Condición de vampiro

Tras una inútil noche en tránsito sanguíneo
—la temblorosa piel—
—el quejido mínimo—
oficio el cándido ritual de abrir sobres a mordiscos. 

Desde una atmósfera intensa,
cartas que hablan de lejanos países
me seducen, me vencen.
—¡Vuelve hijo mío!—
firma mi madre.

En un arrebato
retomo las infusiones medicantes
la dieta del ajo
la abstinencia…
pero es inútil;
mis sendos colmillos muerden
una y otra vez mi destino:
velar sueños ajenos es mi condena.

Benjamín Chávez


Íntima 

Llaman otra vez a la puerta
y en la luz azul del televisor
sigo a la deriva.
No, hoy no estoy para nadie
para mí mismo
no estoy.
Como una tallada imagen de culto profano
atesoro ofrendas a mis costados.
Conmigo quedan selladas las quietudes.
Así, por ejemplo:
¿significa algo esta esfera jugosa
o es sólo otra inútil fruta
en la bandeja del harto?

Benjamín Chávez


La débil música de las suaves cosas

En la alta noche
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.

Benjamín Chávez Camacho


Poema final para una antología

Frente a mi
hay un libro abierto
una mujer
el eco de una guerra cíclica
una bandera trasplantada
la llamada de la línea del horizonte
un cielo generosamente abierto
un camino al centro del bosque
miles de músicos tocando inagotables
una triunfal sinfonía inmensa
o la íntima música que me levanta cada día

Algunas —muy pocas—
certezas para un débil soplo
que generalmente pastan libres
fuera de mi vista
en el inmenso prado de todas las cosas.
Y los poemas como mares
o como granos de arena y pedrería celeste.

Frente a mi también hay
el bullicio de los amigos
ciertas tardes llenas de sol
de ciudades
colinas
rostros
la contemplación reflejada en los estanques de la memoria,

El caminar de gente que no conozco
algo que se dicen, un gesto que los muestra dignos.
Y no por último,
algunas dudas
perdidas en el fondo de un baúl trajinado.

Un mirar de frente a los hombres
y otra certeza —ésta del corazón—
apaciblemente recostada a los pies de mi cama:
El mundo es un sitio para amar.

Benjamín Chávez














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