Bifurcación
(Canción en los Campos de Marte)

No puede ser. Veíamos través de
densas capas de materia
escuchábamos voces en la noche sorda

Bebíamos la realidad que estaba
y no estaba, porque fluía en el arroyo
de la percepción

Así nos amábamos y no nos amábamos,
nos dábamos el sol y la muerte
en los labios húmedos

Fernando Rendón



Convergencia

Tirados como leños, la roja corteza arrugada, somos búfalos que se pudren derritiéndose sobre la pradera verde.

Pero también debido a algo inigualado, inexplicable acto de azar, tirados como setas en la hierba exploramos todos los milenios, huimos de bestias prehistóricas, peleamos todas las guerras, somos millones estirándonos bajo el arco de la eternidad, mientras combaten dragón y anhelo en las nubes.

El sol nos llama y titubear es morir. Vuela, vuela bello cisne del deseo, todo se puede lograr.

Caminando sobre el blanco rocío, descálzate: la edad del hombre es la de su mirada sobre el bosque legendario.

Luis Fernando Rendón Merino



Creencia
(Canción en los Campos de Marte)

La mariposa atrapada
entre la telaraña y el vidrio
creyó que mi mano que le daba la libertad
era su muerte

Su sorprendido aleteo hacia el cielo

Fernando Rendón



I

Cuándo emprendimos la cruenta marcha desde el Apocalipsis de Sombra de Hombre, entre los alaridos de los guerreros, bajo un cielo pánico que hirió de muerte todas nuestras esperanzas y deseos.

Cuándo renunciamos a nosotros para echar nuestra suerte a espaldas del hermano, huyendo a las márgenes del delirio donde las ciudades del infierno ya no se avistan.

Cuándo supimos que las puertas de la primavera se abrirían y no se abrirían a nosotros solos, que echaríamos sin falta de menos a Sombra de Hombre, a quien amábamos desde el principio, cuando no había muerte en las florecidas praderas y los cenagales no habían surgido aún de la mente humana.

De nuevo entonces volver, deshacer en el corazón el nudo de nuestro dulce país herido, la nada de nuestro perdido sueño de una vida compartida en flotación.

II

Las alegres sombras de las guacamayas, refugiadas en las sombras de las copas de los árboles, parlotean sobre la algarabía de las sombras de los simios. La sombra de las frondas danza sobre la sombra del jaguar. Un sol violento es el refugio único de la salamandra. Sombras de nubes lentas sobre sombras agazapadas, sombras que acechan sobre sombras que temen. Una sombra de hombre elude la sombra de otro hombre.

El mar de sombras del hombre que llega se abate sobre la sombra del hombre que fue. Ulula el siempre insomne, el asombrado. Es de noche sobre el riachuelo de luz, que desemboca en la pupila de Sombra de Hombre, adhiriendo la sombra a la claridad.

III

¿De qué sirve al hombre su sombra en el desierto? La sombra de un árbol pesa más que la sombra de un hombre. En el desierto, la sombra de los insolados sabe que el paraíso es una sombra verdadera.

IV

“Las piedras gritarán”.

Piedra, talismán que elegía a los príncipes, hueso de la presencia y el principio, reconozco tu espíritu sagrado.

Nuestros antepasados cavaron en la piedra de los encantamientos, entraron en la casa de piedra de los conjuros, donde la vida invisible habla.

Prehistórico reloj de luz, la sombra da vuelta a la piedra, que escucha los latidos del corazón del hombre.

La lira de Anfión alzó las piedras flotantes de Tebas. Voces brotadas de la piedra recorren el laberinto del oído.

Descendido de la piedra del sol y anegado de sombra, el hombre ya no escucha a la piedra, que canta.


Lapidarios revelan secretas transformaciones de los sólidos, nuevas emanaciones de la pulsión del alba, desde el corazón de la piedra que el rayo habitara un día, antes que un agua sin orillas emergiese bajo la luz flotante, fraguando un entretejido de flores y animales, para hacer una patria del bosque.

Fernando Rendón




Ya habíamos recorrido una enorme parte del camino
Estábamos cerca del Techo del Mundo
El Techo del Mundo era una alta proa y el destino
El mascarón de proa era la Sierra Nevada
Y se agitaba con la furia del océano
Solo un ser sobrehumano podría asirse a la proa
Sin caer lanzado hacia el abismo
¿Y quién cabalgaría el fin del mundo?
Estábamos en la cima donde confluyen los soles
Asomados al equilibrio de los planetas
Desde el fin del mundo podíamos ver
las estribaciones de la historia
la geografía de los siglos ganados y perdidos
La Tierra dulce en su extensión embriagadora
tu amor real como los rostros de los dioses que vigilan

Fernando Rendón










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