Etiología

Cuando tenía quince años
me enamoré de un pescador borracho
que sólo dijo que me quería
bajo una mata de mangos
en una terrible tormenta de año nuevo
casi sin querer.

Por supuesto
después no recordaba nada
ni siquiera el cariño que
según parece
era un efecto secundario
del ron.

Yo tampoco quería recordar
pero recordaba
recuerdo
con precisión.

Después
me enamoré de un surfista
hermoso como Dios
que sí recordaba
pero no entendía.

Yo tampoco quería entender
lo poco que había para entender
y era simple.

Luego el silencio
y ahora tú.

Fue difícil
difícil y admirable
hacerme si no el loco
al menos la loca
y dejarte ir.

¿Qué es lo que sigue?

Esto es lo que sigue:
este cursor palpitante
que no me deja morir.

Alejandro Castro


Sabana

Cuentan los sabios campesinos
que para ordeñar una vaca es menester
cantarle, acariciar dulcemente,
pero con firmeza,
su costado henchido
y deslizar las manos
apretar y extraer
leche fresca para la vida.

Yo digo que ordeñar un hombre
es igual:
hay que ser cauto,
entonar una canción desconocida,
improvisada,
acariciar suavemente su costado
para obtener leche fresca,
la viscosidad del origen de la vida,
blancos soldaditos dejándose caer
hacia el campo de batalla equivocado,
amargas semillas de la soledad
sembradas en tierra infértil.

Alejandro Castro


si rodara sobre una cuesta
por la corteza del campo inclinado
o un plano de silicio
la cabeza de aquel niño
como una tuna extraordinaria
ella sola sería la promesa revelada

sigue
su ayuno que repara
una búsqueda incesante
al amor del fuego
y luego cuerpo entre los cuerpos
piélago barroso entre los cuerpos
barro formando cuerpos
cuerpos de barro de niños
todo esmagado bajo el barro
rodando sin saber detenerse
para hincar en su hambre
de boca boba sus dientes
y que se pegue así
desde tierra adentro
las piedras que se suelden
huesos hojas y semillas
una rueda pastosa y corroída
sigue
en vueltas de carne viva
el rastro que quede
será historia tusada
para entonces no habrá más
que cantar no va a tener más que cantar
toda la voz en el cogote
lo van a escuchar hasta los muertos

Alejandro Castro
De "Un portal de ovejas"




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