El soldador suelda el armazón de tortura

En el alto rosa la pálida
luna el fantasma parece
del cráneo mondo que a las doce
parecerá a los ojos del hijo
del usurero que ahora se retira
del cuerpo de la puta con una mueca
vacía en los labios sin carne.
El cigarrillo se estrella contra
el cordón en una nube
de chispas que dura
un segundo y nadie ve:
así los sueños de un segundón
salen y se ponen para volver
a salir y mantenerlo
en la noria donde se marea y no sabe
por qué ni para qué está ni
la razón final para continuar
corriendo detrás de unas aguas que retroceden.

Alejandro Rubio

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