A la nochecita

A la nochecita me pongo a cocinar una feijoada
para Mansilla que viene del desierto
buscando un porqué.
Alguien le dijo que la sé hacer.
Que aprendí en Itabira do Mato, Minas Gerais,
la ciudad donde nació Carlos Drummond de Andrade
y adonde todos saben nunca fui
pero sueño ir.

Con jugo de maracujá, leche condensada
y vodka
hice una jarra de capeta bahiana,
bebida del demonio,
y por si hace falta pasar a la caipirinha
dejé a mano una cachaça envelhecida
del valle de Paraiba que promete.

Un rato antes piqué unos ajos barrigones
en la tabla y un par de cebollas.
Lloré un poco aprovechando la ocación.
Me sentí feliz de estar tan triste.

El cuchillo no tenía filo y lo pasé por la piedra
como si supiera.
Hice igual con la feijoada:
anoche dejé los porotos negros en remojo,
la carne temperada con diversos aromas,
y ahora
mientras pongo el arroz,
espero a la visita,
confío en la inspiración.

Graciela Cros


Alegría de Nueva Guinea

Fin de semana con muertos en la ciudad.
Accidentes de auto, choques, vuelcos,
grescas vecinales, ataques de pandillas,
crímenes pasionales, suicidios inesperados
y otros decesos inclasificables.

Y yo
compro una planta de flores rojas.

Alegría de Nueva Guinea,
me dice la vendedora, así se llama.

Entonces voy al mapa para ver
dónde queda exactamente ese lugar.

Lejos, al norte de Australia,
es la segunda isla más grande del mundo
y está dividida en mitades casi iguales.
Una es independiente y la otra Indonesia.

Pienso en cómo una Alegría de Nueva Guinea,
su extremo confín,
viene conmigo en este auto rumbo a casa,
una Alegría de Nueva Guinea
y el amor, ah el amor,
encabeza la lista de muertos
este fin de semana en la ciudad.

Graciela Cros



El té

Cuando Marianne y su madre /Mrs. Moore/ conversan
a través del vapor que se alza de las tazas
algo liviano se instala en el cuadro
por momentos
doméstico

Hablan
como si lo que dicen
antes hubiera sido escrito

“Tendremos que salir bajo el paraguas de nuestro contagio” / propone la anciana
y Miss Moore la consiente
entre cortos suspiros

Mis hijas entran
y escucho sus voces
incorporándose a la escena:

“No te olvides que un hombre debe ser leído
Hay que leerlo / no sólo escucharlo
Su voz no siempre es su palabra”
responde una a la otra
y advierto que hablan
como si lo que dicen
antes
hubiera sido escrito.

Graciela Cros


 "La carencia de la poesía es su ganancia, tanto para quien la escribe como para quien la lee."

Graciela Cros


Ojo seco


Algunas personas
no producen lágrimas suficientes
para conservar el ojo húmedo
y confortable.

Sensación de picazón,
de arenilla, de quemazón
o de rasguño
son los síntomas habituales.

Sorprende saber
que el mucho lagrimear
puede ser signo de
un ojo seco.

El exceso de lágrimas
sería la respuesta.

Así en lo desértico del ojo
se enmascaran la enfermedad,
el hueso roto, la arena endurecida,
la ceniza final.

Sin aritmética ni astucia
las lágrimas corren
y el parpadeo hace
que las superficies
se vuelvan lisas, claras.
Sin eso no sería posible
una buena visión.

Cuando hay exceso de lágrimas
nos enseñan a corregir
la situación.

Lo común es creer
que eso se halla afuera.

Lo común es buscar
al cuerpo extraño
para desalojarlo.

Lo común es pretender
que haya un vuelco,
algo, digamos, grande
y más allá de todo cálculo.

Graciela Cros


"Soy una bestia anfibia de la A a la Z. Soy un techo a dos aguas: de día /ando/ en la tierra. De noche /nado/ crawl. Surco los mares. Mi pasión está intacta. Construyo artefactos argento-patagónicos mapuche-sudaqueses. Soy mi Reina y mi Obrera. La dueña de este nicho."

Graciela Cros



"Un libro de poesía es un barco en la tormenta."

Graciela Cros


"Un poema es un artefacto que respira."

Graciela Cros




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