El poema de Bob Hope

I. La vida secreta del capitalismo
(Fragmento)

Creo que vi algo parecido en la película Aeropuerto.

¿Dean Martín era el copiloto de un jumbo que iba al desastre lleno
    de inolvidables cameos y extras,
mientras Burt Lancaster y George Kennedy se rompían el alma
    para sacar la nieve de la pista muerta de miedo?

¿Cuántos aviones pensás que están hoy ahí arriba?
¿Tienen combustible o altitud suficientes para alcanzar el cielo azul
    allá arriba de este frente de tormenta?
¿Cuánto puede subir un sistema así?

Me imagino que los pasajeros ya deben haber leído la revista
    de la aerolínea decenas de veces.

He estado leyendo sobre Bobe Hope en la revista People.
Mi mujer la compra.
Lo juro.

Pero es cierto que le he dado un par de miradas,
por arriba, la espié,
es cierto.

No.
Seamos totalmente
sinceros.

La verdad es que he estado sentado acá más de una hora, los pies
    sobre el escritorio, la silla inclinada hacia atrás, tomando
    té de casis y leyendo People
mientras las ardillas jugaban y bailaban por todas partes y
    los copos de nieve hacían su rutina con la ley de gravedad.

Deseaba,
añoraba,
anhelaba
la familiaridad culpable
de sus títulos tan atractivos como el abrazo de una puta
    que apoya su cabeza sobre tu solapa de satén.

La busqué por toda la casa,

enterrada bajo papeles y menús de delíveris de Ho Wa Garden,
    y me la traje aquí, la llevé todo el camino hasta el escritorio...
Pero no, ni siquiera me animé a levantarla, no tuve el coraje
    de llevarla, apenas la empujé con el pie por el piso,
como si pudiera mitigar mi culpa fácilmente, como si pudiera
    negar cualquier acto o deseo o intención y simplemente
    descubrir su fortuita presencia

ahí, en la alfombra, junto a mi silla.

Bueno, bueno, bueno.
La revista People.
Creo que le voy a dar una mirada.

Qué tristes. Qué banales. Qué lastimosos
son nuestros intereses cotidianos
ya sea juntos o cada uno por separado.

Qué derroche aceptar sin pensar esta gratificación simplista, esta
    pérdida de tiempo, aunque el tiempo, como dicen, es oro,

y los tiempos son difíciles,
y el dinero no crece en los árboles,
y nada hace más dinero que el dinero.

Campbell McGrath 


La mariposa zebra

Cuarenta años esperé,
desconcertado,
estas noches de invierno,
cuando las mariposas
se pliegan como garzas de papel
a dormir en las raíces
flotantes de las orquideas
que cuelgan en cajuelas
de un cedro vivo.
Cuántas serán.
Seis. Ocho. Once.
Al rociarlas bajo la luz de la luna,
los tallos y los capullos
se mueven, pero no despiertan,
sienten y sueñan
el nectar de las
pasionarias. Nunca antes
nos han complacido
de tal manera, nunca antes
han aquietado su vuelo
en el jardín. En alas
fueron traídas desde la lejana seda
del pasado, tan certeramente como
un viento compasivo
nos condujo
a un atracadero de
abundante gracia,
Elizabeth. Toda mi vida
he buscado, sin saberlo,
este momento.

Campbell McGrath 



Primavera tardía

                                      El reino de la percepción es vacío puro
                                                                                Po Chü-i

1

He fallado en el deber de mi oficio.
Es un pequeño sacrilegio, una herejía menor.

La esencia del deber es esmerada atención
a la hiedra y a sus trazos sobre el rojo ladrillo,

a la acera agrietada, al optimista helecho,
las lilas tumbadas, pardas como granos de café,

las semillitas aladas que caen por millares de los arces,
revoloteando en el viento de Mayo,

y a las hojas mismas,
su verdor acreciendo en soleada madurez.
¿Para quién esta ofrenda,
y de quien obtenidas

estas cosas que caen,
ansiosos sus cuerpos sobre el pavimento?

Hay un nombre para ellas,
un nombre propio, ¿pero cuál es?

2

Todo el día me ordenaron
admirar la belleza de esta solitaria peonía
pero apenas ahora, bajo tardes estrellas
estrujo sus pétalos sobre mi cara.

Seda elemental disminuida a cenizas,
ruborizada ante el pincel del alba,

su aroma es un zarcillo
que conecta mi mente con la lluvia,

una raíz, un resinar, una estaca
buscando, lacrimosa, ramas

de los árboles en la primera luz
colmada de flores que parecen flotar

como candelas blancas en tiznadas farolas.
Esa es la descripción del deber,

¿pero quién es su agente,
el mundo o los sentidos?

Ahora la multitud de idiomas de los pájaros
rehúsa conciliarse

y nubes emergen como hormigas de la oscuridad
hacia la inevitable floración del día.

Campbell McGrath 












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