Carta al amigo asesinado

Querido mío,

hace veinte años que no estás con nosotros, desde que te alcanzó absurdamente –como son y serán estas cosas– una esquirla de granada arrojada desde una colina en Marijin Dvor. Hasta hoy no sé si la arrojaron desde Trebević o desde Poljine. Eso no importa. La arrojaron desde una posición serbia. Mañana por la noche, en honor a ustedes –los que sufrieron el asedio–, se colocarán 11.541 sillas, para los que padecieron el sitio de la ciudad. Las sillas van a estar dispuestas a lo largo de la calle Tito y en ellas no habrá nadie sentado. Están aquí, vacías, como si estuvieran sentados ustedes, los que ya no están.

Ya sé que dirías que no es necesario. No te ayudó en nada que tu padre fuera serbio; tu madre era bosniaca. Después de la guerra vi dos o tres veces a tu antigua novia croata; hicimos de cuenta que no nos conocíamos, porque no teníamos mucho que decirnos, fue como si estuviera implícito que cada uno acusara al otro de tu muerte. Avergonzados de ser lo que somos hoy, y que no estés. Como si te hubiéramos traicionado.

Un paciente con el corazón trasplantado
Ya sé qué es lo que más te interesa ahora: ¿cómo está hoy Sarajevo? Tengo que decirte que desde afuera parece el que era, ¿pero desde adentro? A mí me parece que hoy Sarajevo es como un paciente operado a corazón abierto. Sigue vivo; desde el punto de vista médico, el trasplante de corazón ha sido un éxito, pero con estas cosas nunca se sabe cómo terminan, cuándo la bomba que está dentro del paciente latirá o cuándo dejará de funcionar.

La ciudad está dividida, física y mucho más todavía mentalmente. Existen dos mundos paralelos: por un lado hay mansiones lujosas y apartamentos con piscinas, casas de campo y de fin de semana que cuestan una fortuna, pero en algunas partes no hay alumbrado público y después de las ocho de la noche es mejor no pasar ni dejar que las mujeres y los chicos pasen por ahí, por su seguridad.

Me saca horrriblemente de quicio –y a vos te pasaría lo mismo, no hay duda–, que ciertas criaturas empiecen a lamentarse de que Sarajevo no sea lo que fue. Es descabellado e irrelevante; las comparaciones están fuera de lugar y perjudican mucho al Sarajevo de hoy.

Aunque casi me dan más bronca los maestros de ceremonias de aquí y ahora, que todos los días celebran algún aniversario, cambian los nombres de las calles, glorifican a los tipos más intrascendentes so pretexto de haber trazado o sentado las bases de la identidad nacional, redactado tratados, alzado monumentos, otorgado condecoraciones.
Quien ha perdido a alguien –como yo te perdí a vos– lo recuerda cada día.

Titulares engañosos y miseria académica
Y todos están cortados con la misma tijera: la gente se adjudica hoy más méritos cuanto menos importante era en el momento en que las cosas de veras estaban pasando. Hay algo profundamente falso en su pasado “mejor”, pero también (sub)conscientemente dan a entender que nuestro presente no vale nada. Trato de comprender esto de alguna forma: mirado desde el mundo global, nosotros estamos vivos solo cuando se nos recuerda por algo. Ahora, a veinte años del sitio de Sarajevo vamos a estar en las noticias internacionales con recuerdos y conmemoraciones, es decir, en las páginas posteriores del diario Oslobođenje. Cuando todo haya pasado, o sea el 7 de abril, de nuevo vamos a quedarnos solos, sin trabajo, sin esperanza, sin futuro.

Hoy la mayoría de la gente no tiene empleo. Y los que sí lo tienen, tienen suerte si les pagan. Los que reciben salario tienen suerte si llegan a fin de mes, y si no, tienen que tomar un nuevo préstamo; pero los que reúnen las condiciones para acceder a un préstamo, en realidad, no necesitan del préstamo. Porque se trata de una minoría que surgió del enriquecimiento del tráfico de guerra. Construyeron edificios y casas en las afueras, tienen sus propios vakuf, su herencia y miran la cosa desde arriba, como grandes señores otomanos, como Begovi.

Ellos son los que tienen el dinero y podrían impulsar algo, pero lo tienen en bancos extranjeros, porque tienen miedo de mostrarlo y tener que rendir cuentas por él. No sé por qué tienen miedo: la nación de todos modos no les hará ninguna pregunta, porque está muerta espiritualmente.

Algunos de estos dueños de la realidad anestesiada mandan a sus hijos a escuelas occidentales, pero se comportan de tal manera que empujan a los jóvenes a la ignorancia. La juventud está atrasada, y en buena medida es más conservadora que los viejos. Buena parte de ellos en realidad quiere irse de aquí. Muchos de ellos no saben adónde. El sueño de la mayoría es tener un empleo público, pero el estado no puede pagar semejante aparato administrativo. La verdad es que no hay mucho que reprochar a los jóvenes: sus padres están deprimidos, la comunidad académica no les ofrece nada. La comunidad académica es una historia particular, casi todo se hace dentro del círculo corrupto de la misma gente, que circula dando clases en distintas partes de la facultad y brotan como hongos después de la lluvia.

Muchos de esos “profesores” no tienen ni el título formal ni el conocimiento necesario para ser lo que son, pero esto no les impide ser decanos, prosecretarios, docentes. Una pequeña parte de ellos, que sí tienen referencias y de verdad quieren dedicarse a la docencia, ha sido marginada y prácticamente no tiene voz.

Nos roban, pero tenemos nación
Es increíble que todos aceptemos que debemos ser nacionalistas, aunque luego todo es distinto. No somos trabajadores, estudiantes, profesores, periodistas, químicos o veterinarios. Somos bosnios, croatas y serbios. La mayoría de nosotros es nacionalista, pero no lo admitiría jamás. Cuando, por ejemplo, se acusa a un director de haberse enriquecido en forma ilícita y se presentan pruebas, mirás para otro lado, no leés las noticias, no escuchás lo que la gente dice. Porque alguna vez te ayudó a obtener alguna prebenda, o la gente te ha visto en la ciudad con él, o te dio un préstamo o un ascenso. Aquí gran parte de la gente sabe que sus superiores están enterrados hasta el cuello en el delito, pero se callan la boca. Y al final gana ese: “¡Es un ladrón, pero es de los míos!” Pocas veces se procesa y condena a alguien por enriquecimiento y delitos económicos, porque siempre se encuentra una “justificación”: “esos” y “aquellos” son iguales. Naturalmente, “esos” y “aquellos” son los serbios y los croatas, a quienes también gobiernan mafias con el sayo nacional.

En suma, vivimos al borde de la pobreza. Pagamos el gas más caro de Europa, a precios de Noruega, la electricidad cuesta como en Francia, el servicio telefónico es más caro que en cualquiera otra parte de la ex Yugoslavia, pero no nos oponemos. Por fortuna tenemos una nación.

Así es que en esta ocasión se colocan las sillas en honor a ustedes, los caídos en la guerra. A quien ideó el evento, –hijo típico de la lógica actual de doble moral– se le sugirió que la idea no era original. Enseguida apeló al patriotismo, nombró a una periodista que mostraba fotografías de otras partes del mundo donde cosas semejantes se celebran de la misma manera; acusó a quienes lo cuestionaban de ignorantes y de pararse del lado del agresor, de quien quiere borrarlo todo.
Del lado de los que te mataron.
En efecto, las sillas son de Stara Pazova, te acordás de ese lugar, nos reíamos de Mirko Jović, ese que registró por primera vez allí el partido Renovación Nacional Serbia y se proclamó su jefe. Parece que en Bosnia y Herzegovina no hay fábricas que produzcan sillas. Un amigo mío –no lo conociste, es más joven que nosotros–, dijo que el fabricante debería haber escrito sobre las sillas:
“Somos los culpables de que estas sillas estén vacías. Atentamente, el fabricante de Stara Pazova.”
Todo esto es simple banalidad. Pero es la práctica corriente: cuando te acusan de ladrón, te defendés asegurando que sos un patriota. Se demuestra que has ayudado o financiado a uno u otro ejército, decís que, en realidad, están todos vivos gracias a vos. Cuando te acusan de plagio, contestás que son chetniks. O ustachas. O balije, depende desde dónde estés respondiendo. Y si lo que hacés no tiene sentido, aún mejor. Cuanto más insensato seas, cuanto menos fundamental sea lo que hacés, más apreciado serás. Por los extranjeros y por los “nuestros”.
El viernes por la noche, este 6 de abril que para nosotros es un día fatal –tanto el de 1945 como el de 1992–, quiero pensar en vos, pero no voy a estar en la conmemoración. Sin duda no por el dinero, que de todos modos no hay.
Bueno, ahora me despido. No lo tomes a mal. Volveré a escribirte. Hay pocos con quienes pueda compartir estas cosas. Por eso te escribo.
Porque aquí a los vivos se les puede decir solo unas muy pocas cosas.

Ahmed Burić 


Las puertas del paraíso

¿Cómo debe ser el poema?
Debe tener devoción derviche
testamento poético
la armonía en si bemol de Chaikovski
una estructura que impregne el cerebro y el cuerpo
y que los una, armando un contrapunto singular
la conciencia de falta de calcio cuando te cruje el cuello
y te recuerda
una cierta
sabiduría de generaciones pasadas
como cuando tu padre
te dijo en vísperas de la guerra:
“Todo va a fracasar, ya no hay verdaderos maestros.”
Debe tener
la eficacia del plan Marshall
el poder de la guerra de guerrillas contra
la dominación sobre las minorías
la exaltación que eleve los corazones de millones
y el azul del horizonte que se
ve desde la casa en la costa,
debe aceptar que sos débil,
más débil que cada uno de tus versos, y
debe tenerte a vos, la última estación
antes de admitir
que un poema que surge de
la experiencia
de la soledad, de amores no vividos
y ciudades sitiadas
abre las puertas del Paraíso.
O del infierno, da lo mismo.

Ahmed Burić 



Neuromante

¿Puedo decirte que te amo?
Qué es lo que permanece, lo que deja huella perdurable,
se acabó aquella clásica función
en la que eras un ángel y yo un demonio.
Pero todo quedó igual en mí,
me da miedo un nuevo comienzo,
porque le temo al final,
sé que la huida
es solo una demora temporaria, y hace mucho
que ya no rezo a ningún dios,
y sin embargo a veces me pregunto:
“¿Puedo decirte que te amo?”

Y lo que me contestes
puede que no sea importante,
porque esta Nada sobre la que construyo
tu imagen completa
para mí es suficiente
y en verdad podría ser
la victora sobre el androide
y no la victoria del amor entre dos seres,
de los cuales al menos uno se pregunta todo el tiempo
si “sueñan los androides con ovejas eléctricas”.
All those moments will be lost in time, like tears in rain,
tuve un delirio musical:
la ceguera de Bach, la sordera de Ludwig,
me torturó el profundo sufrimiento de Brahms,
tuve en mi interior las imágenes alucinadas por William Blake,
grité en el grito de Munch,
me encerré en el cuarto oscuro de Robert Capa,
cabalgué con Lawrence de Arabia,
tuve amores secretos con Marlene Dietrich cuando
volvió a Alemania,
destrocé el jeep al chocar con el cadillac de Patton,
le dije a Kennedy: “Vamos, qué clase de berlinés sos”,
pero igual más tarde me dio pena,
robé la Mona Lisa, demolí el muro de Berlín,
desmembré a Yugoslavia,
ataqué la Bahía y defendí Kabul,
todo esto hice,
pero sigo sin juntar coraje
para responderme:
¿Puedo decirte que te amo?

Ahmed Burić 


Patria

Como los sueños de una adolescente que después del primer
coito decepcionante y doloroso,
sabe que no se va a casar con el príncipe
desde la tapa de la revista a color
se destrozaron los sueños de la patria:
nuestra economía está basada en el modelo medieval
circular
e incestuoso del enriquecimiento
de unas pocas familias,
pero nuestra filosofía está en manos de soldados de la reserva nacional,
sus cuellos blancos se alzan rígidos,
cuando con un spritzer se les suelta la lengua y
hablan de la construcción o deconstrucción del mito nacional.
Nuestra poesía está en manos de ketmanes de doble vida,
y nuestras academias, ¿se imaginan quién impulsa todo eso?
Tengo una sinfonía no escrita,
conceptos (anti)heroicos, coros
consagrados,
se abre paso entre nosotros una estampida de indiferencia de gente
que confiaba en que su patria –
una muchacha que todos tenían y casaron con un héroe idiota
después de alguna fiesta –
les diera al menos alguna razón para esperar
que este amor existiera de verdad,
que los hermanos, los hijos, las madres, toda esta juventud perdida,
no se haya borrado por
el tintín filisteo de los ducados en la bolsa,
el sonido que puede reconstruirse
a través de un análisis de ADN,
un sonido falso que puede ser tan real
como nuestro
desesperado amor a la patria.

Ahmed Burić 



Todos los ríos van al mar

Viajamos a Prijedor
al valle del Sana
todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
decía la publicidad cuando
pensábamos que
Keraterm era una fábrica de cerámica
apenas dos años
después
instalaron un campo de exterminio en cuatro habitaciones
donde golpearon hasta morir
a los prisioneros, a Fikret, a Fahrudin,
a Ilijaz, Uzeir y a un tal Jove
que estaba casado con una musulmana
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
mientras leemos poemas
a profesoras de lengua pensionadas
y a una pareja con cámaras fotográficas
de quien solo después se revelará por qué están aquí
siento que se me clavan agujas en la nuca
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
toma asiento un hombre corpulento, de largo pelo gris y
barba recortada alrededor de la boca
no quiero ni pensar
qué habrá hecho durante la guerra
pero parece civilizado
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
y él leyó un poema
después fuimos a Sanski Most
un puente de sueños y hablamos largamente
de cómo la gente de junto al agua es distinta
de la gente de montaña
los de provincia y yo
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
vi la marquesina del Banco de Comercio
ahí está mi padre
cuando pensábamos
que Keraterm era una fábrica de cerámica
construían un centro de cómputos
los de provincia y él
antes estaba todo junto
y él volvía contento los fines de semana
y yo soñé otra vez
porque todos los ríos van
al mar
pero el Sana va hacia usted
dormíamos en un hotel
que en 1995 era el cuartel
de Željko Ražnjatović, Arkan,
perforaban las paredes los gritos
que al amanecer trataba de aplacar
el estridente ezan de la mezquita
preguntaste por qué todos se comportaban
como si no pasara nada, hablamos
de nuestros logros poéticos
y volvimos a Sarajevo
a informar a la Sociedad de escritores
que todo se había desarrollado en perfecto orden
que teníamos bien ganados los viáticos
al volver a la Sociedad ya nos esperaba
la fotografía de un señor de Prijedor
que leía sentado su poema
y decían
indignados cómo es que los poetas no habían ido
a honrar a las víctimas asesinadas
a Fikret, Fahrudin, Ilijaz, Uzeir
y quizá a ese tal Jove
que estaba casado con una musulmana
pero el tipo era el administrador del campo de exterminio
cómo no les da vergüenza
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted
a la lectura lo invitó un colega
un poeta que fue él mismo
detenido en el campo y decía
no me vengan a contar a mí
yo soy musulmán y sé bien cómo fue y
sé de la merhamet y del perdón y a quién
hay que invitar y a quién no
avergonzado y abrumado me fui a casa
y no pude encontrar en los libros
nada sensato sobre lo ocurrido
porque todos los ríos van al mar
pero el Sana va hacia usted.

Ahmed Burić 















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