Fotografía en París

La mujer sonríe, inclina la cabeza hacia atrás
extasiada;
el hombre mira a cámara, sostiene un bebé.
Se adivina el follaje de un parque
el clic de una máquina digital en automático.
Convivo con el gesto desproporcionado
de una mujer que no conozco.
La foto –un amigo de la infancia que está enfermo
y vive en París, dice mi marido– deambula por la casa
como un espejo deformado de nosotros tres.

Ramas que se arquean sobre nuestra calle
inundan el barrio de una sombra apacible.
Los rayos llegan a destiempo, empeñados en caer
siempre un poco detrás nuestro.
Y no es el ritmo, ni el carácter de la marcha
sino la pregunta, ¿cuál de nosotros se extravía
cuál muere, cuál es el que nos prolonga?

Carolina Esses



"Me interesa el tema de la religión, la religiosidad de las personas. Quizás el judaísmo sea de las religiones más complejas, porque implica también una nacionalidad y una marca, ni hablar del peso de la historia. Mi apellido por ejemplo es judío, pero yo soy bautizada católica. Sin embargo, hay algo ahí que es interesante y que tiene que ver con la identidad de cada uno."

Carolina Esses


Paisaje bucólico de clase media

Todo lo que queremos
está dentro del perímetro de esta cama, dije
dos metros cuadrados suspendidos
a treinta centímetros del suelo.
Soy un niño, repetía Lucio
mientras jugaba con una moneda.
¿Y yo? Podría seguir un rato largo
ensayando estos ejercicios
de estiramiento, patas para arriba
sobre la apelmazada resistencia del colchón.
¡Niño! gritaba Lucio
y saboreaba la palabra extranjera escuchada en la tele
el español lejano al castellano de nene
o chico. ¿En qué idioma hubiésemos hablado
de quedarnos por siempre en esta cama?
Nos encontrarían muertos a los tres
los ojos fijos, dulcemente adormecidos
en nuestro bucólico paisaje de clase media.
Así dicen se muere de hambre:
el cuerpo entra en una ensoñación
y se abandona a las visiones
como quien en medio del desierto
imagina un oasis.
No soportaríamos el hambre, dijiste
y fue tu manera de negar mi primera frase.
No, no todo lo que queremos está contenido
en el perímetro de esta cama.
Antes de abandonar el libro que leías
plegaste con prolijidad una de las hojas,
Lucio bajó en una pirueta de la cama
y yo me dispuse a guardar
juguetes, ropa
y a dejar fuera del alcance
del niño
monedas o botones.

Carolina Esses



Una noche en los Coihues

Hablaban del escenario de la guerra.
Decían que no lo veíamos.
Los cuerpos colgados de la enramada del bosque
la engañosa geografía de los cerros.
No los ven, decían.
Pero cómo verlos si éramos los recién llegados
si habíamos compartido la comida, el vino, fotos
que los mostraban caminando sobre el hielo
o colgados de un arnés en Mont Blanc y afuera
se recortaba el aliento cálido de las lechuzas;
si habíamos caminado juntos hacía apenas un rato
hundiendo los pies en la nieve fresca
bajo árboles que vibraban
como si la noche estuviese llena
de pájaros o de peces.
Hasta que surgió esto de la guerra
y uno de ellos extendió hacia mí un cuchillo
su punta violácea
el triángulo hiriente
con el que se había trozado la carne fresca.

Carolina Esses



Y SI FUESE el Capitán Frío?
¿Si el granizo que amenaza con
helarnos las entrañas
fuese sólo una pequeña muestra
de la artillería de un villano
dispuesto a barrernos de la faz del planeta?
¿Correrías de mi mano aún sabiendo
que detrás viene, no el destino
con su compasiva escala de valores
sino la tabla rasa de la nieve?

Carolina Esses















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