Anamnesis remota

Cierro la cortina y apago la luz.
Ya no temo a la oscuridad.
La dejo tranquila: que dispare a mansalva
contra las sombras de la pared.
Tampoco temo a la noche
cuando apedrea el paisaje con unas cuantas estrellas.
Ahora vivo libre de esos mezquinos celos a la muerte.
Se sabe de los tentáculos previsores del ser humano
que desgranan sus miedos en un rosario de creencias o convenciones.
Los maquillajes son siempre equívocos,
con esa dignidad artificiosa que suele envolver a la mentira
cuando ésta es una mera compensación.
El servilismo civilizador de los hombres
es sólo un salivazo estéril llamando a la vigilia
cuando nuestros corazones se han quedado profundamente dormidos.
¿Se puede pasear un "alma hermosa
dentro de un aborto cadavérico"?
Es esta la apuesta de un domador
para quien la palabra debe ser un acontecimiento
y no el registro de un acontecimiento.
Apostar al sismo por un poco de tierra
Apostar a la tormenta por un poco de viento.
Apostar a la marejada por un poco de agua.
Apostar al incendio por un poco de fuego.
Mi pulso de enfermo,
la grieta honda del corazón,
la fiebre que a nadie entibia.
El mío es un libro que ya no puede ser abierto.
Ven y baja por mí,
recoge esta carne remisa
y adóbala para el matadero.

Armando Roa Vial


Cantar LXXXI
(Fragmento)

[ . . . ]
Sólo lo que amas con honestidad permanece;
el resto es escoria.
Sólo lo que amas con honestidad no te será despojado;
ahí se deposita tu verdadera herencia.
¿Ese mundo: mío, de ellos,
o acaso de ninguno?…
[ . . . ]
La hormiga es un centauro en su mundo de dragón.
Depón tu vanidad, no es el hombre
quien hizo el coraje, el orden o la gracia.
Depón tu vanidad, te digo que la depongas.
Aprende del mundo el sitio que te mereces
en proporción o genuino arte.
Depón tu vanidad,
Paquín, ¡depónla!…
“Sé dueño de ti mismo; entonces otros te seguirán”.
Depón tu vanidad.
Eres un perro azotado bajo el granizo,
una urraca henchida bajo un sol caprichoso,
medio negra medio blanca,
confundes el ala con la cola.
Depón tu vanidad.
Cuán indignos tus odios
Nutridos en la falsedad.
Depón tu vanidad,
veloz en destruir, pequeño en caridad.
Depón tu vanidad,
te digo, depónla.

Armando Roa Vial




Escala al infinito, relectura de Leopardi

Entre hontanares y marjales
el tenue clamor del viento
despeina estas orillas
dispersando las gaviotas.

El horizonte se agolpa indeciso
sobre la quilla impaciente del atardecer:
olas remolcadas bajo la estela del sol
en los arrecifes de un litoral adormecido.

El flujo y reflujo de la marea:
sargazos, tumultos de espuma,
la sal silenciosa de los días
en los archipiélagos de la soledad.

Y todo para que mares de otros tiempos
bañen mi silueta
con el dulce naufragio de un hombre.

Cuando las riberas del lenguaje han dejado de abrevar.

Armando Roa Vial



Hipotensión ortostática

Le hundes la mejilla
y luego meces su boca rebosante de espuma.
Nada desmiente el rito de este beso.
Lengua de mi lengua,
poderosa bebedora de palabras,
aliento entrañado de silencio.
Ay muerte,
mi hija, mi heredera:
el corazón del hombre
se ha ido de aquí.

Armando Roa Vial





"La música para mí es un oxígeno."

Armando Roa Vial



“Me interesa mucho la poesía que cuestiona su propio quehacer desde la palabra.”

Armando Roa Vial




Versión I

¿Y por qué esa muerte tan inoportuna
que deja palabras a destiempo?
El porvenir una y otra vez
se arrastra vanamente de día en día
hasta medir la última sílaba del tiempo
y todos nuestros ayeres
sólo han iluminado el sendero de la muerte polvorienta.
Fuera de aquí, fugaz vela.
La vida es sólo una sombra vagabunda,
un pobre actor que suda su hora sobre el escenario
y luego desaparece sin ser oído; es una trama
narrada por un necio, llena de pompa y de fanfarrias,
que nada significa.

             (Desde "Macbeth", acto V, escena V)

Armando Roa Vial


Versión III

Y las sílabas del tiempo
se agolpan
desbarrancando la palabra hombre
en un grito ya sin aliento:
apenas polvo de pompas y fanfarrías
que un pobre actor
suda y suda
antes de que la representación sea
definitivamente cancelada.

Armando Roa Vial



Versión IV

Y la muerte, embajadora del miedo,
exhibía credenciales
ante la venia de los monarcas.
Sus atuendos eran solemnes
y su porte digno.
Y aunque se sabía truculenta
procuró una cierta compostura
que evitara malos entendidos
e invitara al elogio.
No por nada
era "el mausoleo sagrado
de tantos y tantos predecesores".
Pero sus palabras alarmaron el oído:
"los muertos eran menos escabrosos
que los vivos".

Armando Roa Vial


Versión VII

Palabras,
"objeciones a uno mismo",
sentimientos:
monasterio en ruinas
para una vida
que inicia
su lenta demolición.

Armando Roa Vial


Y el sobrepeso de la palabra amor

Y el sobrepeso de la palabra amor
hundió a los amantes.
Deslucida de todo sentimiento,
doliéndose de sí,
lastrando una retórica en desuso,
con hambre de olvido,
bajo un inventario de culpas
que se arañan unas a otras,
hijas de una misma decepción.
Nada baja ya
a los osarios de este corazón:
porque el sobrepeso de la palabra amor
hundió a los amantes.

Armando Roa Vial









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