A veces, cuando voy a misa, me siento un pequeño judío

que de ser llamado a leer la Biblia
no dudaría en sacarse lentamente los anteojos,
probar con un pequeño golpecito el micrófono
y cantar The Future de Leonard Cohen.

Ernesto González Barnert



DISUADIRTE DE TENER UN GATO
en los brazos,
sacarte con cuidado las vendas,
ser tu bastón en cada ida
y regreso del baño,
limpiar el living, ordenar la leñera
hacen de este domingo
mientras el viento agita la arboleda
y el lago
el día más lindo desde hace mucho.
Y lo recordaré cuando no.

Ernesto González Barnert




El loro del muladar

Este loro
no se posa en tu hombro y no canta.
Se queda al borde del alféizar
observando el muladar.

Los restos terribles y comunes
de la bestia que comienza soñando
y termina en angustia.
El pobre que sueña demasiado
para tenerlo todo.
El jodido cernícalo que traga el cebo
y es caza.

Este loro alazán
si ha de calcar el modo áspero e hilar
duro al borde del alféizar
morderá el pistacho, volcará
el agua de su alberca,
aporreará contra los aparejos
afines al ejercicio.

Puesto que su chillido ha de ser reparo y no adorno.

Ernesto González Barnert



"Mi obra es una defensa férrea de la dimensión personal del ser humano y del oficio escritural. Una búsqueda de sentido en las pequeñas instancias cotidianas y sociales que constituyen nuestra experiencia.

Ningún hombre es una isla, escribe John Donne y yo lo tomo como una proposición central estos días. Mi propuesta va no solo en la claridad, concisión y brevedad del decir poético en este hervidero barroco de estímulos y deseos, sino en una escritura que avanza dando imágenes, que nos liberen, alivien o expandan, tiernamente, sin perder las entrañas. Y nos conecten los unos a los otros. Un lenguaje que sea puente, túnel, pequeña embarcación a vela, motor o remo, submarina. Braceadas vigorosas y esplendentes más allá de las boyas.

Respiros de reflexión, silencio y consciencia sumergidos en una cotidianidad concreta y sutil, sin perder el humor y la ironía, para mantenerse en el camino sin camino del misterioso e indomable mar de la existencia, a ratos tan inexplicable como indecible, lo único que tenemos. Más allá de la voluntad e insistencia nuestra por reconstruir en su espuma un tejido social más justo, democrático y profundo en un país roto y maniatado por sus plutócratas.

Un hundimiento del que no se sale indemne. Donde el poeta que uno es se vuelve sabio, se vuelve salvaje y se vuelve libre en cada poema."

Ernesto González Barnert


Valparaíso

Es feriado en el corazón.
Alguien insiste en lo contrario
martillando no sé que lata o madero
a dos o tres casas de aquí.
Lo entiendo, es mejor para ese hombre
que quedarse a secas, en silencio,
con un martillo en la mano.
Observando, por ejemplo, a este otro
sin ganas de escribir, de berrinche,
cansado de leer otro día más al idiota
que raya pueblo, en la carilla.
Arenga todo para todos, guía en la igualdad
con que unos y otros somos tratados de siervo
o pontificamos amo y señor
sobre nuestra mesa de trabajo
aunque sea sobre cucarachas y mierda.
Me comprendes Méndez, todos golpean
donde no duele, borran lo importante:
nuestra ansia de poder,
los pequeños sueños saltando como ovejas
en un desierto de indecisiones.
Volvamos a puerto, bajemos de nuestra cháchara.
Ayer, jadeando en mitad de una escalinata
pensé: estos fieles,
creen los fuegos artificiales
más espectaculares que las estrellas.
No te guíes por el viento
cuando puedes leerlas.
Tampoco lo corrijas.
Corregirse es escribir.
Pero el espíritu del viento
es cumplir la palabra:
no lo enderezcas.
El aire no es ignorado
por el ala de los pájaros.

Ni por mi Breve Historia de Chile
que hoy parezco cargar de recuerdos inconexos,
ideas preconcebidas, versiones ordinarias
mientras el tipo golpea y golpea
como si esto fuera el final de todo
invadiendo mi cerro, apuntalando mi resaca.
Imagínate a Silvia Plath en la de Ted Hughes,
a Carrera en la de O’Higgins.
¿Ves? La poesía porteña
es como ese hombre que machaca
en mi día de asueto, porfía
porque circulen troles que no llegan a casa
con tal de sonar a patrimonio de la humanidad.

A meses del terremoto, da risa
observar a tanto petimetre
pensar que pegarle al clavo es martillar,
tanta baba escaleras abajo.

No sé dónde ir en esta ciudad pasada a viejo orín
y sombras chinescas.
En realidad hace rato perdí el punto,
dejé de tirar migajas para volver.

Ernesto González Barnert









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