28.

No llegan las aguas
y cruje la hojarasca de insectos en el monte.

   Chirrían roncas las cigarras en la breña.
   Triscan las hormigas la momia de un cocuyo.
   Zumban los mayates mientras miran fijamente
   el remolino del sol...

¿Cuándo llegará el rumor
del silencio en las lloviznas?


29.

Campos agostados renegridos
donde medran la ponzoña y la cizaña.

Campos que la bilis y las leyes oscurecen

como ese negro nubarrón que ya comienza
a escupirnos la cara.


30.

Aquellas manchas a lo lejos
¿son borregos que pastan en la bruma?

Es tiempo de aguas.
Y en palacio -dicen- otra vez
hay un nuevo gobernante...

El día se demora
deshilando en el cerro
el ovillo de un rebaño...

¿Siente él también en su indolencia
que una guerra no se acaba por perdida?

Francisco Segovia
De "De guardia"



Amate viejo

No sabe ya el amate
dónde poner el peso de sus ramas.
Las alza trabajosamente al aire, a sus costados,
como si en la resignación que así figura
el cielo fuera a devolverle
la antigua enjundia con que un día
eligió plantarse en otro amate
y suplantarlo.

Hoy está viejo y alza a las alturas como ofrenda
la febril lozanía de sus hiedras, sus orquídeas
y la roja llamarada de su bugambilia.

Es un Abraham, triste y colérico,
que apenas logra levantar en brazos
al hijo que su Dios ―su vida entera―
lo obliga a ofrendar sobre una piedra.

Quiere morirse de querer la vida…

Lo miro allá a lo lejos
contra la barda derruida de la iglesia
como se mira una verdad palmaria y neutra:
ya no hay nadie que reciba esas ofrendas,
pero el destino sigue allí
como una piedra...

Francisco Segovia



Arqueología

Vino la marea
con su aluvión de cosas
y al retirarse nos dejó
estos viejos tepalcates
que el sol ha resecado...

Pero ¡qué cosas no formadas
habrá arrastrado su resaca
de vuelta a lo profundo!

Francisco Segovia



Estrellas

Las estrellas fondean en la negrura
y ahí derraman su brillo.

A babor y a estribor de esas barcazas
sopla a sotavento
la rosa de los vientos
de la luz...

¿A dónde va lo que derraman?

Se pierde en el negro abismo
a donde todo está viniendo
siempre a barlovento; en el abismo
donde hacen pie finalmente
las anclas de las barcas.

Francisco Segovia



Noche

No la noche aquella que se untaba al cielo
pareja y densa antes de encender la luz de sus luceros...
No esa: la otra: la que va echando bubas grises
en los muros verjurados por la sombra de las ramas
la que no avanza unánime en la bóveda
sino brota al buen tuntún aquí y allá como si hirviera
la que se prende a las luces de la tarde
igual que el huitlacoche a la mazorca
apergollándola del cuello
la que es un negro acné sobre la triste adolescencia de la tarde
la que garapiña y tirolea y deja cacarizas
las bardas grises del ocaso
la que abre pozos de grisura aquí y allá febriles como llagas
la que cunde en todas partes como un cáncer...
No la noche en que miramos los astros sino la otra: esta
que nos sobaja la mirada nos la estrella
contra lo cerca lo junto lo pegado
la que no trae en la bolsa nada que venga de muy lejos
la que de pronto raya el aire con el gis de un rayo
y nos deja ipso facto hipnotizados
como gallinas en su propia estupidez haciendo el bizco
la que pasa por aquí queriéndose ir de aquí
la que en lugar de rumores arcaicos y arcanos
carga mil descargas (un carcaj de crímenes que estallan
con su fuego artificial entre las calles)
la que llega en una ráfaga de pura adrenalina...
No la noche aquella de la luna y las promesas
cuando comparecía ante nosotros la bondad divina
sino esta que fraguamos arduamente en talleres subterráneos
en esta forja de esclavos que sin embargo esperan
la noche que es hoy la noche nuestra el pan de cada día
la que va por el aire como una bruja horrible en sus hilachas
sin amar el aire sin gozar el vuelo huyendo nada más huyendo
la que grita siempre la que habla sola la llorona noche que nos damos
cada noche los hombres a los hombres...

Francisco Segovia


Palabras

(Fragmentos)

¿Qué dice el grillo entre las hojas?
Algo que tal vez ni él mismo entiende.
Palabras espectrales
sacadas brevemente al aire
y vueltas a enterrar en el oído.

También las nuestras vienen
de una lengua muerta y van
a oídos muertos.

***

Si digo “el agua”
¿quién va a imaginarse una caleta
revolcada un mar sin olas
vulgar y tibio como el agua tibia?

Si digo “el río”
¿quién va a mirar la espuma
espesa y ocre la mugre rancia
que avanza lenta a flor del agua?

Cañadas de basura y latas viejas.
Cielos manchados árboles tullidos.

Sólo en la memoria
que guardan las palabras
siguen limpios.

***

Rezaban mirándose los pies.
Es lo menos —decían—
que se debe a la oración.
Porque ella sube por nosotros.

Los domingos eran juntos
una mata de campánulas
pendientes...

Si la oración es santa —decían—
hay que rezarle también al rezo
cantarle al canto
dar la vida por la vida ...

Palabras sobre palabras ...

Pero todos las decían
en voz baja a lo más alto
y en su murmullo parecían
santificarse unas a otras.

Mata de Datura
que meneaba el viento...

Francisco Segovia



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