La abulia de un hombre viejo

La araña en su teatro colgante;
la paciente villanía de los gatos:
la siesta predice desastres,
ahora que hay tiempo para sentarse y ver.

Afuera, arrullado por el sol, pastoreo
con un brandy pegajoso en la mano
y contemplo el manzano
retorcido como una historia familiar.     

Mis nietos juegan al cricket
con una pelota de playa y una raqueta.

Mi vieja esposa sentada a mi izquierda.

Reclinados, con nuestros cigarrillos nos besamos 
para elevar un tembloroso puente de amor.

El libro que leo bosteza su aliento de zorro.

Recojo frases sólo para extraviarlas luego
que son tercos dientes apretados.

El bebé atado al yugo de su babero gatea
y se vuelve hacia al gato del vecino
que a su lado pasa exhibiéndose
con unos tontos, gordos, plumosos, falsos bigotes.

Christopher Reid



Un matrimonio y sus leyendas

Un matrimonio y sus leyendas.
Historias contadas una vez, consideradas significativas,
luego repetidas en ocasiones
para confirmar la santidad
de una unión secular.

Esta es de la prehistoria,
los tiempos de Joan Baez
y vaporosos vestidos de gasa:
estabas vestida de blanco del cuello a los pies
y cruzabas una calle de Londres
-ojalá pudiera preguntarte cuál-
cuando el niño profético
que siempre pasa por nuestro lado
exclamó: "¡Mira, papi! ¡Un fantasma!"

Chistes, también. Cada vez que sacabas
la fea foto del pasaporte
en la que aparecías pálida a causa del flash
y mirando boquiabierta
en algún sucio fotomatón del metro.
yo decía: "Un fantasma que ha visto a un fantasma."

Una historia y un chiste malo
que más tarde adaptaron su significado
a una insoportable verdad.

Christopher Reid







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