(EL RUIDO DON DE ESTARNOS)

En las recobradas cadencias de lo retroactivo, implicado arrebato particular, la experiencia de la letra exige aquella rarezas cuyo tiempo de etcétera atisba consentir con las propias torpezas y destellos. Y de sus infranqueables madejas perceptibles o no, la condición de dejarse conmover como desaprender, stricto sensu, ese albergue innumerable de destituciones que arma lo singular de la experiencia. Don que ninguna época por ideal que sea -raigal canalla- ofrece en su default de maleza y criminal caza-bobo.

Allí donde nadie es contemporáneo de sí, una enunciación suena, hace pie silencioso
por escrito.

¿cuántos añoran sin saberlo / sus oropeles, su esplendor barato, / la eterna adolescencia del espíritu? (1) Provisoria encallada en discordia de linajes (2). E incluso lejana semejanza con las virtudes (3).

En el mar de alusiones y cadencias suena la obsolescencia. Sin Otro. Branquias de platillos de óxido ideológico, de estériles comillas, junto a lo innumerable inédito y ascesis. Paradojas chapitas y tapitas despegadas del bleque que insume horizontes de malentendido a sumidero. Trincheras, segregación y sugestión dizque razón todo terreno de retornos, restos sintomáticos, burocracias para modular disensos, agitación de histrionia y vamos-por-todo. Imaginaria carbonera identitaria en la carnicería de los saldos cínicos. Panderetas ágrafas de rastas, chas-chas, ceos y cebos.

Hamlet, su arduo advenimiento (4)

Don de los entusiasmos desbaratan -desierto simbólico deshecho- el sol de noche de la palabra. Ni primera ni última.  

(1) Zaidenwerg, Ezequiel  La lírica esta muerta, Bahía Blanca, Vox Senda, 2011.
(2) Rosa, Nicolás  La letra argentina - crítica 1970-2002, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2003.
(3) Rosenberg, Mirta  El paisaje interior, Bajo la luna poesía. Buenos Aires, 2012.
(4) Oliva, Aldo De fascinatione, Universidad Iberoamericana/Artes de México, 1997.

Gabriel Roel










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