alguien...

alguien
deberá perpetuar mi necedad
ser el vástago

entre ninguno
serás elegido

no habrá preguntas

sólo tú
vuelto náusea

Jacqueline Goldberg




LA FAMILIA ESPERA EN LA CUERDA FLOJA
el veredicto hematológico
la anchura respiratoria
el conteo de las esperanzas


EL CLAN NO DIFERENCIA
entre parturientas y condenados

a todos conducen
a todos encierran

nunca se sabe
quién merece la plegaria
quién partirá de improviso


LA FAMILIA ESPERA EN LA CUERDA FLOJA
avanza y se retracta
celebra y luego tienta

la bitácora médica
es tan desquiciante como la policial

siempre hay un homicida inatrapable
una bacteria misteriosa
un maldito recodo de la sangre

Jacqueline Goldberg
 De "La salud"




Dublín
(Fragmento)

He comprado una guía turística de Dublín.
Habla de su centro histórico
y de sobrecogedores parajes alrededor de la bahía.
Cuenta de leyendas celtas, inviernos tranquilos,
siglos en un vistazo.

Se sabe, nunca iré a Dublín.

Tampoco habrá tiempo para volver a Viena,
al cementerio judío de Praga,
a la Villa Savoye, en Poissy.

Bram Stoker era de Dublín.
Oscar Wilde era de Dublín.
James Joyce era de Dublín.
Handel estrenó su Mesías en el Music Hall de Fishamble Street.
Samuel Beckett nació en el sur de Dublín.

Son imanes, aunque jamás comprenda Dublín.

No quedan aviones que partan desde mi cama.
La cárcel es el país.
El país lo incesante.

Llevo garganta de espinas,
manos sísmicas e incurables.

Ahora mismo escribo un libro sobre mi temblor.
La enfermedad es un género literario:
gustan tanto los padecimientos,
la transparencia de los jarabes amargos.

La guía habla de un paseo de noventa minutos
por el Dublín literario y georgiano.
Atraviesa plazas, recorre un tramo del Grand Canal.
No veo hospitales.

—Mauricio, ¿cuánto vale un pasaje a Irlanda?
—No sé, es engorroso averiguarlo hoy domingo.
—Déjalo. Nunca iré a Dublín.

No basta amanecer con un libro entre las piernas.
Mejor leerse en sólido.

El mediodía barre papeles en mi escritorio.
Acopio lo absurdo, lo templado, cierto ruido.

Alguien llora.
Quizá el niño con cáncer un piso más arriba.
Tal vez el pianista dos pisos más abajo.
Estamos en cautiverio,
cada quien en su naturaleza muerta.

«Todo de antes. Nada más jamás. Pero jamás tan fracasado. Peor
fracasado. Con cuidado jamás peor fracasado», escribe Samuel
Beckett en Rumbo a peor.

Detesto lo maravilloso que puede ser Beckett.
Yo merecía ser de su Dublín de castillos y faros,
pero nací en ciudad de tierra negra.

Tenue es la dicha.

Salgo, emprendo lo que puedo.
Luzco normal, tengo una muela fracturada.
Es tanto lo que no se sabe de mí.

Así los improperios.

(…)

Jacqueline Goldberg



La piedad del mueblecillo

Acaso hay algo más importante
que reparar y lustrar un mueblecillo de madera.

La madera es importante,
el brillo es importante.

No todo aceite da lumbre.
Y no cualquier luminosa ficción
sirve al despropósito de alcanzar el miedo.

Están por acabar las vastas edades.
Dije covacha, no sutura.

Puede revertirse la saciedad,
incluso después de una cansina andanza.

Importan los duelos inclinados,
aquellos deberes grieta adentro.

Lijar, pintar, retroceder.
Admitir derribos y demoliciones.

Dicen que la madera recuperada
aleja hostilidades.

Lo rústico y lo sobrio
es ya parte de nuestra semblanza.

Deben observarse también
pisos, escaleras, barcos.
Todo alcanza en la jauría de las vetas.

El ruido nos ha hecho cautelosos.

La gracia acaece como antídoto
a la doble tristeza de los diluvios.

Es importante pues la madera, su brillo,
los pequeños muebles,
la pequeña piedad de las cosas.

Jacqueline Goldberg


Poética

La nieve que sortearon mis ancestros
es reliquia desdichada que no me estremece.

No hay paisaje entreabierto ni nostalgia
que cumplan la tiniebla
de alegar un sitio en mi vestimenta,
mi desorden, mi fetidez.

Nada de cumbres, penínsulas,
pantanos, arenales traicioneros.
Ni siquiera un pájaro en el estupor abisal.

No hay espina ni montículo que acorralen.

Me relato –si es que punta y vértigo son verdad–
en el glosario escarpado de una distancia.

El paisaje
–esa maldición inmaterial
que llaman paisaje–
es ausencia que zanja venas en las manos,
que cuece el torso con dulzonas corazas.

Y la nieve, que debería remolcarme al ensueño,
me acusa desde su claridad insuficiente,
como si fuese obligante palidecer,
admirar todo viscoso horizonte,
ser la duración, la represalia.

Jacqueline Goldberg


será inútil mi empeño...

será inútil mi empeño
habrá noches afiladas
por la ausencia
golpes amargos
sobre las arrugas de mi cama

te hablaré de mentiras
países masacrados por la dulzura

hablaré y hablaré

hasta pedir perdón

aunque no me creas

Jacqueline Goldberg



XIX

soy oficialmente de sus incendios
sábado merodeador
que no se asusta ni grita

viajo en sombra
recorro los techos de sus pesadillas
mi palabra no logra detenerse

ando de cicatriz en cicatriz
buscando algo que nos duela

Jacqueline Goldberg













No hay comentarios: