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Soy el ojo de Dios, su trayecto.
A diferencia de los artistas
en este mármol blanco, esbozo
el horror al vacío, perduro como Apolo
del Belvedere. Desde la cima
extiendo un sesgo de deseo
putrefacto. Pero miren la obra
del significante al goce, en cada blanco:
un muerto, otro muerto.
Prueben sin culpa
la ausencia del temor al Altísimo,
también su sustancia
y eleven este frío anónimo
frente al misterio de lo creado.

Gabriela Schuhmacher


Campo de gladiolos

La casa se levantó en el último lote 
antes de llegar a la avenida de arena.
Para un lado estaba el pueblo,
para el otro
el campo de gladiolos, melones 
y sandías. Los quinteros, 
con un pañuelo en la cabeza 
y el torso descubierto,
tiraban detrás del alambrado 
las plantas malformadas 
Era el momento 
de salir a embolsarlas, siempre 
alguna sobrevivía tras mezclar
la arena con abono, esa materia
oscura y húmeda del gallinero.
Un hueco, depositar el bulbo, regar
y taparlo. Simple, tan simple como
esperar que la flor abriera salmón 
o blanca, los colores más frecuentes.

Gabriela Schuhmacher


Dormir juntos

Esta demora es la más dulce
Cesare Pavese

Comíamos en la mesa grande 
la que daba al patio, de espaldas a la noche,
al miedo de la noche. Por eso
no salíamos, era mejor dejar que el cansancio 
nos abatiera. Casi siempre caíamos
dormidos sobre el mantel y uno a uno
nos cargaban para llevarnos al cuarto. 
Sabíamos que nada 
sería más seguro en el mundo que sentirnos
arrojados a la par. No faltaba quien, 
al pasar y vernos, advirtiera lo peligroso
de crecer de golpe, lejos de la luz del sol.

Gabriela Schuhmacher


Paltas tucumanas

Mamá contaba que un amigo del norte 
traía paltas de regalo, que ella 
les sacaba el corazón redondo y duro
para ponerlos en almácigos. 
Daba gusto ver los brotes vigorosos,
traspasarlos al suelo 
con tutores y pensar cómo 
sería el camino de ingreso
una vez crecidos.
Con Javier la ayudábamos
en cada plantación. 
Al caer la tarde, cada uno se preguntaba 
por el corazón enterrado, 
por el conocimiento vegetal 
que rompe la oscuridad 
hacia la luz.
Al pie de la cama, agradecíamos 
tener a mamá en la noche,
era la única capaz de escarbar 
corazones dormidos, 
lograr que volvieran confiados
a la blandura de la vida.

Gabriela Schuhmacher

















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