Aquella luna 
de aquella primavera
no es ésta ni es 
la misma primavera.
Sólo yo soy el mismo.

Ariwara no Narihira


Cuento CXXV

Una vez un hombre que se sentía enfermo tuvo la impresión de que estaba a punto de morir. Compuso este poema:

Que al final
Haya un camino que es obligado seguir
Ya lo había oído decir,
Pero lo que no pensaba era
Que para hoy o mañana fuera.

Ariwara no Narihira
Ise Monogatari (o Cuentos de Ise)



Cuento I

Una vez, un hombre que había adoptado el tocado viril, fue a cazar en las tierras que poseía en la aldea de Kasuga, cercana a la capital, Nara. En esa aldea vivían dos hermanas jóvenes y bonitas. El hombre las contempló a través de una abertura del cercado. Como [ese descubrimiento] era imprevisto en esa vieja aldea [de su infancia], su corazón quedó turbado. Cortó un trozo de su veste de caza y en él escribió un poema. La tela de su traje estaba estampada de helechos.

Del malva de los helechos
De la landa de Kasuga
Pintada es mi veste de caza.
Sus tallos se entrelazan al extremo
Tal los sentimientos que me turban.

Así era el poema que les envió sin tardanza. Ellas debieron hallarlo muy apropiado, pues recordaba el célebre:

¿Por quién, entonces,
Cual impresos helechos
De Shinobu en Michinoku,
Mi corazón se agita?
No es mía la culpa.

Los hombres de otros tiempos poseían esta elegancia preciosa.

Ariwara no Narihira
Ise Monogatari (o Cuentos de Ise)




Cuento IV

Una vez, en Gojô del Este, una persona se alojaba en el pabellón del Oeste del palacio de la emperatriz viuda. Aunque sin ver en eso el fin esencial de su vida, un hombre la frecuentaba asiduamente. Hacia el día décimo de la primera luna, ella desapareció repentinamente. El hombre supo dónde paraba, pero como ése era un lugar que no podía frecuentar, vivía sumido en penosos pensamientos. En la primera luna del año siguiente, cuando los ciruelos se hallaban en plena floración, el hombre volvió a Gojô para recobrar los queridos recuerdos del año anterior. Miraba de pie, miraba sentado, pero nada se parecía a lo que había sido. Mientras lloraba ardientes lágrimas, se tendió sobre las tablas bastas hasta que la luna se ocultó tras el horizonte y, mientras rememoraba el pasado, compuso [este poema]:

La luna no es la misma
La primavera no es ya
La primavera de ayer.
Solamente yo
No cambié.

Esos son los versos que escribió. Cuando asomó la aurora, llorando, llorando, se retiró.

Ariwara no Narihira
Ise Monogatari (o Cuentos de Ise)


Cuento X

Había una vez un hombre. Sintiéndose inútil, no quiso seguir viviendo en la capital y partió para buscar en el Este una provincia donde pudiera habitar. Llevó con él uno o dos hombres que eran sus amigos de larga data. Como ninguno conocía el camino, se extraviaron. Llegaron a un lugar llamado de los Ocho Puentes, en la provincia de Mikawa. Ese lugar se llama así porque el río se separa en brazos como patas de araña, sobre los que se pasa por ocho puentes. En las vecindades de esa llanura pantanosa echaron pie a tierra y comieron su arroz frío. En esa comarca pantanosa, los lirios florecían espléndidamente. Los contemplaron, y uno de los compañeros dijo: sería entretenido componer un acróstico con las cinco sílabas de la palabra kikitsubata (lirio). Entonces ese hombre compuso este poema:

Como bella vestidura
Que al usársela se estima,
Así una mujer yo tengo.
De lejos en largo viaje,
En ella pienso con pena.

Cuando hubo recitado esos versos, todos lloraron tanto sobre su arroz seco que éste se remojó.

Cabalgando, siempre cabalgando, llegaron a la provincia de Suruga. Cuando arribaron al monte Utsu, el camino que seguían tornose muy sombrío y estrecho, obstruido por hiedras y arces. Se sentían melancólicos y se preguntaban con ansiedad qué les ocurriría. En ese momento encontraron un yamabushi. Este, al verlos, exclamó: “¿Cómo es que os encontráis en este camino?”. Ellos lo observaron. Era un hombre que conocían. [El hombre que había compuesto el acróstico] escribió una carta para su mujer en la capital y se la entregó [al asceta errante. Se leía en ella]:

En Suruga
Junto al monte Utsu,
Ni en la realidad
Ni en el sueño
Yo te encontré

Ariwara no Narihira
Ise Monogatari (o Cuentos de Ise)

Cuento XI

Una vez, un hombre que había partido hacia el Este compuso durante el viaje estos versos que envió a sus amigos:

No me olvidéis
Aunque haya partido tan lejos
Como las nubes.
Cuando en el cielo la luna acabe
Su recorrido, nos encontraremos.

Ariwara no Narihira
Ise Monogatari (o Cuentos de Ise)


La senda inevitable

LVI

Siempre he sabido que acabaría
Tomando esta senda, pero
Ayer no sabía que lo haría hoy.

Ariwara no Narihira






















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