Ahora que no encuentro ya más tu rostro

Ahora que no encuentro ya más tu rostro
A la deriva tras el espesor de los días
Y ahora que ya tu voz me llega tan queda 
Que no sé ya escuchar tu canto
Será acaso preciso olvidar tu imagen
Perderme sin ti en otra noche
Para que al fondo de la sombra y la zozobra
Nazca la primavera que nos está prometida.

Has vuelto a mí esta mañana
El sol ha coronado la casa
Si supiera yo retenerlo
En la vasija de un bello día
Quizá vendrías tú a veces
A hacer una pausa en tu noche
Y dormir de nuevo conmigo
En el ámbar de sus hilos.

Había tanto silencio
Tanta presencia en esta alcoba
Tanta luz lucía
En nuestros labios la misma sonrisa
Que cuando Ella vino hacia ti
Tenía rostro de primavera.

Sé que tú me inventaste
Que yo nací de tu mirada
Tú que dabas luz a los árboles
Pero desde que me dejaste
Por un sueño que te devora
Procuro volver a darte
En el nido tembloroso de mis manos
Un atisbo de día cuya dulzura baste
Para obligarte a volver a la vida.

Hélène Cadou


Cuando niña

Cuando niña
Temía que el pozo
Abierto en lo hondo del jardín

Fuera un ojo abierto
Hacia el fondo de la tierra
Una mirada

Que permitiera ver
La noche de los tiempos

Y rechazaba el antojo
De tomarlo como espejo

Tal era el miedo a que mi cara
En él se perdiera

Hélène Cadou


La morada...

La morada rivaliza
Con la iglesia sin campanario
Y el rayo
Escoge una u otra
Cuando quiere herir
Pero el gran navío sereno
Que abre sus poemas a los campos
Zarpa con el más leve aliento
Y está ya en medio del bosque
Donde charlan santos que han perdido la cruz
Cuando vuelve al atardecer
Todo se duerme y la escritura suavemente
Asigna su lugar a la morada

Hélène Cadou


Siempre he vivido

Siempre he vivido en grandes casas tristes
Apoyadas en la noche como un alto aparador
Gente allí descansaba al azar de sus viajes
Y yo me detenía temblando en la escalera
Dudando si buscar en su equipaje exiguo
Quizás el secreto de mi identidad
Prefería dejar planear sobre mí como un agua fría
La duda de ser hombre. Me amaba
En el esplendor imaginado de un vegetal
De esencia rubia con rizos de sol
Mi vida sólo comenzaba más allá de mí mismo
Descubierta suavemente por un vuelo de teros
Me oía en las sonajas de la mañana lívida
Y eran siempre las mismas paredes encaladas
El cuarto desolado en su concha vacía  
La cama plegable siempre sin cantos de pájaro
Pero me amaba ¡ah! me amaba como se levanta
Encima de los ojos a un hijo de la claridad
Y sabía encontrarle lejos de mí
Asoleado en las jarcias de un poema.

Hélène Cadou











No hay comentarios: