Cruzo el Brazo Muerto

Cruzo el Brazo Muerto
una hora antes del amanecer.
Aunque hay fuego en mí mente,
siento frío en el cuerpo.
El agua en mis orejas suena como a fuga de aire.
Algo similar ocurre adentro de un auto al pasar las 2500 vueltas.
El sonido no desaparece hasta volver la palanca al punto muerto.
Desde las orillas cientos de desiderianos me miran
con los ojos rojos como tortugas enfermas,
quietos en la costa.
Yo nado, nado y nado.
Podría decirse que hacia un lugar indefinido,
total cuento con la posibilidad de concebir la realidad que se me antoje
y no encuentro beneficio alguno en saber adónde voy.

Germán Arens



Hubiera querido
abandonar la Tierra a tiempo
aquel incrédulo vecino mío,
terrestre, egocéntrico y materialista;
que sentado en su jardín descansaba
cuando una nave aterrizó a metros de su reposera
y se negó a dejar el lugar
diciendo que su mujer
aún no había vuelto del gimnasio.

Afuera llueve. En alguno de sus cuerpos, mi viejo sillón amarillo sufre la ausencia de quienes no vienen. Bajo el techo se refugian tres mosquitos. Uno parece una pequeña piedra de coral. Alguien me dijo que tienen cuarenta y siete dientes y son las hembras las que pican. Antes de dormir debo matarlos. Siempre es de noche cuando  percibimos los cambios que  impone el presente. Sin embargo, a pesar de no ser un momento apropiado para manifestar inteligencia, me observo con bastante indiferencia en una situación que pocos soportarían.

Andrea mira sus uñas recién esmaltadas. Antes de acostarse pasa por la cocina y verifica que  la llave de gas no quede abierta. Baja las persianas y mira el cielo. Piensa que Júpiter es extraordinario en el más profundo significado de la palabra, que de haber acumulado más materia podría ser un sol.

Germán Arens



La casa está ubicada en las afueras del pueblo. Es la
última de todas y en ella no vive nadie, ni siquiera
un árbol. Es cuadrada y blanca, muy sencilla. El último
en habitarla fue Mario, un biólogo muerto durante el primer
intento de colonizar el delta del río Rojo. Entre los
nativos se lo recuerda como a un hombre bueno aunque
proclive al pensamiento fatuo. Decía, por ejemplo, que
los seres vivos somos excepciones, que nada en nosotros
tiene sentido, que el universo todo tiende a expulsarnos.

Anoche pude ver a la palabra suprema. No voy a entrar
en detalles en torno a la manera en que me
hice de ella; sólo puedo decir que la palabra, fuera de
mi mente, no representa un mero razonamiento carente
de realidad. Tampoco es incorpórea ni está concebida
como creadora del universo. La tuve en la punta de mi
lengua muy pocos segundos, después desapareció. En
ella estaban todos y el único concepto. Pude haber sido
el dueño del mundo.

Germán Arens


Las nanoplantas son plantas muy pequeñas

Las envasamos en recipientes de vidrio
y las vendemos en forma de llaveros.

Hortensias y malvones han pasado de moda,
la gente se desvive por las plantas tropicales.

Además de flores, orquídeas y rosales
tenemos árboles, arbustos y bambúes.
El vivero está ubicado en las afueras,
mi socio es paisajista recibido en Buenos Aires.

También está la opción de llevar plantas carnívoras,
se las riega con el agua de la lluvia.

Anexamos hace un tiempo las acuáticas,
es cuestión de animarse a cultivarlas;
a los peces de colores hacen de refugio
y en verano están en todo su esplendor.

Germán Arens









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