Algo sobre la muerte 

 La Muerte está fumando en mi aposento
La Muerte está zurciendo mi camisa
La Muerte está mareada de la risa
Al verse despeinada al viento 

La Muerte viste su color violeta
Y se ajusta sus medias de ir a misa 

La Muerte está esperándome sin prisa
Con su reloj como su único armamento 

La Muerte vive aguándome mi vino
Y hurgándome la paz de mi intestino
Sentada sin permiso ante mi mesa

La Muerte se ha comido mi retrato
Le ha ganado ya seis vidas al gato,
y a mí, seis días de vida, La Tahuresa.

Alberto Rodríguez Cifuentes



Ceguedad

Anadiomena, puerto del olvido,
a donde fui a buscar una mañana
el amor y volví con los ojos
cargados de ceniza.

Alberto Rodríguez Cifuentes



Cómo te he abandonado, poesía

Cómo te he abandonado, poesía,
cómo he dejado la moneda mágica
de tus cuentos y fábulas
abandonada en bares y silencios.
Cómo por prodigar a la que amaba
me olvidé de tu rostro y de tu risa
y desagradecí las noches puras
que sin afán me dio tu compañía.
Mas ahora regreso hasta tu encuentro,
derrotado de todos los caminos,
Ashaverus de puertos-corazones.
El verano se adviene a contemplarnos
con el fulgor de su pupila verde
y un pez sol va dorando mar arriba
un bosque de corales espejismos.
Abajo, las zanahorias arden vivamente
entre las manos de las verduleras
y las manzanas, novas de dulzura,
incitan a la mujer como en otrora.
El amigo del libro bajo el brazo
me dice "has despertado, vive de nuevo
el alba entre tus ojos, vienes a repartirte
de nuevo entre la vida, con tu amante
de siempre, Poesía.
Has regresado a tiempo, ya la guadua regala
sus espinas dorsales a los niños
para forjar cometas y un viento Celestino
llega para tejer la espiral de la infancia".

Alberto Rodríguez Cifuentes



¿En dónde estás Anadiomena?

¿En dónde estás Anadiomena triste,
en qué mar de corales asombrados
o entre qué teleósteos sin su sombra
se ha ocultado tu pálida ternura?
Pues cuando el tiempo parte la naranja
donde dormita el ámbar de los días
tú cruzas por mi ser como algún ala
o un rumor de hojas secas en el viento.
¿Cuándo tu nombre, zumo entre mis labios,
edulzará de nuevo mis sentidos?
¿Y qué de las promesas que no fueron,
vencidas por clepsidras y fronteras?
¿En dónde estás Anadiomena triste,
en dónde tu estatura sin ceniza?
He devastado un bosque de almanaques
esperando un febrero de retornos.

Alberto Rodríguez Cifuentes



Es tiempo, tiempo

“Tiempo. Soy aquí tu enemigo mientras tanto.”

Marco Fidel Chávez

De nuevo estoy perdido entre los días
y creo que es inútil insultarlos
o pasarme las horas rompiendo calendarios
o destruyendo el ojo cíclope del reloj,
¿Porqué me atacas Tiempo y derruyes
los mojones de amor que me atan a la infancia?
Ayer fue mi abuela de diciembres y musgos
a la que diste un golpe de silencio en la espalda
y tronchaste con Ella la rosa de las fábulas.
¿Porqué tiempo te inquinas con mi vida
y haces que cada vez esté más lejos,
el mágico sombrero de la infancia,
el único que puede cubrirme de la muerte,
la última de todas por las que he transitado?
Afuera, la mujer, el verso, el vino,
me esperan con la puntualidad de los ocasos
y las nieves de imprevisto invierno
que ya están decorando mis cabellos.
Es tiempo, Tiempo, que me dejes quieto,
que dejes de anudarte a lo que amo, a mi infancia,
a los libros y quites la ceniza que cae en los retratos.
Es cierto, Tiempo, que no podré vencerte,
mas haré la jugada de escaparme temprano
por cualquier puerta falsa,
antes que la vejez venga silbando
y me encuentre desnudo de recuerdos.

Alberto Rodríguez Cifuentes



Los días como rostro

Los días van pasando como rostros
o como islas que jamás soñamos
y somos los Ulises de odiseas
que nunca cesan de desesperarnos.
Lejos aún la arcilla del silencio
total en el que habremos de encontrarnos
consultamos en todos los relojes
la hora del amor y el desengaño,
Los días van pasando como puertos
sin luces que se acercan a alumbrarnos.
¿En dónde el faro azul que nos oriente
y la canción, el beso y el abrazo?
Amadas del ayer son brumas, sombras
cuyos nombres mejor es olvidarlos.
Solo nos queda el ibis de los vinos
picoteando el ardor de nuestros labios.

Alberto Rodríguez Cifuentes


Soy la tarde

Soy la tarde que cae sin paraguas del cielo,
en el simple verano de un pájaro errabundo,
pájaro cubicado por sus alas de angustia
y por una nostalgia de tejado seguro.
En mi habita el crepúsculo nacido en la amapola,
que se vuelve grafito al virar de la noche
o barco carbonero enrutado al olvido
o pisada de bruma en su viudez de huella.
Soy la tarde que viene a amarrar en los árboles
un trinar de sinsontes escarchados de pena.
Soy en fin todo eso, tarde, nostalgia, angustia,
conjurador de ensalmos, catador de delirios.
Ah, la mujer lejana que me ofrendó su tedio
bajo un sol tan sencillo como la propia muerte.

Alberto Rodríguez Cifuentes










No hay comentarios: