Algunas decadencias

La pera comienza a deshacerse,
pierde los bordes, se vuelve transparente
y blanda en la carne
que debía resistir la lengua,
y en la zona de los límites,
donde fluía el agua dulce y nítida,
se adormila el gusto, híbrido ahora
de batata y papa que han estado
demasiado en el hervor.

Otra experiencia más que se degrada.
Es difícil retener el instante fugaz
de la madurez perfectamente joven.
E inútil aclararlo.
Cualquiera sería mirado con asombro
si en el almuerzo explicara
qué es un verso, y cómo puede
pasarse de punto en el pulido del oficio,
esa maldita cocina de la muerte.

Basilio Uribe



En el jardín del retiro

Nunca dejaré de ser,
y ahora, si me encuentro
andando en este parque
donde se oyen una urraca,
bichofeos y el silencio,
con ladridos lejanísimos,
es tan solo actualidad
de lo eterno que ignoramos.
La tijereta a veces
atraviesa este olvido,
no la paz inmarcesible.

La campana ahora llama
en la hora del albergante,
oh silencio en el silencio.

Basilio Uribe


La otra orilla

Cada día sentía el odio hecho de amor
entre zarzas y espinas que la ira
no lograba sofocar.
La vida provendría de un equivoco lejano
visto demasiado de cerca. Las espinas
serían hilos y hebras de ese nido.
Y canto sus chirridos.

Basilio Uribe


Objeto psicológico

Ese era el cuadro: no podría dejar de verse,
vuelto objeto psicológico. El entomólogo
observaría al insecto, puestos electrodos
diminutos en las antenas. Exploraría su psiquis,
ese almacén de productos en sombras
que propondrían una madurez de hongos,
y otros que encogerían, resecos; donde tal vez unos pocos
aguardaran frescos hasta el momento
de consumirse en la luz de un solo día,
de una hora, de un minuto.
Él estaría en la puerta, mirando al cuadro,
cuidando los limites y la aduana
que no debían ser traspasados.
Ni siquiera en sueños.

Basilio Uribe


Porque anduve en Ginebra en el frío

Cuando tengo una pequeña gota de alcohol en mí,
una pequeña gota, Señor
-jamás bebí, lo que se dice beber-
renace aquel momento fugaz que me diste,
la revelación en Ginebra
de la felicidad física de comer,
luego del frío y la nieve
y caminar largamente
a lo largo de la Rue Guillaume Tell.
Aprendí entonces el goce
de estar en el bullicio humano
pescando el fromage de la fondeu,
el Gruyére cultural,
perdidos sus agujeros.
Siempre te daré
gracias por ese instante,
por su luz y su color y aquella calle
que tenía el mismo nombre
que la de Altdorf,
y llegaba en el pueblito suizo-italiano
desde el hotel Poldi, minúsculo,
hasta la plaza donde Guillaume
atravesó -creamos- la manzana
con su ballesta
y luego asaetó al burgomaestre
para liberar a Suiza.
Yo vi abrirse aquel día
la eternidad que todo lo transforma,
como vi transformarse en mi niñez
las nubes y un cielo
inolvidable.

Basilio Uribe


Resurrección

Las cosas que vuelvo a ver
en esta mañana única
nunca serán ya las mismas.
y esto que ahora digo
con un sonido lavado
ya no se me dará más.
Serán otras, otra vez,
las palabras con que intente
manar al fin, al decirlo.

Basilio Uribe









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