II
Estoy solo,
y feliz de estar solo.
No me gusta la gente que callejea
hasta tarde, que camina despacio
después de medianoche
entre las hojas caídas en las aceras.
No me gusta mi propia cara
en los pequeños espejos de las tragaperras
ante las tiendas cerradas.


IV
Me gusta el sonido de la calle,
pero aislado y solo,
junto a una ventana abierta
y tras una puerta cerrada.


VII
Las cuerdas a merced del viento
golpeando el asta
(la bandera ha sido arriada);
detrás de las desnudas copas de los árboles
las luces de un avión
se alejan lentamente.

Una o dos estrellas brillan
entre las chimeneas de la fábrica;
la calle oscura y en silencio
porque han roto la farola
y hace frío y es tarde.

Charles Reznikoff



Escena nocturna

Vi el cobertizo entre las sombras del patio
y vi la nieve en su techo:
un brillo alargado a la luz de la luna.

No podía descansar ni cerrar los ojos
aun cuando sabía que a la mañana siguiente
debía levantarme temprano y reemprender el trabajo,
y reemprender el trabajo.

Ese día estaba perdido, ese mes también;
y un año y otro por lo que sé.

Charles Reznikoff



Mendiga

Cuando yo tenía cuatro años mi madre me llevó al parque.
El sol primaveral calentaba poco. La calle estaba casi desierta.
La bruja de mi libro de cuentos de hadas vino caminando hacia nosotros.
Se detuvo para pescar algunas uvas mohosas junto al cordón de la vereda.

Charles Reznikoff


Ritmos y poemas

1.
En el puente de Brooklyn vi caer muerto a un hombre.
No importó más que si se tratara de un gorrión.

Por encima de nosotros se alzaba Manhattan;
por debajo, el río se extendía para encontrar el mar y el cielo.

2.
Las dependientas dejan su trabajo
calladas.

Las máquinas permanecen quietas, mesas y sillas
se oscurecen.

Comienzan las silenciosas rondas de ratones y cucarachas.

3.
Los dedos de tus pensamientos
moldean tu rostro
sin cesar.

Las pequeñas olas de tus pensamientos
lavan tu rostro
hermoso

4.
Terminado mi trabajo, me apoyo en el alféizar de la ventana
y miro los árboles, que gotean.
Ha dejado de llover, el pavimento mojado resplandece.
Desde las pequeñas ramas desnudas
hileras de gotas cuelgan como brillantes capullos.

5.
La tarde invernal se oscurece.
El zapatero se inclina sobre los zapatos,
su martillo golpea cada vez más rápido.

Una anciana espera,
frotándose las manos para quitarse el frío.

6.
En la tienda, ella, su madre y su abuela
imaginando a veces mujeres junto a la ventana en calles tranquilas,
o mujeres que leen, un brillo en las manos en reposo.

7.
El sol estaba bajo sobre el agua azul de la mañana;
las olas de la bahía eran silenciosas sobre la playa lisa,
donde por la noche los plateados peces habían muerto boqueando.

8.
Los que han demolido la casa han dejado la puerta y una escalera,
que ahora conduce hacia la habitación vacía de la noche.

Charles Reznikoff


Saludo y despedida

Mientras esperaba a cruzar la avenida
vi a un hombre que había ido a la escuela conmigo:
habíamos sido compañeros
y nos reconocimos al instante.
«Qué calor, ¿no?», le dije,
como si nos hubiéramos visto ayer, «lo menos estamos a 95 grados».
«Oh, no», respondió, «todavía no he llegado a los noventa y cinco».
Luego sonrió con tristeza y dijo,
«Sabes, estoy tan cansado
que por un momento pensé que te referías a mi edad».

Caminamos juntos un rato y me preguntó qué estaba haciendo.
Aunque, por supuesto, no le importaba.
Luego, educadamente, le pregunté por su vida
y él también respondió con brevedad.
En la escalera de entrada al metro me dijo,
«Me da vergüenza confesarlo,
pero he olvidado tu nombre».
«Descuida», respondí,
«yo también he olvidado el tuyo».
Al decir esto nos sonreímos con amargura,
dimos nuestros nombres, y nos despedimos.

Charles Reznikoff



Te Deum

No canto
a las victorias,
no tengo ninguna,
sino a la simple luz del sol,
la brisa,
la generosidad de la primavera.

A las victorias no
sino al trabajo cotidiano hecho
lo mejor que he podido;
no por un lugar en el estrado,
sino en la mesa común.

Charles Reznikoff














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