LXI

Pero el anteinfierno existe, basta que se apague
la luz de la escalera, cuando vuelves a subir, ya
sin bolsas, la noche de la basura cotidiana;

de repente, la oscuridad más profunda y densa
te asalta, y te acercas de memoria al led
luminoso del interruptor con temporizador; en el piso,

incluso en ese lapso, de escalón en escalón,
el pensamiento se ve golpeado por el intervalo
y se sobresalta, traduce, alegoriza el sentido

de esta oscuridad inconsciente, cercana,
detrás de la calidez de tu propia casa,
que por la rendija de la puerta envía luz

como si fuera el puerto de arribo de un náufrago…
allí está ella, la cena, una noche más,
y, tras las otras puertas, gente casi ignota,

asomada, como tú, a la barandilla, a la nada
de una existencia que ignora lo adyacente…

Gianni D’Elia

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