Ciudad del presente

II

Un cuarto de hotel en Oaxaca cubre el juego,
y afuera llueve semen de otros dioses.

Tláloc, Chac, Cocijo inundan la Plaza de la Constitución.
Adentro transpiran nuestros cuerpos
esculpidos por las formas del fuego.

Esta ciudad, como Mijas Pueblo,
Guarda do Embaú, Taxco,
invoca el vértigo y la tarde,
para que caiga como un aguijón de obsidiana
vehemente, perpendicular y violento.

Esta ciudad, como Nueva York, Madrid o París,
no es fija, es un territorio náufrago entre soledades.
Se enciende con deseos de noche,
se abre con palabras llaves,
con amarillas obediencias y rojos gestos.

Así con sólo abrir los ojos la descubro,
habitada, por el festivo carnaval de las miradas.
Y me asomo y la contemplo edificada:
con dos cuerpos en su centro.

Claudio Lomenzo



Con los ojos puestos a esperar 

El verano también es la fría cama sorda,
un malestar de picazón incontenible
en una noche solitaria. 

Quise salir de lo puesto, de lo roto,
de aquello que ata y al atar, enreda
lo que guardo con lo que aguardo. 

El malestar se hizo humo,
y en lo blanco del aire
se esculpieron pueblos de cal.

Y opté por la fatiga,
por deambular en los balcones del tedio,
con los ojos puestos a esperar. 

La oscuridad inventó un olvido,
y al falso recuerdo le puse alas.
Permanecí en un páramo de preguntas. 

Siempre es de noche, cuando mi vida desespera.

Claudio Lomenzo


Resonancia espectral 

Escuchas como se vacía, se desintegra
aquella cosa que una vez te hizo falta.
Los cajones rozan, madera con madera,
y declinan, con sonido áspero, en su intento de cerrar.
Vibra el ángulo inevitable que araña en lo alto,
su tela fantasmal. Te hiela ese aire vacío.
El óxido avanza perspicaz,
perceptible, corroe los olvidos, la memoria. 

Oís la estúpida gota gotear terca
insufrible, en el interior de la noche.
Y la minúscula intolerancia, expandirse,
zigzagueante, frente a tu cara inútil. 

La bestia está aquí, persiste su trazo,
sigiloso, constante simétrico fatal.
Te han vencido.
Y hoy lo oíste todo con ojos desencajados!
Esperarás agazapado en tu crisálida.
El tiempo es de esa especie de larva,
que levanta vuelo,
cuando menos, cuando más.

Claudio Lomenzo



Una noche 

El río miró de reojo.
La noche no tenía nadie a la vista,
por eso bajamos por el barranco
desprovistos de fracasos y de alcohol. 

Los cuerpos fueron más que nosotros.
Buscando lo húmedo con paciencia
hicieron de lo desconocido un recurso
y del placer una estrategia incómoda. 

Pero la luna se distrajo.
El infierno es ahora, dije.
Hasta es posible que acá nos maten, dijiste.
Los labios enrojecidos se separaron
y partimos sabiendo que la muerte había sucedido.

Claudio Lomenzo













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