Baja tensión

Afuera el campo. El campo todavía
verde, bajo estos cielos otoñales
que muestran las primeras nubes frías
en ponientes de luces espectrales.
Afuera el aire libre, la ancha vía
sin alambrados, cercos ni tapiales,
donde sólo se advierte, noche y día,
el mundo de los reinos naturales.
Aquí el enclaustramiento. Celadores
que sofocan susurros y miradas;
la mortecina luz de corredores
húmedos, entre paredes injuriadas.
Aquí, todo penumbra macilenta.
Aquí, la muerte por nostalgia, lenta.

Andrés Fidalgo


Estado de Sitio II

Al principio,
contábamos las horas;
¡lentísimas!

Todas tuvieron mucho más
de sesenta minutos
y cada una alcanzó bien
para repasar la vida.

Después
(siempre en tinieblas
aunque hubiera sol),
transcurrieron los días.

Ahora, monótonos,
los meses se deslizan.
Tal vez resbalarán sobre nosotros
los años. En alguna medida
nos consideran muertos.

Las uñas y la barba
-tenaces-
nos crecen todavía.

Andrés Fidalgo



Lavanderas del Río Chico

“Paso ríos, paso fuentes,
siempre te encuentro lavando.
La hermosura de tu cara
El agua la va llevando” (Anónimo)


Pulsas el río;
tocas
su eléctrica materia transparente.
Y él la imagen devuelve, agradecido,
de tu rostro de greda adolescente.

Sus largos dedos de agua
te acarician.
Es árbol de cristal el que sustentas
y en ti se nutren sus raíces líquidas.

Cuando sacas tus ropas
nace el alba.
(Roja, azul, amarilla,
blanca...)

Y cuando las recojes,
el crepúsculo
tiende sólo de envidia
sus banderas moradas.

Regresas con tus huestes de colores.
Detrás de ti, la luz
desata sus fulgores.

Bates
el tambor ronco de la piedra,
como si convocaras a tu lado
todos los minerales de la tierra.

¿Es el tiempo
quien lleva tu hermosura?
¿Es su firme pulir,
su largo viento?

(El tiempo es duro, seco,
Desecha la blandura de la carne:
busca lo sustancial,
el hueso.)

O tal vez,
quien roba tu belleza es el esfuerzo;
el trajín cotidiano,
el sufrimiento.

Entre pálidas sábanas, enjuagas
tu color
y tu aliento.

Pero no... que es el agua.

Pero no... que es su espejo
quien se lleva cantando entre piedras
la corzuela en asombro de tus ojos
y el nocturno total de los cabellos.

Pero no... que es el río.

Pero no... que es el tiempo.

Pero no... que es el agua.

Pero no... es el esfuerzo...

“Paso ríos, paso fuentes,
siempre te encuentro lavando.
La hermosura de tu cara
El agua la va llevando”

Andrés Fidalgo



Parábola

Rosada celebración
editada antes de tiempo;
sofocó , cruel, su poeta
la censura del invierno.

Se apuró a decir belleza
y libertad, contra el miedo
agazapado en lo oscuro,
endurecido de hielo.

Quiso alegrar su comarca
un agosto tempranero
y concentrar a los pájaros
en andamios de gorjeos.

Blanca sotana de nieve,
gotas de escarcha en el huerto,
el frío le torturó
la intimidad de los nervios.

En vez de flores ingenuas
un arbolito en silencio.

Vendrán otras primaveras
y entonces yo, el duraznero,
me desquitaré, sembrando
coplas para todo el pueblo.

Andrés Fidalgo




















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