Flores de la paz

Las colecciono ahora, parece. Como
conchas marinas o dedales
viejos. Una para
Papá. Una para

Mamá. Dos para mis queridos hermanos.
Es extraño cuán poco
ellas requieren de
mí. No como las

otras que fueron enviadas en memoria
de. Ningún chillido
repentino del
teléfono. Nada de vuelos

agobiantes a la medianoche. Solo un poquito
de agua ahora y
después. Comida escasa y
luz. Mira cómo

las acomodé a todas juntas acá
en este lugar con sombra
más allá de las escaleras.
Incluso cuando ellas tienen

sed, me convocan con nada
más que un suave,
indiferente plega-
miento de sus hojas

Cathy Smith Bowers

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