"Rufino (pues sus terribles crímenes no soportan el sosiego y sus fauces manchadas se niegan a secarse) comienza a encender de nuevo al mundo en guerras espantosas y a perturbar la paz con sus acostumbrados desórdenes. Incluso habla consigo mismo estas cosas: «¿De qué modo aseguraré mis escasas esperanzas de vida? ¿Con qué medios podré rechazar tantas tempestades? De un lado me oprime el odio, del otro me rodean las armas. Ay, ¿qué puedo hacer? No me socorre el ejército ni amor alguno del emperador. Por todas partes me acechan peligros inmediatos y las espadas resplandecen colocadas sobre mi cuello. ¿Qué me queda sino sumergirlo todo en una nueva confusión y arrastrar en mi ruina a pueblos inocentes? Es agradable morir tras haber derruido el orbe; la destrucción general proporcionará consuelo a mi muerte. Y no huiré antes aterrorizado: debo renunciar al poder juntamente con la vida»
Así habló y, como si Eolo 11 les quita las cadenas a los vientos, así él esparció a los pueblos bárbaros tras haberles roto las barreras y les despejó el camino para la guerra; para que ninguna región quedara inmune, repartió la matanza por el orbe y distribuyó la ruina. Unos se precipitan por la superficie helada del impetuoso Danubio y franquean con las ruedas de sus carros las aguas acostumbradas a los remos; otros invaden las riquezas de Oriente por la barrera del Caspio y las nieves de Armenia, llevados por un sendero inesperado."

Claudiano
Contra Rufino


Sobre un amante pobre

Me dominan la cruel pobreza y el temible Cupido: pero puedo soportar el hambre, no puedo soportar el amor.

Claudiano


Sobre una mesa de piedra...

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Sobre una mesa de piedra
Adornada con una flor
Se ha posado un águila.

La imagen del ave
Sobre la superficie pétrea
Sugiere una extraña figura:

La mesa en lo alto
Tomando vuelo, pesada y sin alas.

Claudiano







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