Acoyte y Rivadavia

Viciados vanamente por la belleza esteparia
regurgitando las cruces de la campiña devota
los cielos vikingos, la bruma calvinista
intoxicados de libros y de insomnio, de
puras categorías
una mañana de primavera
en que la gente se ve en gracia

cruzando la calle, hablando con el portero
una hermosa mañana de primavera
en que estamos a gusto con las cosas
y la ciudad parece otra y diferente, iluminada
no logramos, no tenemos la medida, la gimnasia,
no sabemos celebrar,
tomar un café sin leer la borra.

Gerardo Gambolini 


Campanas mudas 

Finalmente la isla, vacía, difusa bajo la luz:
calles de arena entre casas incompletas
jardines suspendidos en la tela del aire
columnas que no sostienen nada

Esta es la única
tierra sólida. Aquí, como un río,
un viento narcótico arrastra las mudas,
lejanas campanas del continente

las últimas pieles, que ya no redimen
y que devuelven de uno una imagen insuficiente
un módico horizonte de sola corrección, conformidad
metros cuadrados

Ahora párate en la costa regada de rocas y de huesos
y resiste la nostalgia de la proa
la estela detrás de las velas hinchadas
sabiendo que las sirenas están en el barco.

Gerardo Gambolini


Canto de loor

Quizás sea
que toda la vida cantamos
imprecisiones

Difícil asociar
la vejez del mandatario
al juramento de gloria

la del síndico obrero
a laureles conquistados —
difícil ver un acto de provincia,

la ropa, las manos
las caras del palco y la asistencia,
el canto a coro

sobre la noble igualdad —
la patria no demanda
apenas va soldando otras cadenas

el gran pueblo saludado
una mera enunciación
un antiguo esplendor inexistente.

Gerardo Gambolini



Distancia de las cosas

Los poetas carecen de pudor respecto
de sus aventuras: las explotan.
—Nietszche


Ah, la luz se descompone
y todos los bosques de Trakl,
los bosques estúpidos de Trakl
vienen a mí.

Pero no es la noche
o la lluvia de Lima, o el lago de Albinoni,
los álamos de Brabante. Ah, en un punto,
el pesar sugerido

siempre es falso, cobarde,
inconmovible — el tenebroso
riesgo del arte, la emoción
por interpósita persona.

Otras luces más graves se apagan a diario
y no cambia la distancia de las cosas
ni los ruidos, la rebelión aprendida
o la gratitud.

La noche termina
en un comercio de la piedad —
la verdadera elegía
es otra.

Gerardo Gambolini 


Elegidos

  las cloacas del lenguaje

Demasiada materia, para ser maniqueos.
Demasiada permanencia.
No son muy gnósticos tampoco.
Un extraño reino de la luz, un vaticano privado
el de su bondad

El ojo entrenado que descifra
(¿un lujo cultural de no neutrales?)
el juicio que salva,
el alma a la altura de los sapos —

Oh hijos bitonales de la culpa,
agostos de mayo,
los vomitados de Zaratustra.
Sí, pensador, abraza los árboles...
No son maniqueos. Son emanaciones.


Instantánea de una dama

No te reduzcas a simple sacerdotisa
el cielo no abriga en el invierno

No olvides, Miss Kenton,
los ríos terrenos debajo del escritorio

Gerardo Gambolini 


Materia de los sueños
                                
De qué está hecha la memoria       
sino de caras, ficciones
palabras que cambian de forma, actos inexistentes
montados en la turbia espuma del deseo

De qué estaremos hechos en la memoria ajena
sino de trueques, falsías pensadas
para engañar al tiempo abstracto, paciente
inengañable.

Gerardo Gambolini 
















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