Aguas bravías

A Marta Zamarripa

Otras aguas me vienen a los ojos.
Son las aguas violentas del Paraná,
fuertes, verdes de selva, cargadas de resinas,
aguas que arrastran troncos, rojas flores,
bestias dormidas, coronas, osamentas,
astros caídos.
Vi las aguas bravías del Paraná
castigando coléricas la casa del hombre.
Vi sus brazos alzando los troncos del sauzal,
allá, en Colastiné,
donde sueñan salvajes las cañas bravas.
Aguas del furor y la pasión,
aguas sombrías despeñándose desde un negro centro ,
esquivas, melancólicas,
destrenzándose solas en las orillas,
aquietándose lentas, cansadas,
envejecidas.
Aguas del Paraná, dolientes,
lamiendo el costado de Santa Fe, la antigua.
Aguas de amor y desamor,
aguas de trágico desencuentro.
Río que nunca vuelves al origen amado.

Graciela Maturo





Aquello que amaste permanecerá

What you lovest will remains
Ezra Pound

Ha de durar aquello que has amado
dijo un día Ezra Pound
ese insano
poeta recluido.
Lo sé, lo supe siempre.
No morirán las palabras estremecidas
ni las hojas del álamo que el viento desprende ahora.
Todo tendrá su tiempo perdurable
su reino, su medida.
El rostro de los muertos nuevamente
aparecerá dibujado
sobre la tela
del aire.

Graciela Maturo


Dafne

La mirada de Apolo enamorado
la tocó como un rayo.
Su alma fue llamada a una isla de luz
su cuerpo se transformaba en verdes ramas
cantantes
ebrias de puro ser.
Conoció el arrebato de nubes indescriptibles
y la felicidad de nadar entre hojas de diamante.
Una mirada de fuego
la sostenía sobre el abismo.

Moraba en la alegría de una fiesta
de niños y racimos.
La vida era un paso de danza
hacia el cerúleo mar resplandeciente.

La acompañan  memorias encendidas
dalias de fuego
un viento
hecho de pájaros. 

Déjala reposar entre fulgores
no temas por su muerte.

Graciela Maturo



Hombre de máscara de pájaro

Ante un cuadro de Marx Ernst

El puñal se ha clavado
en el pie de la joven madre .
Puedo oír su gemido como gotas de sangre
entre nubes grises.

                        -No me cautivarás
                        hombre de máscara de pájaro,

                       jugador de dados enlutados.
                        No podrás destruir mi red de nube y sueño
                        ni convertir en polvo la rosa que me habita.
                       
                        Volatinero cruel de amarillas vestiduras,
                        hechicero que esgrimes un látigo de violetas.
                        Tu voz enredaba mis cabellos
                        al gélido fuego de tus venas.
                        Tu canto encantaba mis oídos
                        con su seda de nardos.

Otro canto suena ahora desde las colinas
en el amanecer.
Una música  hecha de luz,
un bálsamo sagrado.

Graciela Maturo


En retirada

         a la memoria de Ramón P. Muñoz Soler

Donde el aire es más calmo
donde el ruido rojizo de la feria
se hace luz y paloma
donde el tiempo
ha detenido sus batallas
oyes tu corazón
infinitamente
solo

Casa de la agonía en que se unen
la memoria del cielo y el verdor
Fuego que avanza sobre las aguas mansas
llama fría
que abres
puertas desconocidas

Espero en la oscuridad
ajena al vértigo que roza los espejos
cansada ya del brillo
la risa y las espadas
Absorta miro el cuenco de las palabras
en el anochecer que vela el crujido de los muebles
En la penumbra de aconteceres silenciosos
pasa el ala de fuego de un ángel no nombrado

La luz avanza ahora sobre el mundo.
Ellos, los mercaderes no perciben
el vuelo de las palabras encendidas
ni el secreto rumor de la materia
en la alquimia de los días finales.

Una oscura marea
mueve los dulces ríos de la tierra.
El sabio se retira a su caverna
para escuchar la nueva melodía

Graciela Maturo


"La vanguardia al modo europeo es pasajera en América. Sin embargo, no puede ignorarse que el Vanguardismo contribuyó a poner fin a la solemnidad del discurso romántico latinoamericano, a veces demasiado frondoso y retórico, y a generar modos más ágiles y renovados de expresión. Podría hablarse de un cierto ritmo histórico que alterna tendencias neo-románticas, como la que se atribuye a la Generación del 40, y grupos vanguardistas o neovanguardistas, como el Invencionismo, el grupo Madí y otros que proliferan a partir de los años ‘50. Hay cierto vanguardismo en la obra de Cortázar, en la poesía de Edgar Bailey. Pero no veo marcas notables de vanguardismo en la poesía actual, en poetas significativos como Leopoldo Castilla, Carlos Penelas, Hugo Mujica, Oscar Portela.


El Surrealismo es más profundo y más acorde con la idiosincrasia mágica y sincretista de los pueblos latinoamericanos, aunque no es un surrealismo avant la lettre, adaptado al de André Breton. En la Argentina Aldo Pellegrini inicia este movimiento con un carácter más filosófico que literario en 1929, a través de la revista Qué. Esa actividad se renueva siempre bajo su dirección, ligada a la poesía, a partir de 1944 y hasta la muerte de Pellegrini. Sin hablar ya de grupos, la perspectiva surrealista se ha difundido. Como decía el propio Breton: Le surréalisme est dans l’air. En mi opinión, el siglo actual está destinado a vivir el Surrealismo, pero no un Surrealismo de escuela ni puramente estético."



Graciela Maturo


Las mariposas

Las mariposas siguen
ardiendo
sobre los radiadores de esas máquinas
que los hombres llaman automóviles
Arden hermosamente
junto con nuestras trenzas, con las hojas
recogidas en el parque al atardecer,
con los cuadernos dibujados y el sueño
de las adolescentes
absortas de amor
que sabían mirar desde el lado del pájaro.
Arden aún con sueños que resplandecen.
Es su manera de existir
de decir su delirio entre los muebles
que crujen en el alba
entre los libros fósiles
desordenados en los viejos pupitres.
Ese minuto de su muerte dura para nosotras
es un rito
reconocido por dos chiquillas  que se encuentran
en un lugar sin  tiempo
para volver al parque donde un árbol espera
y descubrir que nada está perdido
que nunca nos alejamos de su sombra
y estamos aquí
danzando
esperando a los ángeles
entre alacranes insomnes
y mariposas que se suicidan.

Graciela Maturo


Un viento desordena los días

Un viento desordena los días
trae de lejos una lluvia ardiente
que remueve las hojas muertas de nuestras almas.
Es el gran viento del amor que llega
con los presagios descendidos y abiertos
sobre la tierra sola
sobre la vasta acumulación de los fósiles
y los helechos de fría piedra
sobre el oro arruinado de los tiempos que ha quemado
los huesos del hombre y de su casa
sobre murallas y cóleras quebradas.
El viento abre el follaje
y un carro con hortensias se pudre hacia el olvido.

La lluvia avanza su gran lengua de hiedra
sobre los rostros, las maderas.
Esperamos el rayo que nos trae el verdor.
En tanto nos amamos
duramos en la esperanza
calentamos el pan con nuestro aliento.
Pero una espada acecha los amores mortales.
Qué hacer de las violetas y la lámpara en el portal,
del vino apagado y solo de las alcobas,
cuando llegan las aguas sin memoria.

Temblamos ante el silencio en que se engendran
los hijos de la lluvia
ante el soplo animal que abre nuestras carnes
con estremecimientos de dicha y de pavor.
Somos muy débiles aún
para su violencia de rey exterminador
que devora a sus deudos con codicia de amante.
Débiles. Y escuchamos, contempladores de la noche,
el alto fragor de las constelaciones silenciosas.
Y las bestias del sueño nos arrasan con su pelaje ciego.

La lluvia llega y suelta su cabellera de delicias
sobre la tierra toda convertida en un mar.
Y las piedras se abren ante la gran mordedura celeste.
Llega el verano de semillas
el girasol que arde en la furia del cielo
encendiendo los fuegos y las fiestas.
En vano querrán negarlo quienes remueven este gran osario
en vano intentarán avivar sus lámparas con el aceite
de la argucia
El amor adelanta sus banderas
y abre el libro del sol entre los muertos.  

Graciela Maturo


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