Arrancar pájaros del cielo

Y no me olvidaré jamás
de la fijación tuya
por arrancar pájaros del cielo.
Aquellos pájaros fritos
que obsequiabas a tu padre
con tanto amor.
Qué devoción la tuya.
Madrugar para matar
aquellas pequeñas almitas,
robar su vuelo canalla
para engordarlas luego en aceite hirviendo
y engordar más tarde a tu padre
con aquellos pájaros muertos, oh baby,
mientras yo acariciaba a tu madre
levitando en la humedad de un nuevo amanecer, oh baby,
mientras tu padre calentaba el aceite.

Miguel Pérez Díaz


Fantasma de mujer solitaria

Fantasma de mujer solitaria
Me perjudica tu presencia,
Pero en mis sueños, solitario,
Me perjudica tu ausencia.

¿Estoy enamorado o estoy loco?
¿O es la sentencia de mi soledad?

Cuando trato de huir de ti, espejismo,
En lo profundo de mis ojos sueles estar.

En mi mente, espacios desordenados,
Aprendí a aceptarte
Y a reconocer que eres mía
Pero… no aprendí a controlarte.

Eres  -luna llena-
Ausente o presente
De mis mares solitarios.

Eres  -sol radiante-
Ausente o presente
De mis colinas solitarias.

Miguel Pérez Díaz



Todo sobre tu madre

Tu madre es muy divertida
me parece muy graciosa.
Recuerdo aquel viaje
aquella voz jocosa
mientras sangraba tu padre
mientras terminaban las moscas
con ese enorme trozo de carne muerta
que era ahora en la boca de tu madre gozosa.
Colgado el ombligo de tu padre llorando
de la boca de tu madre sabrosa
de la sangre derramada sangrando
derramada de la su mirada atormentada…
nerviosa
de la mirada de las moscas
de la tu madre mirada
de comiendo los ojos
de lamiendo la sangre antigua
de la sangre divina
de la sangre seca entraña
de tu padre amor
Dios qué ganas…

2
Era una golfa tu madre
le encantaban las rayas
vestir de domingo a diario
poner música en la playa
a cualquier hora de la mañana
desnudarse para los vecinos
y gritar por mitad de la luna
mientras la juventud asombrada
encantada por la ventana
a la tu madre mirando canalla
de que se alisaba el pelo
de que se alisaba la mirada
de que se enjabonaba la cara
de que ponía perdido el piso
que de agua y espuma afrutada.
¡Qué lindos pechos los de tu madre!
Olían a Dios
y es que
perdona amor
pero no los esperaba.

3
Procuré no alcanzarle el peinado
no atinar con los botones
no correr la pintura de labios por todo su cuerpo.
Era tan inolvidable el recuerdo
que necesitaba repetirlo a diario
repetir y multiplicar el recuerdo
para multiplicar las horas
y multiplicarme a mí mismo
oh mi amada.
Pero soy un ser tan despreciable.
Y quizá tu madre también.

4
Tu madre me ilumina con sus pechos
todas las pasiones.
Como ballena recién nacida
en brazos de tu madre
es algo así como cuando tu padre grita gol
o cuando se enfada por alguna tontería cotidiana.
Y yo mientras
acaricio el pecho de tu madre
en esa cama de matrimonio tan absurda
y me lo coloco en la boca en silencio
y me hago el muerto
y me enjuago de leche la cara…

Miguel Pérez Díaz


Zona de guerra

Cuando el sonido de un arma
despierta al silencioso miedo;
soldados se disponen a combatir.
Todos temerosos o valientes
pelearan para sobrevivir;
hermanos de guerra hasta la muerte.
Entre la balas liberadas
que ambos -enemigos- se disparan;
el viento herido las deja pasar
y viejos recuerdos se dibujan
en las mentes blancas de los soldados;
solo Dios sabe si sobrevivirán
en la zona de guerra.
Sangre del enemigo y el aliado
se desliza por los suelos
y la ira corre por las venas;
no hay victoria para el miedo;
"combatir hasta morir"
dentro de la zona de guerra.

Miguel Pérez Díaz













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