es un crimen de lesa poesía
exprimirle a la almendra del verbo su licor
y entregarlo a los indiferentes.
Oh, tú, poeta pródigo,
malgastador de lo que sólo es tuyo
durante un breve relajo de los dioses.
Retén el aire en el pulmón florido
hasta la hora en que tu canto sea
disculpado por la necesidad,
no vayas a jurar el verso en vano.

Antonio Pereira


"Por fin nos vimos en la carretera. Antes habíamos hablado de acabar de correrla en «Barbarella», pero ya no continuamos a ningún sitio, como si la noche se hubiera cumplido hasta sus bordes y cualquier otra cosa la fuese a hacer rebosar. Podemos colocarnos como antes, propuso alguien. Seguía habiendo mar y luna y todo eso, pero no recuerdo haber sentido la vecindad, aunque fuera la honesta vecindad, del cuerpo cálido y algo inerte de Alicia. Las dos mujeres pasaban sin ton ni son de las risas escandalosas a largas pausas taciturnas. Pensé que están en edad difícil, mucho más que sus niñas, casaderas dentro de nada.
Yo no podía quitarme de la memoria aquella sonrisa indefinible del señor Tatabánya, que aún iba a perseguirme los días siguientes, y estuve tratando de explicármela hasta una mañana en que tuve que ir a la oficina de Correos. En la ventanilla coincidí con José. Le di la mano, hay que ser consecuentes, pero lo encontré cambiado, como alguien al que han desposeído de los atributos que lo hacían poderoso. Su mirada no ofrecía ahora ningún misterio, incluso me pareció acobardada y huidiza. Sobre todo, evitaba hablar. Entonces cometí una de esas pequeñas felonías que sabes te va a pesar, pero que si nos resistimos a la tentación nos va a pesar también. Espié el impreso que él había tendido al funcionario de turno, y supe que José Arechavala, el segundo apellido parecía Garmendia, enviaba un giro postal de tres mil ochocientas pesetas, en la cantidad no había duda (Ptas. 3800,00) a alguien que habita en el caserío de Chávarri o así, por Valmaseda, Vizcaya. Entonces me acudió como un relámpago la solución a aquella ironía no falta de benevolencia en el rostro marcado del señor Zoltan Tatabánya. Ninguna satisfacción sentí, uno no es tan rencoroso, y cuando encuentre a mis amigas me libraré bien de descorazonarlas. En Córdoba ven todos los días el Guadalquivir, por eso sueñan ellas con el Danubio."

Antonio Pereira
La costa de los fuegos tardíos




Solo la voz

Si tuviera una guitarra,
siempre callada estaría.
Me basta con las palabras.
La música va escondida.

Digo amor, y suena el mar
haciéndome compañía.
Dios grito, y no es una cuerda,
es mi corazón que vibra.

Canciones sin más ni más
que escribo, nunca más vivas.
Si tuviera una guitarra,
para qué me serviría.

Antonio Pereira



"Soy de una tierra fría pero hermosa."

Antonio Pereira


"Una vez estaba en la taberna el poeta inspirado haciendo su papel de poeta inspirado. Todos lo respetamos mucho en sus esperas de la voz misteriosa, aunque nunca se le haya visto una página terminada. Vino un parroquiano de la taberna con la alegría lúcida de los primeros vasos, y fisgó el renglón que campeaba en la hoja:

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.

El verso hermoso, todavía único, con que iba a arrancar el poema. El parroquiano suspiró:—Es un buen empiece, poeta. Pero ahora, ¿qué?"

Antonio Pereira









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