El alivio

Mirando una gota de agua
me dice:” es la única manera de ver a mis hijos”.

Gustavo Weisberger



El cuitado

Fue para el cuitado la grosura de trigo subiéndole desde el talón
el rosal a la izquierda, unas cuantas uñas de Yahvé incrustadas en el pecho
metros de cuero agrio para cubrir la pateada bandera argentina
y en ese mismo lustro de vida, cruzarse de piernas como un ordinario
a quien no se le da un mínimo de bola
y se le palmea la espalda y se le marca la ruta, allá le dicen,
aquel camino de parásito y chatarra.

Gustavo Weisberger


El paseo que me corresponde cada tarde

Al perro lo suelto en la plaza
y corre levantando polvareda, cartones de vino y algo de pasto.
lo veo alejarse y perderse entre los árboles
y después buscarme como loco.
Entonces: Bendito el que no mira el cielo para nada
y sí mira a quién arroja botellas a las vías del tren
y a ese otro pibe haciendo fueguito en la soledad del otoño.

Gustavo Weisberger



La sanación definitiva

No sé que hacer y entonces voy a la biblioteca
y agarro un libro cualquiera y lo abro en una página cualquiera
y leo: “el corazón está en su sitio y duele.”

Gustavo Weisberger


Los hechos

Te doy mi corazón como un papel de calcomanías.
Te doy luz eléctrica una vez que pase la tormenta
por ambos cuerpos perros.
Porque lo cortante se halla al ras de la tierra y tu amor es mi cabeza apoyada en pasto reo.
Te doy una canción de Luis mientras escasea el agua en este mundo.
Te doy un vaso de vino tinto a las siete de la tarde.

Gustavo Weisberger


Por la calle Alem

Bolsas de basura abiertas durante la noche
que pasó con su largo cabello frío, van apenas tres días
de empezado el invierno
y se nota, así nomás, la fe drogada en lo profundo del iris
de los que me cruzo camino al trabajo
a los cuales saludo con un leve movimiento de cabeza encapuchada
como quién no tiene raíz y no quiere saber mucho de nada
excepto de la irrealidad de lo ya caminado o dejado atrás.

Gustavo Weisberger









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