Hope you guess my name 

El año, gusano de 365 patas, pasa por el alféizar
de esta ventana que inventa mi memoria de gato vaga calles.
Es hoy, me digo, el día justo, la hora precisa, el nanosegundo
que precede al grito que reclama como un requinto
la atención de los asistentes al concierto de mi espectacular decadencia.

Lo he logrado, estoy seguro, ser el repugnante ex amante de la bella,
el traidor insospechado, la vileza de mi estirpe, la vergüenza de mi patria.
Lo he sido porque era lo que se me había pedido ser, sin decírmelo,
orillado como la piedra que la corriente arrastra y deja en el remanso
al fondo de la corriente apacible de mi raza; mezcla, variopinta especie
que va a morir por ser lo que ha sido, por ser lo que no ha podido dejar de ser. 

Me da asco el mundo que se me ha dejado en las manos, reniego
de la lluvia y de la paz de mis ausentes, del demonio en mis pupilas.
Como es de esperarse no fui inocente, estúpido y brutal fui, y, sin embargo,
no hay en mí sino razones vastas para aceptar mi esclavitud, la náusea
de mi triste figura proyectada como sombra rasante en la calle ancha. 

Amé, claro, fui amado, pero mis impulsos nunca negados me llevaron
a aquella mesa al correr para atajar la lluvia en La Puerta del Sol. 

Que nadie se sorprenda de mis confesiones desastrosas,
que no es de hombres o mujeres negar lo que nos es dado,
la altura nuestra, el sabor de los placeres y el dolor de nuestra memoria,
individual o colectiva, yo qué sé, ese algo que se queda en el aire
de las plazas públicas cuando parece que algo cambiará y todo vuelve
a quedar donde siempre.

Josué Ramírez




Los ojos de ahora

Nos daba chance de estar en su tienda,
fumar, nos miraba chavos, sonreía,
movía la cabeza de un lado para otro
lenta y levemente apretando los labios; 

eran casi los años ochenta y yo traía la mata al hombro,
el pantalón de peto y chatas las botas negras,
el tiempo era la llovizna y la primavera
con el barrio empapado o las resecas banquetas; 

era el laboratorio de la ciudad de México
a mis diecisiete enfilados hacia el final del siglo xx;
hoy han cambiado las perspectivas y las estaciones, 

son fantasmas mis voces en mis edades repartidas,
ya estuve donde fui con una guitarra viviendo el instante
y el de la tienda murió y yo no volví jamás a su calle.
                                                 ...             

Ahora ya no tengo pelo y la corbata a veces me place,
leo en el vagón y el café de las tres es más efectivo
que el de la mañana; entreabro los ojos buscando el futuro,
y por lo demás se me hacen absurdas muchas cosas que pasan 

y no me tiemblan las manos al confrontar las posturas
y tiro los dados con resorte en la voz el gusto y el ritmo
y sé que México es una mixtura conservada por todos
a la hora del espantoso impasse del autoengaño en la víspera; 

las cosas que me gustan tienen su hora, el avión y la casa,
la conversación encendida sin saber qué hacer con tanta gente,
el arbusto en el muro y la grieta en la pintura realista;

la flama del amor habita conmigo y sé que todo es difícil
como en una frontera el abandono rasga la prenda
y pongo la idea al fuego que apenas llagando se va.
                                                  ...

Esta es mi herida: todo está confundido, los sentimientos,
el sentido gramático que tiene este mundo, las cosas que elijo;
pasar siempre de esta a la otra mitad, creer que el poder es lo último
si cuando me he quedado en los ojos que amo hay esperanza; 

a veces me considero perdido y otras tamborileo con los dedos
trepado al tren que no para y que llamamos tiempo y voy muy atento
porque me sé olvidar y tengo en las manos la fuerza de una caricia
y le digo vale al bato desesperado cuando mira en mi cielo el deseo; 

que como vivimos soñamos solos en estas tinieblas visibles
no me cabe la duda y me resulta entrañable la tierra que pisamos,
como ondas de radios pasando los muros la tristeza me toca 

y no me hago pendejo cuando miro en las sombras ocultos
a todos quienes se saben culpables y a contracorriente me río
como a mis diecisiete le dije a la muerte me encontrarás bien parado.

Josué Ramírez



mecánica nacional 

Una pareja de amigos se dan besos bilingües, se insultan en inglés y español y hay quien opina que, por los niños, harían bien en separarse. Él planeó matarla a ella; ella guardó dos cuchillos de su lado de la cama. A él, del oído izquierdo al derecho le corre un zumbido; ella se rasca la cabeza y ve siempre como si estuviese frente a un espejo. En una conversación a la deriva, entre humo, tequilas y cocaína han pasado la tarde; ahora miran el crepúsculo desde el tercer piso, frente una larga ventana con el televisor encendido. Sus ojos los delatan: están mirando la tarde. Ella le reprocha no haber ido al concierto; él que no tolera al amigo de ella que le da los boletos; a cambio de qué o cómo es que llegan a ese acuerdo. Ella le dice estúpido; él se enfurece, patea el televisor; ella piensa en Jorge Ibargüengoitia, trata de no mirar la danza de la destrucción y termina por gritar: “¡Venga, pégame ahora mí, machista de mierda!”.

Josué Ramírez





No hay comentarios: