I

Vuelvo del hospital. No sé a quién he visto.
Llueve y es hora de terminar con el aire. Los enfermeros son silvestres
y llevan en sus bandejas bujías para la noche y cánulas.
Sólo el amor puede salvarte, madre mía.
Pero yo debo quitar de mis oídos esa majestad de leche que regalan a los gatos en los pasillos del hospital.
Alguien grita desde una ventana que hay un buque que los lleva.

III

Ya no es necesario escuchar las aventuras del infectólogo Chan. Alguien debería callarlo, como los viejos editores silenciaron en su momento a Verne. En cualquier momento veremos emerger del fondo del Río de la Plata un pulpo de goma y el Dr. Chan explicará ante las cámaras que ha mutado el virus.

XII

Somos promiscuos. Nos gustan los boleros. Cómo hacer para que no duela, cómo hacer para que duela. Tenemos juguetes rabiosos. Lencería. Cremas. Lociones.
Compramos una muñeca finlandesa que dice: “Al corro del higo chumbo, al higo chumbo, higo chumbo, a las cinco de la mañana”. Y cuando la gozamos por atrás canta: “Porque Tuyo es el reino”.
No podemos pedir más; pero estamos tristes. La peste nos ha entristecido. Somos dos putos tristes; nosotros, que nos queremos tanto…

XVI

Los grandes amantes regresan de las zarzas, dominan el estío; huyen de la fotosfera en el áspero rostro de las playas y los insectos antiguos. Así son las películas ahora, no dejamos de ver ninguna de amor y de venganza. Lloramos en el sofá, no parecemos más nosotros.

Alberto Muñoz
De La Peste



Como aquél que, regresando de un viaje largo en ómnibus, advierte 

Como aquél que, regresando de un viaje largo en ómnibus, advierte: que el cuello de su camisa está raído, que el chofer cabecea, que afuera hay relámpagos en el cielo insumiso; que las medias son hipotéticas y los pies noches frías leyendo a Turgueniev. Que su mujer lo ha dejado de amar hace demasiado tiempo, que en la última manifestación perdió los anteojos, que el hígado está graso, que de un oído escucha un folclore raro; que por debajo de los párpados proyectan películas de Bergman.

Como aquél que, regresando de un viaje largo en ómnibus, advierte: que su mejor amigo se hizo comer por un escualo cuando paseaba en catamarán a su familia; que el chofer cabecea; que su celular quedó en Rosario entre las nalgas de una hoguera senegalesa.

Como aquél que, regresando, advierte: que el cárter pierde aceite y el chofer inclina peligrosamente la cabeza hacia la ventanilla izquierda; que la luz que viene de frente es el botón de nácar del corpiño de la senegalesa, que su mujer lo ha dejado de amar hace demasiado tiempo, que perdió el hígado; que uno de los relámpagos acaba de arrancarle la cabeza al chofer, y que el ómnibus dando tumbos en la autopista remonta vuelo buscando, buscando, por el aire buscando, la boca del escualo.

Alberto Muñoz


Creo en los fantasmas que hablan en castellano

Creo en los fantasmas que hablan castellano no en los otros, escoceses, irlandeses, que abren la comida negra de sus mentes fosfóricas pidiendo camisolas de frisa, escarpines para sus críos. Guay de temerle a las cosas que vuelan por el aire! o a las ventanas que en su servidumbre se dejan abrir y cerrar con violencia!
Los fantasmas son domingos desmoronados, guardianes que no se afeitan, remordimientos.

Conviene ante la presencia de un fantasma hacerse el muertito, levantar un polvo overo, y aparecerse como un diccionario de la Real Academia. Que sientan los invasores que no se les teme a las palabras! que fantasma en castellano, quiere decir: muerto familiar.

Alberto Muñoz




Kapelusz

Un pedazo de la historia argentina
quedó prendido al cuenco de tu mano
cuando quitaste del río
la tremenda pampa del agua.

Yo no sé, al igual que tantos
que intentaron medir el sueño
con varas y sistemas,
qué habrá de cierto en el fondo de los ríos,
pero allí,
como en el uso del ámbar y la estrella,
se habla de lo oscuro,
del abúlico tenor de la desgracia,
de perros y maestras.

Se dice que en el lecho de los ríos
de la plata
duermen, esperando que la muerte los reflote,
algas con voz de hombre,
peces con risa de niña,
trozos de buques del Edén.

¡Dios mío cuándo levantarás del río
el cuenco lleno!

Alberto Muñoz



Mi padre está sentado al borde de mi cama

Mi padre está sentado al borde de mi cama, quizás para aliviarme de la fiebre. Está desnudo, blanco y desnudo.
-Tu madre anduvo por aquí?
-No, hace mucho tiempo que no la veo…
-Pensé que quizás, como estás enfermo…la estoy buscando.
-Puede que ande por el campo…
-Estuve por Trenque Lauquen, Tres Lomas…no anda por ahí.
-Quizás no quiera encontrarse con vos…
-Bah, aquí se olvida todo, no hay resquemores, no queda nada de lo vivido. Te voy a pedir un favor, el último, podes escribirme en la espalda con un marcador grueso: TE ESTOY BUSCANDO AMELIA

Alberto Muñoz


No hay comentarios: