Amantes en la noche

Nos amamos y apagamos el televisor
como negando la realidad. Pero el mundo
insiste en sus convicciones o las busca
por motivos que ignoramos o acaso
porque el crimen debe seguir su curso.
Desde afuera, sus figuras insomnes
presionan contra las paredes que nos refugian.
Se encarnan en el viento, aullidos
de neumáticos y en las inmediaciones
de todas las cosas, tiroteos
que no resuelven la discordia general.
Ahora acumula hojas secas
al pie de las ventanas y desliza
una carta de origen desconocido
por debajo de la puerta.
Pero florecemos desnudos en medio de la noche
donde el amor decide por su propia voluntad
y por él sabemos cómo hacer de la historia
un rumoroso escándalo que no nos concierne.

Joaquín Giannuzzi


Crimen perfecto

En mis fantasías nocturnas
un cisne blanco
es perpetuamente degollado
por un solo de hacha, exacto.
La operación es pulcra y esquemática,
un modelo de silencio
e instantánea guillotina horizontal
que corta el cuello idealmente
en mitad de la curva inferior.
El agua está inmóvil; el cisne
indiferente al jadeo inmediato del asesino.
Partido en dos, se disuelve fríamente
como un puñado de nieve, sin rastros
de muerte individual,
Ni una sola gota de sangre mancha el sueño
y es la ruptura del despertar
lo que me convierte en destructor especulativo
impune y vestido de correcto azul.

Joaquín Giannuzzi


Desapariciones

Con aplicación desganada
perfeccioné un desorden a mi medida
en esta habitación, año tras año.
Ahora, lo único claro
es que me llamo fulano de tal
(pero cada vez menos).
Por buscar sin esperanza
(así terminan estas cosas)
no encuentro nada en ningún sitio
y de paso compruebo
lo vulnerable que puede ser un lápiz
antes de perderse. Me cansé
de recoger objetos
que pesaban como muertos. La materia
me es infiel. Y qué notable confusión
es capaz de lograr el mundo
en un cuarto pequeño. Dejo caer mi mano
y desaparece
como agua sorbida por la oscuridad.

Joaquín Giannuzzi


Este tipo

Estoy sentado en el umbral de mi casa.
Miro pasar la gente, los autos, el país en este verano del 71
mientras me rasco los sobacos
mientras no me decido a salir a escena
renuncio a practicar un destino.
Mis bostezos son sorprendentes aun para esta época.
Soy un tipo que fuma, que se hurga los dientes,
que conoce el engaño mil veces aceptado.
Un tipo que está allí, simplemente,
mirando con estilo de perro,
sin poder elegir, con el conocimiento inerte
para toda causa que vaya más allá de la noche próxima.
Pero usted debe suponer que vale tanto como cualquier otro
si ahora hay héroes que están muriendo
para que este tipo viva realmente

Joaquín Giannuzzi


Fábula

En la pálida pista de una rodilla
el aterrizaje instantáneo de una mosca:
magnífico el efecto visual
de ese rápido negro sobre blanco,
La mosca se frota las manos
y mide la consistencia de la luz
regocijados sus ojos ante la posibilidad
de dibujar un autorretrato que la sobreviva.
Pero un cosquilleo en la piel
estremece la rótula
y el terremoto espanta a la mosca.
La tela queda en blanco y a la espera
de otro artista dispuesto
a correr el riesgo que supone
el acto creativo
con su terror ante el desierto.

Joaquín Giannuzzi




Girando sobre el primero de enero

Este gemido de mis piernas girando
sobre sus goznes como el año irracional
es mi último argumento personal. Ya es tarde
para darle forma, convertirlo
en prosa rimada en medio del vasto deshonor.
Bajo un poco de luz privada,
escamoteando al mundo
la responsabilidad de mi rostro
cuento un resto de dinero solitario. Hasta aquí ha llegado
la única solución. Cada uno
ha rendido a la época su bocanada de sangre.
Desde allá afuera, alguna bala tardía
sigue buscando
una cabeza mal dormida en la oscuridad
para concluir la obra y borrar las ruinas
de un desastre ideológico.

Joaquín Giannuzzi





Memoria de Dinu Lipatti 

Hoy recordé tus manos sobre el teclado
tan melodramáticas en su apariencia ondulante,
tan individuales frente a las múltiples certidumbres de Scarlatti
que desde entonces ninguna música fue concebible
sin esos movimientos que creabas
a partir de una sabia articulación
y la tregua que imponías
a la disolución de la materia accidental.

Joaquín Giannuzzi


Teólogo en la ventana

Este cerrado dolor de cabeza
causado por la presión del mundo visible
reclama un significado.
Pero la visión de la calle desde mi ventana
solo ofrece alternativas a una apariencia dislocada
hecha de fragmentos trémulos, colores dudosos
y un sufrimiento de cosa oscuramente mezclada consigo misma.
¿Qué materia desean los ojos y que no pueden ver?
No esta especie de traición a lo largo del pavimento,
la naturaleza criminal que revelan los automóviles,
el taciturno rumor de los objetos manufacturados,
la vacilante verdad de la muchedumbre hacia el ocaso,
los asuntos de esta terrible sociedad que se aplasta al planeta.
¿Cuál es la relación de esta escena con el otro orden?
La divinidad está aquí por delegación sombría.
Hay un millón de ventanas y cada una padece
su teólogo fracasado ante la única realidad posible
con su correspondiente dolor de cabeza al anochecer.

Joaquín Giannuzzi









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